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Ventajas psicológicas del deporte en los jóvenes

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Ejercitar los músculos sociales

Bien utilizado, el deporte contribuye el desarrollo psicológico y social de niños y adolescentes

Mientras que los mayores encuentran en el deporte una vía para controlar su peso y una forma de mantener una vida saludable, para menores y adolescentes el deporte en equipo puede ser un modo de socialización e integración. Practicado de forma sana, el deporte facilita las relaciones humanas en un contexto lúdico y permite aumentar la autoestima y la seguridad en uno mismo. Aunque padres y profesionales deben procurar que los jóvenes entiendan esta práctica deportiva como un juego y no como un sistema para fomentar la competitividad.
Menores con dificultades para relacionarse

Los niños que no destacan en la escuela por sus habilidades de trato con los demás compañeros pueden encontrar en el deporte la oportunidad de relacionarse con personas diferentes en un contexto informal y divertido. Practicar ejercicio en grupo facilita la relación entre los menores y su colaboración mutua para lograr un objetivo común. De esta manera se rompen las barreras de comunicación para muchos niños y adolescentes introvertidos o tímidos que no gozan de la complicidad y aceptación de sus compañeros.
En estos casos se recomienda practicar deportes en equipo, teniendo en cuenta las siguientes consideraciones:

Estar atentos de que se trata de un equipo en el que prima el buen ambiente y la colaboración entre compañeros.

Comprobar que el menor se lleva bien con los demás y que ello facilita su integración y desarrollo de habilidades sociales.

Cerciorarse de que no se le discrimina dentro del equipo, ni por sus compañeros ni por el entrenador.

Asegurarse que los niños más retraídos participen a gusto en el equipo y que disfruten de la actividad, ya que puede suceder que se sientan incómodos y no lo expresen.

Evitar los cambios de equipo sin el consentimiento del menor.

Los jóvenes muy tímidos se adaptan con más facilidad a un grupo nuevo de personas si ya conocen a alguien de confianza dentro del equipo.
Los deportes individuales no se centran tanto en desarrollar la colaboración entre compañeros, sin embargo aportan otras ventajas y cuestiones a tener en cuenta:

Las personas más tímidas se sienten más cómodas en actividades deportivas en las que no participe un gran número de personas.

Muchos niños y adolescentes se desenvuelven y rinden mejor cuando no dependen de los demás.

Los deportes individuales ofrecen más oportunidades para fomentar la autonomía y la creatividad, lo que aumenta la confianza en uno mismo.

A los jóvenes más impulsivos y transgresores con las normas, discriminados en el contexto de un equipo, les favorece depender sólo de ellos mismos, aunque reciban atención individualizada por parte del entrenador.

Si el deporte por el que se inclina el menor es individual, es importante que parte de la actividad se desarrolle en grupo, de esta manera se promoverá una mínima socialización a partir de juegos colectivos.

Los padres son los responsables de ayudar a digerir los errores o las derrotas si se practica ejercicio de forma individual, ya que el menor que no cuenta con un equipo que le apoye ante las dificultades puede sentirse sobrecargado.

A los menores más extrovertidos no les convienen los deportes individuales, puesto que podrían aburrirse con facilidad y dejar de practicarlos.
Menores con problemas de autoestima

El ejercicio puede ser muy beneficioso para menores con problemas de confianza y malos resultados académicos. La actividad deportiva les permite poner en práctica otras habilidades fuera del contexto escolar y desenvolverse en un entorno en el que se sienten en igualdad de condiciones respecto a sus compañeros.

Mediante el deporte se mejora la percepción de uno mismo cuando se descubren cualidades desconocidas como resultado de practicarlo día a día. Perfeccionadas las capacidades físicas, el menor gana confianza, aunque sea en un terreno diferente al rendimiento intelectual. Además, ante los aciertos deportivos, los padres tienen la oportunidad de reforzar su autoestima y aprovechar para enseñar a tolerar el error y la derrota evitando el dramatismo y la pérdida de confianza. El deporte facilita que el cerebro esté más activo, por lo que ayuda a la concentración y, de manera indirecta, a favorecer el rendimiento escolar.
El deporte para fomentar valores educativos

Los deportes en equipo fomentan valores educativos útiles para el desarrollo infanto-juvenil. Sentirse parte de un grupo facilita el desarrollo de valores como la generosidad y el compañerismo, a la vez que permite aprender a compartir experiencias como la alegría y la decepción con los compañeros. Por eso, los niños y adolescentes más rebeldes y con dificultades para seguir las normas encuentran la oportunidad de fomentar la tolerancia a la frustración por verse obligados a ceder ante las indicaciones de un líder -representado por la figura del entrenador- y no actuar de forma impulsiva según sus deseos.

El deporte también fomenta la responsabilidad, ya que enseña a mejorar a partir de los propios errores, y los menores perciben que controlan su evolución como personas. Además, seguir un horario de entrenamiento y cumplir con los compromisos deportivos -disciplina- también ayuda.
El deporte no lo es todo

Los adultos, tanto padres como entrenadores, deben asegurarse de que el deporte influya de manera positiva en los menores. Un aspecto a tener en cuenta sobre todo cuando se trata de deportes que implican competición, en los que el resultado puede generar frustraciones difíciles de asimilar para personas de corta edad. Pero no es el único elemento a controlar. Se debe constatar que el deporte elegido no fomente la discriminación. En numerosas ocasiones, sólo destacan algunos de los integrantes del grupo y se dejan en un segundo lugar los que muestran menos habilidades. Una práctica perjudicial para quienes sufren de una baja autoestima respecto al resto de compañeros.
Los padres y entrenadores deberán estar atentos a las siguientes cuestiones:

Reforzar aspectos como la deportividad, el respeto, el esfuerzo realizado y el espíritu de superación ante resultados negativos.

Evitar una mentalidad perfeccionista y obsesiva para rendir a un nivel óptimo que acarree frustraciones constantes.

Considerar la práctica de otra actividad si se observa que la autoexigencia excesiva perjudica al menor.

Entrenadores y padres deben centrarse lo justo en el resultado competitivo para evitar que el menor sólo esté satisfecho cuando gana.

Valorar siempre lo positivo de cada evento, sin alterarse por los errores que se hayan podido cometer.

Asegurarse de que el deporte es una actividad en la que se disfruta para evitar el estrés y el abandono prematuro.

Los adultos que se encuentran implicados en la actividad deportiva deben dar ejemplo con su actitud y no ser un modelo negativo.

Los adultos nunca deberán preguntar por el resultado de un partido o competición, sino que tienen que interesarse por si se lo han pasado bien o no.

Cuando los adolescentes ya no rinden lo suficiente como para continuar su trayectoria en equipos de mayor nivel, y se ven obligados a dejar el deporte que ha ocupado su tiempo libre y al que han dedicado tanto esfuerzo, deben buscarse alternativas para no abandonar las bondades de practicar un deporte.

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