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De la selva panameña a los Montes Torozos

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17.30 horas en el Centro de Capacitación Agraria de La Santa Espina, en Valladolid. El toque de campana muestra a los alumnos la salida de las aulas para su posterior tiempo de estudio y ocio. Pero desde el 13 de enero y hasta el 26 de marzo algo es distinto en el complejo de aprendizaje agrario.



Un grupo integrado por seis jóvenes indígenas de la tribu NASO de Panamá, integrados completamente con el alumnado del centro, aprende técnicas de horticultura, caza, ganadería y apicultura para transmitirlo a sus ‘hermanos’ y ser más productivos en el interior de la selva, donde residen en comunas de 200 personas las más de 2.300 que forman esta tribu.


En conclusión, es la idea que pretende conseguir el programa liderado por la doctora en Antropología María Ángeles Delgado, quien consideró necesario mostrar el camino a un grupo indígena no muy bien tratado por el Gobierno de su país, y que únicamente se desplaza utilizando canoas sobre las aguas del río Changuinola, en la región de Bocas del Toro –en el nordeste del país, casi en la frontera con Costa Rica-.


Tras meses de trabajo burocrático, los jóvenes llegaron a Valladolid en enero, donde por las mañanas acuden a clase al IES Torozos de Medina de Rioseco, para ir por la tarde a La Santa Espina a realizar las prácticas, donde se encuentran alojados a diario –los fines de semana se encuentran en la Hospedería de Las Claras de la Ciudad de los Almirantes-.



Ronald González, Abimael Aguilar, Ovidio Otero, Aída Torres, Yanixel Aguirre y Nidia Salinas, tres hombres y tres mujeres de entre 16 y 19 años, son como “esponjas, lo absorben todo”, según les define el director del Centro de La Santa Espina, Luis Pinedo, quien destaca que el aprendizaje conjunto en las aulas con el resto de alumnos españoles y la mutua adaptación es “óptima”. “Es más”, recalca, el alumnado “está sorprendido por las maneras respetuosas de trato y las ganas de aprender de sus compañeros Naso”.


A pesar de ello, recuerda Pinedo que muchas de las labores y tareas que aprenden aquí no les servirán de mucho en su tierra panameña, ya que en la selva, como es lógico, no se dispone de máquinas de ordeñar ni de tractores. Por ese motivo, prestan especial atención en enseñar con aperos de arrastre por animales, extremo este que sí pueden aplicar en sus pequeñas tierras con sus caballos y vacas.


Los seis indígenas también enseñan parte de su cultura en Castilla y León. De hecho, simultáneamente y para que a su vuelta dispongan de los recursos mínimos para comenzar la difusión de los conocimientos que han adquirido, con la iniciativa y ayuda del alumnado del centro se organizan actividades solidarias en las que se aporta la voluntad del que asiste o comparte: conciertos para dar a conocer sus danzas y cantos ceremoniales, día del bocadillo solidario y otras actividades que poco a poco surgen también con el apoyo de los padres.


Para que todo el aprendizaje de los jóvenes NASO en España no sea testimonial, ya que también se forman en el sentido humanístico, tendrá lugar una segunda fase que se iniciará en el último trimestre del año y concluirá al final del curso 2010-2011. Consistirá en que los alumnos del Centro y del IES Torozos elaborarán un trabajo antropológico-histórico sobre la comunidad Naso, mientras que los jóvenes indígenas deberán explicar lo aprendido a todos los miembros de su pueblo, comunidad a comunidad.


Importantes contrastes

A pesar de que los jóvenes son esquivos, Ovidio Otero, el mayor de todos y el que menos timidez muestra, asegura que lo único que tienen en las comunidades para producir electricidad son generadores de luz, sin posibilidad de acceder a combustibles, aunque tampoco disponen de vehículos ni vías de comunicación para poder utilizarlos.



Estas carencias contrastan de forma importante con las nuevas tecnologías en materia de comunicación. Esto es, que sí disponen de móviles e Internet, gracias precisamente a los generadores. El joven Ovidio reconoce que él tiene ambos y asegura que muchos de los integrantes de la tribu NASO también.


Uno de los 18 profesores del Centro de La Santa Espina Yosu Beregondo ironiza con que también han pretendido enseñarles a usar la motosierra, aunque en esa ocasión “hubo que tener mucho cuidado porque están acostumbrados a cortar con machete”. Pero no sólo eso, también han podido conocer cómo se trabaja en una sociedad avanzada con diferente ganadería y en una explotación de 300 hectáreas, muy diferente a la selva; cómo elaborar una ‘cocina solar’, elaborar queso, e incluso conocer la Facultad de Educación de la Universidad de Valladolid.


Matriarcado

Contra lo que se puede pensar históricamente de la forma de vivir de este tipo de tribus, las mujeres tienen un papel muy importante y no existe el machismo. Tan importante es ese papel, que se componen de matriarcados. Ovidio Otero comenta que la mujer nunca abandona el territorio porque está vinculada a él. Es la que legaliza su ocupación por ser el núcleo sedentario base con la progenie. Ángeles Delgado asegura en su tesis sobre este programa que el nombre del linaje Naso Tjërdi es la prueba más fidedigna de esta vinculación que proviene del inicio del cultivo del maíz: Naso significa nacido, Tjër Abuela, Di Río (Nacido en el río de la Abuela).


La división de funciones por sexo está íntimamente relacionada al óptimo aprovechamiento de los recursos. Así, las féminas son totalmente sedentarias y se ocupan de las reducidas huertas macrofamiliares, de los hijos pequeños, del mantenimiento de la vivienda, de la costura de las ropas. El varón, por su parte, no tiene una permanencia habitual, ejerce la caza, la pesca, la recolección, hace las canoas de cedro o de laurel y el utillaje de madera.


Tito Santana y el Gobierno

Este grupo tiene problemas con el Gobierno panameño, que no reconoce una parte de su territorio ni sus tierras privadas, ni tampoco a su interlocutor y Rey, Tito Santana, una división interna que padecen desde algún tiempo y que se debe a pactos con el Ejecutivo sobre la explotación de los recursos en sus territorios y por la creciente corrupción de sus representantes, según asegura Ángeles Delgado, quien añade que este desacuerdo pudo haber frustrado el programa en La Santa Espina, ya que se necesitaba la gestión de los visados de los jóvenes para salir del país.


Los jóvenes indígenas, que dejarán España dentro de unas semanas, confiesan que les gustaría volver algún día. Ven muchas diferencias y, aunque irán a Panamá a transmitir sus conocimientos, auguran que su futuro podría estar en otras tierras, pero sin abandonar nunca sus casas, sus orígenes y su nacimiento junto al río Changuinola, allá en el nordeste del país, donde la ciudad más cercana está a una hora en canoa, y a 12 del avanzado y afamado Canal de Panamá -por el que transitan cada día decenas de buques-.

J. López. Valladolid

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