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El arte reta a la técnica

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SANDRA PENELAS Las auténticas catedrales del siglo XXI se alzan para comunicar personas y economías. Cecilia Amor (Ferrol, 1976) se ocupa de "domesticar" los puentes para que aporten "alegría, felicidad y sensación de belleza" a quienes los atraviesan.

Sus ideas recorren el mundo de la mano del primer estudio de arquitectura de Francia especializado en este tipo de infraestructuras y en obra civil, Architecture et Ouvrages d´Art. Su fundador, Charles Lavigne, ya fallecido, ideó el puente Vasco da Gama en Lisboa. "Fue un revolucionario y de él lo aprendí todo", reconoce con admiración.


Además de su jefe, Lavigne era su suegro. "Conocí a un chico cuando vine de erasmus a París, aunque yo ignoraba quién era su padre. Y ya no pude irme porque había encontrado al amor de mi vida", relata. Su marido, Christophe Cheron, "tomó el relevo" del estudio y hoy ambos comparten trabajo y dos pequeños "galegonormandos".
Entre los proyectos en los que está inmersa actualmente la arquitecta y urbanista figuran el futuro puente de Qatar en Oriente Medio, que alcanzará el récord mundial en longitud con sus cuarenta kilómetros, y otro sobre el río Zambeze. "Está situado en un parque natural de la sabana africana y las pilas se inspiran en patas de elefante porque entre ellas pasarán los animales. El impacto debe ser mínimo cuando se trata de lugares tan frágiles", apunta.


Esta capacidad de adaptación al medio y de generar belleza es posible gracias a la colaboración entre los arquitectos y los ingenieros, una práctica desacostumbrada en España, pero obligada por ley en el país galo. Cecilia habla de un "desafío constante entre la técnica y la estética". "Nosotros hacemos que los puentes sean una obra de arte y no se trata de construir sólo para entendidos, sino de que gusten a todo el mundo y que la gente los conquiste", explica.


Su estudio compite con los primeros espadas internacionales –ahora mismo están pendientes de diseñar el que sería su tercer puente sobre el Tajo en Lisboa– y concurre en muchos de estos concursos junto a los arquitectos estrella.

"El problema de los star es que hacen un dibujo y les dicen a los ingenieros que se lo construyan. Pero nosotros no hablamos de decoración, sino de estructuras que se justifican. En la ciudad de Le Havre, en Normandía, diseñamos una pasarela en una zona portuaria, parecida a Vigo. Era la primera obra que se llevaba a cabo para cambiar el espíritu de la zona y ha funcionado. La gente está encantada", destaca.
Cecilia está convencida de que "lo más hermoso no tiene por qué ser lo más caro" y a veces un uso inteligente del color puede ser suficiente para recuperar una zona problemática: "En Martinica, en el Caribe, me encargaron una ronda con muchísimo tráfico y pinté una parte de azul turquesa. Desde el coche se ve el mar y te hace sentir mejor".


La ferrolana complementó su formación en la escuela coruñesa de arquitectura, "más técnica", con la de Nantes. "Aquí la carrera es muy artística y para mí fue como una liberación. La plasticidad gala me ha permitido salirme de la rigidez gallega".
Aun así, opina que la arquitectura contemporánea que se hace en nuestra comunidad es "excelente", pero prima la función y la construcción y, en ocasiones, lamenta, el factor decisivo en el concurso es el precio. "Y no hay que olvidar la belleza, porque la obra se queda ahí y todos tienen que amarla, no sólo los especialistas", asegura convencida.


Orgullosa de sus raíces, a Celia le encantaría trabajar en Galicia y el año pasado presentó un diseño para un nuevo puente en Pontevedra. Además, como "ferrolana de pura cepa" está implicada en su ciudad natal, que necesita "un empujón", y le ha propuesto su colaboración al alcalde.


"El último puente que construyeron en la ría es una estructura prefabricada con miles de pilares que no harían falta. La sociedad puede avanzar sin destrozar el paisaje", sostiene. Al Millenium de Ourense lo define como "un espectáculo, pero que funciona"; y de Rande asegura que "marcó su momento y hoy es parte de la historia".
Está volcada en transmitir su identidad a sus hijos –"Les leo en gallego, porque necesitan entenderlo para entender Galicia"– y confiesa disfrutar de su vida en París como "una eterna turista". En Ferrol le espera "un trozo" de su tierra, una casa "con un toque atlántico" que ha comprado: "Los gallegos somos un gran pueblo, los que están en Galicia y los de fuera, que la seguimos amando".

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