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Una orden que facilitaba el paso a los peregrinos Los Caballeros Templarios

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Aunque la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo o del Templo de Salomón se creó en Tierra Santa poco después de la Primera Cruzada, hacia el 1118, no tardó en extender su poder e influencia a territorios franceses, supuestamente su lugar de origen, y de la Península Ibérica, entre los que no podía faltar la ruta del Camino Francés a Santiago de Compostela, que en ese siglo XII comenzaba a despuntar como auténtico fenómeno de masas.
Dada su doble función «monacal y militar», el Temple se situó en la zona norte de España no sólo para «facilitar el paso de peregrinos», sino «para proteger a la cristiandad de posibles ataques de la morisma» y «para sus funciones religiosas y, en algunos casos, iniciáticas», según el escritor y periodista soriano Ángel Almazán de Gracia, delegado en Soria de la Sociedad de Estudios Templarios y Medievales Templespaña.
Fortalezas, iglesias, hospitales, casas, granjas, molinos... La orden se estableció de Oriente a Occidente de la península, Camino de Santiago y en otras zonas, gracias a las «donaciones», como afirma el también miembro de Templespaña Raúl Riesco Martínez en uno de los capítulos del libro ‘Codex Templi’ (El País-Aguilar), donde también deja constancia de la fuerte presencia templaria en el Camino Francés a su paso por la región.
Diversos historiadores e investigadores, entre ellos el propio Riesco, localizan, con la seguridad que permiten las fuentes relativas a una orden desaparecida hace casi 700 años, hasta una decena de enclaves del Temple en la región, entre los que destacan los de Villalcázar de Sirga (Palencia) y Ponferrada (León), las «mayores encomiendas templarias del Camino» junto a la de San Fiz de Ermo (Lugo), según Riesco.

Inicio. La ruta comenzaría en Villafranca Montes de Oca (Burgos), donde el historiador Juan García Atienza identifica en su libro ‘Los enclaves templarios’ (Martínez Roca) una granja que «fue casa y hospital de templarios», fundamentales para la protección de los peregrinos en unos montes en los que «se ocultaban numerosos bandidos». Al sur de la capital burgalesa, en Frandovínez, los Pobres Caballeros de Cristo también tenían posesiones, según escribe Javier Castán Lanaspa en su libro ‘Arquitectura templaria castellano-leonesa’ (Universidad de Valladolid).
Ya en la provincia de Palencia, Gonzalo Martínez localiza en ‘Los templarios en la Corona de Castilla’, un volumen basado en documentos que «no arrojan duda alguna», según Almazán, la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, una construcción de 17 metros de altura en su interior y tres naves cistercienses, en la que «aparecen esculpidos los caballeros templarios, con sus mantos albos, cruces en gules y escudos», escribe Riesco Martínez.
En Palencia, Castán Lanaspa asigna al Temple el antiguo hospital de peregrinos de Támara de Campos y la iglesia de Santiago, en Carrión de los Condes. «El friso de su fachada recuerda sospechosamente al pórtico de Villalcázar», apunta Riesco, quien también reconoce como templario «un molino en la población, derruido en 1432». El último enclave de la provincia tiene un nombre inequívoco, Terradillos de Templarios, donde la orden de freires tuvo «heredades» donadas por Alfonso VIII en 1191.

Ponferrada. Bajo el dominio de la poderosa encomienda de Ponferrada (León) se encontraba la casa de Rabanal del Camino, primera parada leonesa de una ruta que tuvo su centro neurálgico en la citada fortaleza berciana, con su triple muralla, muy del gusto templario, y sus doce torres, que diversos investigadores identifican con las siluetas de las constelaciones zodiacales. Por esta razón, el castillo podría considerarse un gran observatorio astronómico.
La iglesia de San Juan de San Fiz, a las afueras de Villafranca del Bierzo, también perteneció a los Pobres Caballeros, según García Atienza, así como la iglesia de San Fiz do Seo, consagrada a San Pelayo y la Virgen de los Dolores. «Tanto dominio a las puertas de Santiago, en la última concentración urbana, junto a Villafranca, testimonia el control y protección de los templarios en el Camino», puntualiza Raúl Riesco Martínez.
Así, y como recalca Ángel Almazán de Gracia, «hubo otras órdenes militares que tuvieron mayor dedicación a atender a los peregrinos que los templarios en Castilla y León, como la famosa Orden de Santiago», con hospitales en Villalcázar de Sirga, Santa María de las Tiendas (Palencia), San Marcos, en León, y su hospital dependiente de San Miguel del Camino; «los Sanjuanistas u Orden de los Hospitalarios de San Juan», conocida posteriormente como Orden de Malta; y «los conventos cluniacenses y cistercienses», que igualmente asistieron a los romeros.

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