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¿Voy a ser feliz?

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Es cierto que Barack Obama ha cedido muchas cosas para lograr la aprobación de la reforma sanitaria que le garantiza un lugar en la historia y que le coloca a la altura de otros presidentes como Roosevelt, Truman y Johnson por la repercusión que las decisiones que tomaron en el Despacho Oval durante su mandato para mejorar la vida de los estadounidenses, reconocer sus derechos y permitirles alcanzar ese canto de cisne que se incluye en la Constitución de perseguir durante toda su vida la felicidad.

El mayor impacto de la ley es acercar a los pobres y a los ricos y permitir que aquellos que no pueden acudir al médico con el cheque listo para poner una firma, sin importarles los costes del tratamiento médico o de los servicios por recibir, tengan acceso a la mejor sanidad posible. Sin avergonzarse, arruinarse y morirse en el camino.

Ese es el beneficio principal de la reforma que sin llegar a la creación de un sistema de Seguridad Social al estilo europeo como originalmente deseaba el presidente si garantiza que los derechos de los pacientes no serán pisoteados por alguien que en cubículo en un edificio sin nombre de Missouri, California o Nueva York decide si el tratamiento de una flebitis está cubierto por su poliza, si hay dinero para una nueva ronda de quimoterapia o si el cuidado mental de un familiar que da claras muestras de sufrir de depresión está incluido.

Estados Unidos tiene la sanidad tecnológicamente más avanzada del mundo y los mejores especialistas trabajan en sus hospitales e investigan en sus universidades. Y, sin embargo, es la más elitista, exclusiva y antidemocrática posible porque permite que aquellos que pueden pagarse los seguros más caros reciben la mejor asistencia, sin importarles el precio, y el resto tiembla cada vez que alguien contrae una enfermedad seria, costosa y de larga duración.

Cuando una familia se plantea dejar de comer carne o verdura porque los gastos de la batalla contra a la leucemia que sufre un hijo son tan altos que no se pueden pagar hay algo que funciona muy mal en la mejor sanidad del mundo. El reclamo de los republicanos en este debate sobre la reforma sí o la reforma no.

Los costos sanitarios son la principal razón de que la gente en Estados Unidos se declare en bancarrota y también de que muchos padres tomen decisiones familiares que no entrarían jamás en su cabeza. Ya sea el destino de la universidad de sus hijos, la venta de la casa para irse a un lugar más barato o el quedarse para siempre en un trabajo donde se es infeliz pero que garantiza la cobertura médica.

Porque muchos empleados en este país lo primero que preguntan cuando alguien les ofrece un trabajo es: ¿tendré cobertura sanitaria? Si la respuesta es positiva comienzan a hablar de números y si es negativa es el fin de la conversación.

Obama ha asegurado ahora que, al garantizar que el cambio de trabajo no supone la perdida del seguro médico, que la pregunta sea otra: ¿voy a ser feliz?

Agustín Alcalá

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