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Humor y cerebro feliz para mentes flexibles

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EL 71% de las mujeres se ríe cuando un hombre cuenta un chiste, mientras que el 39% de ellos lo hace si lo cuenta una mujer. Así resume Richard Wiseman en Mente y cerebro la investigación de un año con 1.200 ejemplos aislados en conversaciones cotidianas. De su propio Laboratorio de la Risa (LaughLab), este profesor de Psicología también confirma que ellos cuentan más chistes que ellas.


Risa y felicidad no coinciden necesariamente, pero ambas son genuinamente humanas y universales. Ya Darwin planteó que las personas expresan sus emociones de manera similar. La capacidad de comunicarse con gestos es innata. De hecho, niños sordos o ciegos de nacimiento, que nunca han oído una risa o visto una sonrisa, gesticulan como los demás cuando están satisfechos o contentos.

La felicidad se asocia a llevarse bien con uno mismo y con el entorno. Para ello importan, sobre todo, el sentido de la vida y las relaciones con los demás. Si uno puede reírse de los impedimentos para ser feliz, es que los puede superar.

La risa se produce por la percepción de algo incongruente, ilógico, imprevisible. El humor consta de un componente cognitivo y otro emocional: para poder reírse, primero hay que entender el chiste. Después, uno puede reírse mucho o poco, según la intensidad de la emoción suscitada.

En entender el chiste domina el hemisferio cerebral izquierdo mientras estructuramos el contexto inicial de la historia. Al buscar la perspectiva desde la que la gracia del chiste armoniza con el resto de la historia, el hemisferio derecho proporciona capacidades creativas que permiten advertir la paradoja. Reímos gracias a una flexibilidad mental, por la que pasamos de una situación lógica a otra absurda. Esta posibilidad se vincula con la independencia del ser humano respecto del encierro en el automatismo biológico de los animales.

La emoción de lo divertido o gracioso activa, por elevación de la molécula de dopamina, conocida como hormona de la felicidad, áreas cerebrales que lo valoran y terminan por provocar la carcajada. Lo cómico salta, los chistes se crean y el humor se posee.

Risa y felicidad no coinciden necesariamente, pero son genuinamente humanas y universales

Richard Wiseman organizó su Laboratorio de la Risa en Internet. Por una parte, el público introducía su chiste favorito. Por otra, los visitantes registraban datos personales de referencia general (sexo, edad y nacionalidad) y calificaban cuán divertidos encontraban los chistes seleccionados aleatoriamente. En las primeras horas se recibieron más de 500 chistes y 10.000 valoraciones. Ni los más graciosos lograron el 50% del aplauso de los participantes.

Los mejores chistes son los juegos de palabras. Entre los primeros del ranking figura éste, con un margen de aceptación del 25% al 35%: una profesora quiere descargar su mal humor en la clase y, con tono destemplado, dice: "Todos los que crean que son tontos que se levanten". Tras unos segundos, se levanta sólo un niño, muy despacio. La profesora le dice: "Así que crees que eres tonto". El chico responde: "No, pero no puedo soportar que usted sea la única que esté de pie".

Los chistes más reídos suelen caracterizarse por provocar en el lector un sentimiento de superioridad. Reírse ironizando con la idiosincrasia de un pueblo, un estilo de vida... permite relajar las tensiones de uno mismo y percibir que la propia situación puede no ser trágica.

En cualquier caso, la risa y el buen humor son saludables. Según Wiseman, "las personas que contrarrestan el estrés con el humor tienen un sistema inmunitario sano, sufren un 40% menos de infartos de miocardio o apoplejías, tienen menos dolores en los tratamientos dentales y viven cuatro años y medio más". La risa hace segregar adrenalina que relaja la tensión. Sentimientos negativos prolongados producen agotamiento y perjudican al organismo. Por eso, los científicos recomiendan reírse 15 minutos al día, como mínimo.

El Laboratorio de la Risa ilustra algunas diferencias del humor por sexos. Aunque pudieran interpretarse en clave feminista, cuando ellos o ellas ríen chistes de ellas o ellos, todos ríen aspectos cómicos de la vida cotidiana.

Tanto en hombres como en mujeres, captar el sentido de lo divertido radica en la capacidad específicamente humana del cerebro ejecutivo (hemisferio izquierdo) de almacenar, manipular y comparar elementos interdependientes. Se implican las áreas del lenguaje. Las diferencias aparecen ligadas a la mayor respuesta de ellas a lo grato, junto a la menor expectativa de recompensa.

Análisis de neuroimagen funcional revelan que ellas emplean más áreas cerebrales para procesar el humor y, sobre todo, integran más que los varones lo emocional en los procesos, incluidos los cognitivos. Ellas usan más la memoria a corto plazo en el procesamiento de la coherencia, el giro mental, la abstracción verbal, la atención autodirigida y el análisis de lo relevante. Cuentan menos chistes, pero los ríen más. El siguiente resultó divertido para el 25% de las mujeres y sólo al 10% de los varones. Un hombre se subió a una báscula de feria que, al pesarle, le predecía también el futuro. Echó una moneda y dijo a su mujer: "Escucha, aquí te dice que soy enérgico, inteligente, creativo y, sobre todo, un hombre increíble". Ella asintió: "Sí, y tampoco acertó tu peso".


por natalia lópez moratalla y enrique sueiro, Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, y doctor en Comunicación Biomédica de la Universidad de Navarra, respectivamente

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