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La obra de Marcela Mérida

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A sus tres años, Diego, mi primogénito del alma, realizó su primera obra plástica dibujando una mujer gestante con su bebé incluido en un vientre materno transparente como vitrina de juguetes. Los muñequitos artísticos de mi hijo, con el transcurrir del tiempo, fueron madurando hasta ser cuerpos desnudos de prodigiosas anatomías. Ese talento tuvo una fragua privilegiada en el aula libertaria de la maestra Marcela Mérida Coimbra, a quien siempre admiré por la fineza de su pintura resplandeciente.


En la obra de Marcela Mérida, la maestra de mi hijo precoz, se yuxtapone el discurso del no discurso, la insinuación desgarradora de una cultura perenne con el silencio colorido de un espíritu sosegado. La multitud se reduce a un trazo, a un gesto lineal, y lo colectivo es la soledad creativa que se reproduce en formas vitales, en aves espectrales y paisajes subconscientes tan concretos como la luz del sol.

En una posdata que Luís Mérida, su carnal, tuvo a bien comunicarnos, Marcela se define a sí misma con esta transparencia tan propia de una mujer honesta, alegre y dual: “El mundo real siempre me ha conflictuado, vivo otro tipo de realidad dentro de mi vida, captando el ser humano en su sensibilidad más que en su angustia de existir: Soy más benévola con el mundo, antes era muy peleadora, de choque, pero ahora entiendo más la vida y al ser humano”. Treinta años están resumidos en esas palabras cargadas de sabiduría multiforme y colorida.

Tres décadas de una cotidiana construcción. La maestra Marcela Mérida no sólo recibirá este año homenajes y galardones por una meritoria trayectoria que está bellamente plasmada en sus cuadros, cerámicas y esculturas (el barro y el bronce cobran vida en sus manos); también ofrendará, de sí, retrospectivas de su vida, sus mayores y magistrales enseñanzas, y esa su sonrisa tan noble y generosa de artista consumada.

Esta señora cochabambina que fue una niña nacida en el barrio de Cala Cala, alegre adolescente educada en el legendario Colegio Irlandés de nuestra ciudad, consolidó académicamente su vocación en la Escuela de Bellas Artes de Córdova, autoexiliándose durante la dictadura de Banzer, y a mediados de los ochenta obtuvo una beca en el Instituto Statale de Arte de Faenza, Italia. Entre 1999 y el 2004, la OEA le otorgó una beca para obtener una maestría en el Penland Institute de Carolina del Norte.

En 1980, culminando sus estudios de Córdova, realizó la primera muestra de su carrera artística; en Cochabamba expuso en la recordada Galería Candalixa. Desde entonces han transcurrido 30 años. La vida no pasa en vano. Y aquí la tenemos, creando siempre como artista plena, y educando con su sabiduría de maestra a niños como aquel que solía dibujar madres embarazadas con vientres de cristal. Tal, la semilla que dejó brotando Carmen Marcela Mérida Coimbra.

llactacracia@yahoo.com

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