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Vicente Rojo explora la belleza y el riesgo que tienen los circos

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La infancia constituye uno de los ejes rectores de la obra de Vicente Rojo. En una suerte de retorno, elaboró Circo dormido, un homenaje al espectáculo, que se ejecuta en dos pistas: una sucesión de construcciones y una serie de 50 gouaches.

La relectura de “Circo de noche” de José Emilio Pacheco –conjunto de 12 poemas publicado en el libro El silencio de la Luna (Ediciones Era, 1994)– inspiró Circo dormido, exposición que muestra los resultados de la atenta lectura de los poemas y de un proceso artístico que puede verse como un homenaje.


Las construcciones constituyen la primera parte de la exposición. Son maquetas abstractas multicolores alusivas a personajes del mundo circense.
El libro Circos (hecho por Ediciones Era y El Colegio Nacional, 2010) complementa la exposición en la Galería López Quiroga: contiene los poemas de Pacheco y las construcciones del artista plástico fotografiadas por Vicente Rojo Cama, su hijo, quien diseñó el volumen.

Las construcciones fueron fotografiadas de noche, con luces especiales, para completar los poemas de Pacheco y, a su vez, crear una suerte de distancia.

Las imágenes y construcciones que creó Rojo representan al circo una vez que los personajes de Pacheco ya han actuado y el circo se ha quedado dormido, en semioscuridad.

En entrevista, Rojo afirmó: “Quise dar la imagen de aquello que viene después de la vitalidad y riesgo de una función circense que ha lucido, emocionado, conmovido e inquietado: el circo que queda a la espera de la siguiente función”.

Un espacio con claroscuros

A pesar de que ha sido uno de los protagonistas de la escena plástica y el diseño gráfico mexicanos durante alrededor de 40 años, Vicente Rojo recibió a este reportero sin altivez o condescendencia algunas, con gran amabilidad, gentileza y hasta, al principio, con un poco de timidez.

Cuando abre la puerta de su estudio, sorprende que no sea una casona de las que abundan en Coyoacán, sino un galerón de enormes ventanales, que a la caída de la tarde se llenaba de cambiantes tonalidades.

Es un espacio de trabajo, no de socialización. Para la entrevista hay dos sillitas metálicas y una escalera de aluminio sirve como mesa de apoyo; ahí tuvo lugar la siguiente conversación, mientras Rojo mostraba las pocas piezas que no integró a sus construcciones, ya albergadas en la galería.

En Circo dormido es notoria la presencia de la infancia, permite invocarla.

¿Cómo fue detonado el recuerdo?

“La construcción de los escenarios ocurrió como yo hacía las cosas de pequeño. Cuando era niño me resultaba muy difícil obtener juguetes, por lo tanto tenía que fabricarlos. Me vi construyendo los juguetes que hacía de niño, aunque en este caso son juguetotes”.

¿Cómo sucede su investigación visual?

“Recuerdo que a un niño que había dibujado algo se le preguntó ‘cómo hiciste esto’, a lo que respondió ‘lo hice de memoria’. Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida ha sido ‘de memoria’. Tengo referencias muy concretas, no las reviso, no las repaso, no recupero imágenes, sino simplemente recuerdo cómo eran, y a partir del recuerdo de las formas yo trabajo”.

¿Cuáles son las características de su sistema creativo?

“Cuando pinto siempre lo hago sobre 12 o 15 telas al mismo tiempo, para que cada una de ellas tenga un principio; pero los finales se van combinando. No me puedo concentrar en una sola pieza, tengo que tener un margen amplio”.

¿Cómo relaciona al circo con el espectáculo de la vida?

“Es un escenario paralelo. El circo representa nuestra vida cotidiana: la belleza y el riesgo existentes. Nos estamos viendo en el circo, somos nosotros mismos. El circo es un espectáculo alegre, divertido, dinámico, actuado por cirqueros que tienen los problemas que tenemos todos los demás. Ocurre un juego de espejos entre el espectáculo y lo que está dentro del espectáculo”.

¿Por qué decidió entablar un diálogo con los poemas de Pacheco?

“Siempre he sido cercano a su poesía. Lo consulté con José Emilio; me dijo que el conjunto tenía una unidad muy especial y que le gustaría que yo hiciera algo.

“Pensé que una serie de imágenes sobre papel no era lo único que quería realizar. Empecé a ver elementos que tenía en mi estudio para hacer construcciones. Creí que serían pocas, pero me di cuenta de que cada poema necesitaba una imagen –abstracta, pero con referencias visuales concretas”.

¿Cómo ocurre el juego de espejos entre las construcciones que aparecen fotografiadas en el libro y los gouaches de la exposición?

“Las dos series de elementos son opuestas y complementarias. Los gouaches fueron hechos a la par de las construcciones. Las construcciones cumplieron una función muy precisa para el libro; realicé los gouaches con mayor libertad, abordando temas que no necesariamente están en el volumen. Es un juego de enfrentamiento, de oposición y de complemento”.

agarcia@eleconomista.com.mx

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