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Cómo ser un buen padre...

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Por Monseñor Martín Dávila Gándara / Hoy en día, el padre de familia ejerce menos autoridad en su casa que en otras épocas de la historia.
La evidencia acumulada por psiquiatras, trabajadores sociales y expertos similares prueban que inequívocamente que cuando los niños carecen de un padre fuerte para guiarlos, sufren serio daño en muchos aspectos importantes.


Considerando estos hechos: vemos que hay un asombroso desarrollo de las tendencias homosexuales entre la gente joven, y la mayoría de los expertos están de acuerdo en que el muchacho que desarrolla características femeninas, generalmente es por las relaciones insatisfactorias con su padre en uno o varios respectos importantes.

La drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia juvenil, se debe también a la posición débil del padre; la falta de una relación afectuosa y comprensiva entre padre e hijo es una característica prevalente en el fondo de los muchachos acusados de criminales. Muchas autoridades culpan también de la delincuencia a las escandalosas proporciones de divorcio y de fracasos matrimoniales. Los padres de los que no pueden tener éxito en el matrimonio, a menudo nunca dieron a sus hijos un ejemplo real de cómo debe vivir un hombre con su esposa en este parentesco.

La importancia del padre como ejemplo de virilidad para su hijo y su hija. Probablemente nunca puede se estimada suficientemente. Por ejemplo, un día su hijo se casa y llega a tener una familia. Para tener éxito como padre, debe saber cómo educar a sus hijos; cómo tratar a su esposa, y madre de sus hijos, en su presencia; qué temas discutir con ellos sobre su trabajo; cómo enseñarles trabajos manuales, cómo reparar una silla o pintar los muebles; cómo actuar en otros innumerables e importantes respectos.

La mejor manera de aprender cómo debe actuar un padre es observar a su mismo padre en acción. ¿Qué ideales pone en práctica como esposo y como padre? En gran medida, esta respuesta dependerá de los ideales que haya aprendido de su propio padre, en su propia casa. ¿Qué papel jugará en la educación religiosa de sus hijos? La respuesta dependerá, la mayoría de las veces, de que su padre haya llevado a la familia a misa todos los domingos, de que haya dado gracias antes de las comidas en su casa, o de que haya tomado parte activa en la vida de su parroquia. ¿Cómo actuará respecto a su esposa: fría, afectuosa, dominante o dócilmente? En esto también la respuesta dependerá sobre todo, del ejemplo que haya recibido de su propio padre.

El adagio que dice: “De tal palo tal astilla” está basado firmemente sobre hechos. No importa cuánto pueda oponerse a la influencia del padre, el hijo será como él en muchos respectos diferentes. Si la influencia es sana, el efecto sobre su hijo será sano también. Si es un mal padre, seguramente el hijo se corromperá de alguna manera significativa. Recuérdese también que el padre representa a Dios frente a su hijo porque el padre “es”, o “debe ser” la imagen de la autoridad en el hogar. Se deberá enseñar al niño que depende siempre de la misericordia y bondad del Padre Eterno; pero le será difícil comprender la importancia cabal de esta enseñanza si no puede confiar en la bondad de su padre terrenal.

Se ha dicho que aparte de dar un ejemplo saludable, un buen padre sigue cuatro reglas fundamentales en su conducta con sus hijos. Primera, se muestra verdadera y sinceramente interesado en su bienestar. Segunda, acepta a cada hijo por lo que es, y fomenta cualquier aptitud especial que el pequeño posea. Tercera, toma parte activa en disciplinar a sus hijos. Y finalmente, se mantiene siempre en comunicación con ellos. Vale la pena considerar en detalle cada una de estas reglas, porque el padre típico ignora a menudo alguna o más de ellas.

1.- Los padres deben demostrar interés en el bienestar de su hijo. Esto se puede hacer dedicándole tiempo, cada día si es posible. Se deberá de discutir con el sus experiencias, problemas, éxitos y fracasos. Al darse a él en esta forma íntima, se le proporciona el sentimiento de que puede confiar en sus padres para entenderlo y ayudarlo en sus dificultades. En la familia es especialmente importante encontrar tiempo para tener momentos de intimidad con cada hijo. Cada niño debe saber que su padre se interesa en él como individuo y que lo comprende y se preocupa por su bienestar.

Los padres modernos tal vez encuentren más difícil que los padres de antes hacer de sus hijos parte íntima de su vida. Los padres hoy en día trabajan a veces en lugares retirados o por las crisis salen a trabajar muy temprano en la mañana y no vuelven sino muy tarde por la noche, y eso hace que muchas de las veces no vean a los niños durante la semana.

Para compensar esta circunstancia, deben procurar dedicarles tantos fines de semana como les sea posible. Esto no significa que se conviertan en amigos o camaradas de sus hijos o que deban portarse como jovencitos, puesto que los huesos viejos tal vez no les permitan esto. Mas en la reuniones de familia, excursiones, viajes a los campos de juego, visitas a la escuela, e inclusive se pueden compartir los momentos de ocio con ellos.

2.- Debe de aceptar al hijo tal como es y estimularlo a desarrollar sus aptitudes. Un hombre esperaba un hijo varón, y no pudo disimular su disgusto cuando, en lugar de un varón su mujer tuvo una niña. Ahora emplea mucho tiempo tratando de inculcarle virtudes masculinas, y la riñe constantemente porque no es hábil en los deportes. Un abogado de éxito está orgulloso de su inteligencia y esperaba que sus hijo alcanzara gran éxito en sus estudios.

Pero el muchacho, que está ahora en la escuela secundaria, no ha demostrado gran habilidad en su trabajo académico; sin embargo, es hábil en el trabajo manual, pero tiene que afrontar las burlas interminables de su padre sobre su “estupidez”. Un tercer hombre se caso con una mujer hermosa y esperaba que sus hijas fueran hermosas también. Una de las niñas es extremadamente fea, sin embargo, y ya a la edad de diez años sabe que constituye una completa desilusión para su padre.

Todos estos ejemplos indican las distintas maneras en que los padres demuestran la falta de aceptación de sus hijos. Es un hecho que las cualidades que hereda un niño, “sus atributos físicos, aptitudes y muchas otras características” son el resultado del azar. Puede ser un genio o un idiota: los padres no pueden reclamar para sí mérito alguno si la primera posibilidad ocurre, ni sentir vergüenza si ocurre la segunda. La moraleja es sencilla: sus hijos son un don de Dios y los padres deben aceptar siempre a cada uno de ellos con espíritu de gratitud. De hecho, el padre virtuoso aceptará un hijo deficiente con gran gratitud, porque Dios le ha ofrecido una oportunidad de proporcionarle más amor, afecto y orientación de los que puede necesitar el niño ordinario.

Recuérdese también que el hijo es un individuo, con aptitudes que a veces los padres no pueden apreciar. Debe dejarse que el niño las desarrolle de la mejor manera posible. En su intento de saber por qué muchos niños dotados no trascienden en los estudios académicos, los investigadores han encontrado que sus padres a veces los han desanimado activamente. En un caso típico, un padre llegó a ser rico por medio de inversiones en bienes raíces y podía fácilmente darle una carrera universitaria a su hijo, quien tenía una gran aptitud para las ciencias, pero acusaba al muchacho de tratar de “darse aires” siempre que se discutía el asunto de la universidad. Gracias a él, el muchacho es ahora un inadaptado.

3.- No se rehúyan las tareas desagradables de la paternidad. “Ve con tu madre; no me molestes”, es un comentario hecho comúnmente por cierto tipo de padre. Vuelve del trabajo, cena y luego se hunde todas las noches detrás del periódico o frente a la TV. Cuando sus hijos buscan su ayuda para la tarea o cuando están ingobernables y se requiere la mano fuerte del padre, éste está demasiado “ocupado” para prestarles atención. Semejante actitud le dice a un niño que su madre es la verdadera figura de importancia en la familia, mientras que su papá es sólo un huésped que paga las cuentas.

No es justo que sus hijos gocen de todos los placeres de la paternidad, “jugar con sus hijos, enorgullecerse de su crecimiento” y que dejen a las madres todos los deberes penosos. Si deja de hacerlo, da a los niños la idea de que no apoya a la madre en sus esfuerzos por inculcarles buenas maneras y formas aceptables de conducta. De hecho, en los asuntos importantes en buen padre será probablemente el tribunal de última instancia. Y esto debe ser así porque su autoridad es más efectiva y su efecto más duradero que el de la madre.

4.- El padre debe mantenerse en comunicación con sus hijos. Los adolescentes dicen a menudo que no pueden hablar con sus padres sobre cuestiones que les preocupan. Este fracaso de comunicación generalmente proviene de uno de estos tres factores o de su combinación. El padre puede ser tan severo en su disciplina que aparezca como un dictador a los ojos de sus hijos; en el pasado, ha estado siempre “demasiado ocupado” para mantenerse en términos amistosos con sus hijos; o bien no ha dado a éstos la atención deferente que debía.

No hay que ser padres tipo Stalin; es más fácil educar a los hijos con amante ternura, pero con firmeza suficiente, y no con la fuerza bruta. Ya que los padres severos e inflexibles. Tal vez corrijan a sus hijos dentro de normas de conducta que no ofenda a nadie, pero, con frecuencia crean adultos amargados que no son nunca capaces de confiar plenamente en otro ser humano.

La segunda y tercera explicaciones posibles de la resistencia o incapacidad de un niño para confiar en su padre puede tener incluso peores efectos que la primera. En el primer caso, a pesar de que el padre sea u bruto insensible, su hijo puede al fin descubrir la evidencia de que su padre está interesado en su bienestar. Pero cuando éste no se interesa en el desarrollo del niño de manera efectiva, demuestra una completa ausencia de amor o interés.

Hay muchas cosas que los seres humanos prefieren mantener para sí, y probablemente está bien que así ocurra. El niño no debe sentir que tiene que descubrir sus más íntimos pensamientos y deseos. Pero debe saber que en tiempos angustiosos o difíciles tiene un consejero a quien acudir que simpatiza con él y lo ama. El padre cumplirá con este deber si hace el esfuerzo de tratar a su hijo con simpatía y cortesía y con una comprensión basada en el recuerdo de las dificultades, problemas, temores y aspiraciones de su propia adolescencia. El padre no debe poner a su hijo en ridículo; esto es lo opuesto de la comprensión, y probablemente cierre más puertas entre padre e hijo que ninguna otra acción.

Hay que reconocer que entender los conceptos es más fácil que aplicarlos debido a que tenemos hábitos prefabricados. La autoridad no es algo que se conquiste sin dificultad porque existen mucha invitaciones para dudar de su efectividad, pero estamos seguros que siempre se podrá mejorar, y sus hijos les brindarán esta oportunidad.
Parte de este escrito esta tomado del libro el Manual de la Familia Católica del Rev. Padre George A. Kelly.

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