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Chardin, el maestro de maestros, en el Prado

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El Museo del Prado presenta la exposición “Chardin”, una antológica dedicada a Jean Siméon Chardin (1699-1779), uno de los más relevantes exponentes de la pintura francesa del siglo XVIII y a quien Cézanne, Matisse, Picasso, Morandi y Lucien Freud lo consideraron su maestro. Estará hasta el 29 de mayo.


Pompas de jabón | Museo del PradoPompas de jabón | Museo del PradoAdemás, es la primera vez que se hace una muestra de este artista en España, donde sólo se conservan únicamente tres pinturas en el Museo Thyssen. Tras su paso por el Palazzo dei Diamante de Ferrara, la exposición llega a Madrid con 57 obras de este gran maestro del bodegón y de la pintura de género entre las que se incluyen algunas novedades respecto a las presentadas en la sede italiana

El recorrido de la exposición sigue un orden cronológico atravesando los aspectos más destacados desde los inicios de la vida artística de Chardin, en la segunda década del siglo XVIII, hasta los pasteles de los años setenta. El visitante se encontrará con muchas de sus más famosas creaciones junto a cuadros poco conocidos por tratarse de obras albergadas en colecciones particulares e incluso algunas identificadas recientemente.

El recorrido empieza con las naturalezas muertas y bodegones de la segunda mitad de los años 20, entre los que figura la célebre pintura La raya procedente del Louvre. Con esta obra ingresó en la Real Academia de Pintura y Escultura pero fue admitido dentro de una categoría menor, la de “Pintor de animales y frutas”. Es entonces cuando amplía su campo de intereses e introduce animales vivos en sus composiciones como reflejan dos de los lienzos del Museo Thyssen que se exponen en esta primera parte de la muestra, Gato con trozo de salmón, dos caballas, mano y mortero y Gato con raya, ostras, jarro y hogaza de pan.

La siguiente sección comienza con los bodegones de los años 30 entre los que figuran Un pato de cuello verde atado al muro y una naranja amarga o Naturaleza muerta con una jarra de loza y dos arenques. Seguidamente y de la misma década, se presentan tres versiones de la célebre serie Pompas de jabón.

Dama tomando el té | Museo del PradoDama tomando el té | Museo del PradoChardin no abandona jamás un género para dedicarse exclusivamente a otro, sabe renovarse, pero le gusta volver atrás a menudo y trabajar continuamente a varias bandas. Es también a partir de los años treinta, cuando influido por la pintura holandesa del siglo anterior, aborda las escenas de género.

Chardin capta el recogimiento de sus personajes y demuestra una grandísima habilidad para otorgar una serena dignidad a las simples tareas domésticas. Es evidente su evolución estilística en estas obras. Su pincelada se vuelve más vaporosa y las tonalidades suaves anuncian las de los pasteles del final de su carrera. Asimismo, deja de escoger a sus modelos entre el pueblo para centrarse en el entorno burgués de su segunda esposa. Con obras como La joven maestra de escuela, de la que se presentan tres versiones que se reúnen por primera vez, El niño de la peonza o La niña con el volante, Chardin alcanzaría auténtica popularidad en la segunda mitad del siglo XIX.

El tarro de albaricoques | Museo del PradoEl tarro de albaricoques | Museo del PradoA continuación, la exposición documenta los años 50 y 60 y su regreso a las naturalezas muertas, un género que había abandonado casi totalmente. Éstas se distinguen claramente de las de los años 20 por la multiplicación de las especies de animales de caza, variedad de frutas y de objetos (porcelanas valiosas o cristalería sofisticada) que utiliza. De esta época, se incluyen en la exposición la deliciosa La cesta de fresas salvajes, Vaso de agua y cafetera y Ramo de claveles, tuberosas y guisantes de olor en un jarrón, obra maestra de la National Gallery of Scotland. En estas obras la ejecución es más ágil, más lisa, y demuestran el interés de Chardin por los reflejos y las transparencias, la luz y las sombras.

La exposición finaliza con dos retratos en pastel, medio al que se ve obligado a optar por motivos de salud, abandonando la pintura al óleo, y con el que sorprende a todos en el Salón de 1771. Con estos pasteles queda patente su seguridad como artista y ponen punto final a su carrera.

Un artista único

“Uno se sirve de los colores, pero se pinta con el sentimiento”. Así describe el propio Chardin su forma de hacer pintura, creando obras muy distintas de las de los grandes pintores franceses de su siglo como Watteau, Boucher, Fragonard o David. El propio artista recuerda así su manera de concentrarse delante de los objetos que pintaba en sus bodegones: “Es necesario que me olvide de todo lo que he visto e incluso de la forma en la que otros han tratado estos motivos”.

Según palabras del comisario de la exposición, Pierre Rosenberg, director honorario del Musée del Louvre y el máximo especialista en Chardin: “Si tuviera que definir en una sola palabra sus naturalezas muertas, lo haría con la palabra `silencio´”. Y es precisamente ese silencio que emana de sus naturalezas muertas lo que le diferencia de la mayoría de los especialistas en este género, género considerado hasta entonces menor y cuyo reconocimiento en la centuria que vivió el pintor, benefició el auge de su personalísimo estilo.

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