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Las matanzas caseras de cerdos son cada vez menos frecuentes

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La costumbre de criar animales para consumo propio ha perdido peso

Si bien la sabiduría popular delimita con bastante claridad lo que podría considerarse la temporada alta de la matanza del cerdo (Polo San Martiño -11 de noviembre-, mata o teu porquiño o Ata o San Andrés -30 de noviembre- mata o porco se o tes), con la llegada del entroido también proliferan por buena parte de la comarca los sacrificios caseros de gorrinos.
Aunque, lo cierto es que poco o nada tiene que ver la manera en la que se lleva a cabo actualmente este ritual, tan presente dentro de la etnografía rural gallega, con el que se practicaba hace tan solo un par de décadas en la mayoría de aldeas de Outes, Lousame o Mazaricos. Los cambios que se han ido produciendo en los hábitos alimenticios y la mala consideración que, durante un tiempo, tuvo la carne de cerdo como fuente de grasas poco beneficiosas para la salud, han retraído en cierta manera el consumo de este tipo de vianda, principalmente entre aquellas personas más jóvenes. Ello ha provocado igualmente que muchos vecinos hayan perdido la costumbre de criar en el animal durante todo el año en sus casas recurriendo directamente a las carnicerías cuando necesitan de algún despiece en concreto.

Comprarlo ya cebado

Este extremo lo confirma el carnicero mazaricano Marcos Caamaño del Río: «Agora a xente apenas cría porcos nas casas. As novas xeracións prefiren comprar un xa cebado entre varios e compartilo. En moitas casas apenas xa se come diariamente deste tipo de carne, polo que cando precisan dalgunha veñen xunto nós e collen medio porco ou directamente compran a parte que necesitan».

Tampoco la reciente normativa sobre el cuidado, transporte y sacrificio de animales ha ayudado a clarificar el asunto de las matanzas domésticas con lo que la mayoría de los criadores optan ahora por recurrir a un profesional que les realiza todo el trabajo conforme a la ley. Es decir, procede a aturdir al animal antes de darle muerte minimizando su sufrimiento posibilitando además que se desangre lo antes posible.

Nada queda ya de las multitudinarias reuniones de vecinos para compartir los trabajos de la matanza, limpieza y posterior descuartizado del animal. Por no utilizar ya ni se usan los tradicionales carros del país para sujetarlo ni la hierba seca para chamuscarlo. Tampoco se juntan las mujeres de todas las casas para elaborar los chorizos, las morcillas o los tradicionales chicharrones, también llamados rinchóns en algunas zonas.
Autor:
xoán R. alvite
www.lavozdegalicia.es/

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