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Caravaggio: el pintor pendenciero Gilberto Prado Galán

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Caravaggio, como se sabe, cayó de la gracia de mecenas, papas y poderosos y atravesó en sus últimos años el doloroso túnel de una depresión que le llevó a la tumba.


Pendenciero e irascible el pintor Caravaggio asesinó a Ranuccio Tomasini como cruento reproche para saldar una vieja deuda. Hay varios cuadros de este padre de la pintura moderna donde aparecen personajes decapitados. Los más famosos tienen que ver con David y con Goliat y, sobre todo, con Juan el Bautista. En “David con la cabeza de Goliat” aparece el pintor metamorfoseado en ambos rostros: el Caravaggio joven (David) y el viejo (Goliat). Es una manera de generar un saludable exorcismo respecto del pasado. El joven, con un indisimulado dejo de tristeza, reprocha al viejo sus iniquidades, su ruindad humana. Aunque, hemos de decirlo, versiones enemigas afirman que David está inspirado en el amante masculino del pintor: Francesco Boneri. Se supone que el Caravaggio viejo se batió en duelo varias veces.
Era arisco, huraño, misantrópico y buscapleitos este artista barroco que muestra, en “La decapitación de San Juan Bautista”, obra localizable en Malta, los seis pares de ojos que observan la escena mientras el Bautista se dirige a nosotros con un gesto suplicante. Hay espectadores disímbolos en el interior del cuadro: cercanos a la escena (como Salomé quien sostiene el cesto donde habrá de ser depositada la cabeza del inminente decapitado) y un poco más lejos dos curiosos que se asoman por la ventana. Hay en el corpus de la pintura caravaggista dos prolongaciones de esta obra o guiños hipertextuales: “Salomé recibe la cabeza del Bautista” y “Cabeza del Bautista en manos de Salomé”. En ambos cuadros Salomé rehúye observar la cabeza del Bautista. Se dice que también habilitó el gesto autobiográfico en estas representaciones: el rostro del Bautista es una versión del rostro del propio Caravaggio.
Si observamos el “David con la cabeza de Goliat” pensaremos, por asociación de ideas o de imágenes, en el pasaje frente al Juicio Final en la Capilla Sixtina, donde David se encuentra a punto de descabezar a Goliat. Como en la obra de Caravaggio Miguel Ángel introduce el detalle de los mirones curiosos a un costado de la tienda de campaña. La indiscreción de esos ojos tiene como motor o móvil el morbo. Nosotros vemos la escena desde la perspectiva de varias miradas: la de David, la de los curiosos y la del propio Goliat a milímetros de ser ejecutado.
Caravaggio, como se sabe, cayó de la gracia de mecenas, papas y poderosos y atravesó en sus últimos años el doloroso túnel de una depresión que le llevó a la tumba. Claroscuros, realismo, tensión dialéctica entre la luz y las sombras, entre el sexo y la muerte, entre el alba y el crepúsculo de la noche son algunos de los ingredientes pictóricos de este genio que se marchó de la habitación del mundo cuando tenía sólo 38 años.
gilbertoprado@hotmail.com

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