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La sabiduría del saber esperar

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Narra un autor anónimo que había millones de estrellas en el cielo de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, moradas, etc. Un día que estaban inquietas, se acercaron a Dios y le propusieron «Señor, nos gustaría vivir en la tierra, convivir con las personas». Así será, respondió el Señor. Bajaron a la tierra y quedó maravillosamente iluminada.
Pero con el correr del tiempo las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste. ¿Por qué habéis vuelto? Les preguntó Dios. «Señor, nos ha sido imposible permanecer en la tierra, existe allí mucha miseria, violencia. Hay demasiadas injusticias». Dios les contestó: «¡Claro!, vosotras pertenecéis al cielo. La tierra es el lugar de lo transitorio. Nada es perfecto. El cielo es el lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfección». Dios verificó la cantidad de estrellas que habían vuelto y observó que faltaba una. Nos falta una estrella, ¿dónde estará? Un ángel que estaba cerca replicó: «Hay una estrella que decidió quedarse entre los seres humanos. Descubrió que su lugar está precisamente donde existe la imperfección, dónde hay límites, dónde las cosas no van bien, dónde hay dolor». ¿Qué estrella es esa?, preguntó Dios. «Es la esperanza, Señor, la estrella verde». Cuando miraron a la tierra, la estrella no estaba sola: la tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona.
La Esperanza es propia de la persona humana, propia de quien se equivoca, de quien no es perfecto, de quien no sabe cómo puede conocer el porvenir. (Anónimo).
A los profanos, los mecanismos de la economía y el comercio nos resultan un enigma imposible. No entendemos muchos de los avatares que en torno a este mundo de la economía suceden. No entendemos que un simple rumor haga caer los mercados y lleve a millones personas a la calle. No entendemos que el exceso de producción o de alimentos provoque más hambre en el mundo (A.L.García) Por otra parte nuestra fidelidad a Dios pasa por multiplicar y arriesgar los talentos recibidos. «Negociad mientras vuelvo». Hemos de empezar por reconocer y valorar nuestras cualidades. Hay gente rota, hundida, en depresión, sin levantar la cabeza por este motivo, «no vales para nada» oímos muchas veces. Frente a todo eso hay Alguien que si cuenta contigo, porque Él te quiere. Ha puesto en ti 'talentos'. Quítate los miedos, las dudas, y estúpidos complejos y ponte en camino. Puedes, debes hacerlo.
Hablando de talentos, este fin de semana, celebramos las Jornada por la Iglesia Diocesana. Un gran 'talento' que Jesús ha puesto en nuestras manos, no siempre limpias y muchas veces manirrotas, egoístas, pero también dispuestas, generosas, samaritanas y prestas a ayudar. Piensa en ello. La iglesia, casa de todos, cosa de todos.


JOSÉ LUIS SATORRE Y FRANCISCO MIRAVETE

/www.laverdad.es/

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