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Zapatero se enfrenta a su guerra nuclear

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El presidente Zapatero quiere asegurarse de que las centrales nucleares cierren obligatoriamente a los cuarenta años.
En el sector no lo entienden y la medida puede volverse en su contra.Definir por ley cuál es la vida útil de una instalación industrial es una extraña mezcla entre ingeniería y política difícil de explicar y, sobre todo, difícil de llevar a cabo”. Esta es al menos la opinión de un directivo del sector eléctrico ante el anuncio del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de que en otoño enviará al Parlamento una ley para definir la vida útil de las centrales nucleares.

“¿Cuál es la vida útil de un pantano?”, se pregunta este mismo directivo, quien asegura a continuación: “Cuando se construye una presa se sabe que ninguna obra es eterna, todas van siendo reparadas múltiples veces a lo largo de su vida, pero a nadie se le ocurre decir cuándo hay que derruir una presa, y menos en una ley”.

En medios próximos al Ministerio de Industria se asegura que una de las posibles opciones de la nueva norma legal sería suponer como vida útil lo que los técnicos denominan “vida de diseño”, es decir, el período de años para el que los ingenieros proyectan el funcionamiento correcto de una central sin grandes modificaciones. Sin embargo, en el sector se recuerda que las tecnologías han cambiado mucho en los últimos años y las eléctricas españolas pueden garantizar la vida útil de las centrales nucleares hasta los sesenta años sin mayores problemas de ingeniería. De hecho, algunas compañías como Iberdrola, propietaria del 50% de Garoña, pujan en estos momentos por la construcción o la renovación de instalaciones nucleares fuera de España.

También recuerdan las eléctricas y algunos partidos de la oposición que una ley se cambia con otra y que el pretendido blindaje del cierre de las centrales nucleares españolas cuando cumplan cuarenta años necesitará de un consenso político claro y muy prolongado en el tiempo, ya que el último cierre, con ese calendario, se produciría en 2028, año en el que es muy improbable que ZP esté en el Gobierno.

Años de polémica
De momento, el cierre de Garoña asegura años de polémica. Primero, porque aunque el cese de actividad de la central esté marcado mediante orden ministerial para el 6 de julio de 2013, su clausura no es cosa de dos días. El cierre de una instalación nuclear es un proceso complicado y largo. Hasta ahora en España sólo se ha clausurado una central, la de Vandellós I, en Tarragona, cuya actividad cesó en 1998 después de sufrir un accidente en su interior por un incendio.

El cierre ordenado de la instalación duró cinco años, hasta 2003, y ahora el reactor nuclear, ya sin combustible, que fue enviado a Francia hace más de diez años, continúa en pie, rodeado de una construcción para protegerlo de la intemperie, y así debe permanecer hasta 2028, año en el que los técnicos calculan que la intensidad radiactiva en su interior hará posible su manipulación para levantarlo de su emplazamiento actual y poder enviarlo de forma segura a un cementerio permanente de residuos nucleares.

Otra central que está en proceso de desmantelamiento es la de José Cabrera, en la localidad alcarreña de Zorita, que dejó de funcionar en 2006 y lleva por tanto tres años en proceso de desmantelamiento. En este caso, debido a que el reactor es mucho más pequeño que el de Vandellós y su tecnología es más antigua, lo normal es que cuando los trabajos de desmontaje del resto de la instalación lleguen a la zona llamada núcleo, éste pueda ser levantado de su emplazamiento con normalidad sin tener que esperar los 25 años que tendrá de reposo el reactor de Tarragona.

En José Cabrera el problema es otro. El combustible nuclear gastado que había en el interior del reactor cuando se decretó su cese de actividad en 2006 no puede llevarse a ninguna parte, porque en España no hay un cementerio permanente de este tipo de residuos, denominados de alta intensidad. En el caso de Vandellós se eligió alquilar unas instalaciones francesas y anteriormente otros residuos de Zorita fueron enviados al Reino Unido para siempre.

Ante la imposibilidad de sacar de las instalaciones el combustible, la empresa propietaria de la central, Unión Fenosa, hoy fusionada con Gas Natural, solicitó permiso al Ministerio de Industria y al Consejo de Seguridad Nuclear para construir unas instalaciones provisionales en las que almacenar estos residuos. Se trata de una plataforma de hormigón donde se van almacenando en contenedores los residuos. Su nombre oficial es Almacén Temporal Individualizado (ATI), al que irán saliendo las barras de combustible que ahora se enfrían en la piscina.

En el paisaje de la instalación nuclear de Zorita han aparecido seis grandes contenedores cilíndricos de cuatro metros de altura por tres de diámetro que llevan, como primera medida de protección, un relleno de 60 centímetros de hormigón entre dos capas de acero. En el interior se coloca otra cápsula de acero inoxidable también maciza en la que se guarda el combustible gastado a la espera de que el Gobierno decida dónde estará el Almacén Temporal Centralizado (ATC), denominado popularmente cementerio nuclear central.

¿Cómo se cierra una central?
En Garoña el problema va a ser muy parecido. De hecho, una de las razones que dan en el Ministerio de Industria para no hacer caso del Consejo de Seguridad Nuclear y cerrar la instalación en 2013 es que la piscina de almacenaje de combustible gastado estará saturada en 2015, por lo que mientras no haya un ATC funcionando a pleno rendimiento no se puede alargar mucho más la vida útil de la central.

Pero al margen del almacenaje del combustible gastado, cuya solución, según el sector eléctrico y el propio ministerio, debe estar decidida mucho antes de 2013, el cierre de una central nuclear tiene varios pasos importantes. El primero es el derribo de la central eléctrica auxiliar y la destrucción de los tanques de agua y de gasoil que abastecen a esta minicentral. Los dos siguientes suelen ser el derribo de los edificios de sistemas y administración y el desmantelamiento de la planta de alta tensión. Luego, de forma simultánea, se descontaminan las piscinas y los almacenes de grafito utilizados como controles de temperatura en el reactor. El grafito (una especie de carbón de alta calidad) se utiliza después en investigación y las piscinas se destruyen.

Por último, desaparecen el resto de las construcciones que rodean al reactor. Si éste tiene que pasar un período de reposo (llamado técnicamente latencia), se construye una protección a su alrededor y se le deja en su emplazamiento hasta que se reduzca su actividad radiactiva. Tras su traslado al cementerio, el paisaje de la zona donde hubo una central queda prácticamente como antes de que existiera.

En Zorita esta operación durará unos cinco años, aproximadamente, y durante este período de desmantelamiento la mano de obra empleada en la central es muy parecida a la que había trabajando en la instalación cuando estaba en funcionamiento. De hecho, en José Cabrera trabajaban 120 empleados de plantilla y 125 de contratas, y ahora, tres años después del inicio de su desmontaje, hay empleados 55 trabajadores en plantilla y continúan los 125 de las contratas, además de los empleos indirectos que se crean temporalmente para el desmontaje de instalaciones y el movimiento de escombros.

El cierre de Garoña, si realmente comienza en 2013, durará un plazo parecido al de Zorita, puesto que la tecnología es muy parecida y de la misma época. Sin embargo, el reactor de Garoña es mayor y es posible que necesite un tiempo de reposo. Si este plazo de latencia fuera el mismo que el de Vandellós, el desmantelamiento definitivo llegaría en 2043, pero no es probable.

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