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"La autoridad de los profesores no llegará como resultado de una ley"

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Andreas Schleicher trabaja como jefe de la división de análisis educativos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), con sede en París, así que es uno de los responsables de los informes Pisa y Talis.

El primero se ha convertido en sus tres ediciones en una especie de terremoto educativo internacional al comparar las capacidades de los alumnos de más de medio centenar de países.

El segundo ha preguntado sobre su situación a los profesores de 23 estados. Pero, sobre todo, Schleicher es un experto en cómo transformar la escuela y el instituto en algo atractivo para alumnos y docentes, en algo vivo y, a la postre, en algo habitable y funcional.

Schleicher (Hamburgo, Alemania, 1964) conoce bien la realidad educativa española. Sus defectos y su potencial. Además, es un experto optimista que cree en lo que hace y en lo que dice. Hoy participará en Madrid en la XXIV Semana Monográfica de la Fundación Santillana titulada Enseñar y aprender: ideas y prácticas del profesorado. El físico alemán ha preparado, a partir del informe Talis, el documento que servirá de base para unas jornadas que se prolongarán hasta el próximo viernes.

Pregunta. Muchos profesores españoles, y parte de la sociedad, se quejan de falta de autoridad en la escuela.

Respuesta. Los profesores necesitan autoridad, es cierto, pero esa autoridad vendrá del compromiso asumido de todos, no de forma automática, como resultado de leyes ni de normas. En el pasado era fácil: la escuela no tenía ningún otro competidor a la hora de impartir y regentar el conocimiento. Ahora hay muchos otros medios para aprender. Hay que conseguir que la escuela sea atractiva para los profesores y los alumnos. Motivar a ambos. A base de individualizar.

P. ¿Eso tiene que ver con el número de alumnos por clase?

R. No. Tiene que ver más con la capacidad de diagnosticar de qué pie cojea cada alumno, y de saber desplegar varias pedagogías simultáneas.

P. ¿En la misma clase?

R. Claro. Con más alumnos todo es más difícil, pero eso no es la clave. En Italia, por ejemplo, las clases tienen menos alumnos que en Finlandia, que funciona mejor. La clave está en otro sitio.

P. ¿Dónde?

R. En los profesores. En apoyar a los profesores para que éstos desplieguen sus capacidades. ¿Cómo estimulas a los profesores? Desde luego, no estando 25 años en la misma clase, con el mismo método. La clave es atraer a los mejores para que sean profesores. Y retenerlos en la escuela. ¿Cómo se hace eso?

P. ¿Con sueldos altos?

R. No. No sólo. Los salarios en España están bien. Se trata más de crear un buen ambiente. Y eso se consigue, entre otras cosas, dándoles más libertad profesional para elegir sus propios métodos. Esto no es una factoría, cada profesor es diferente, cada alumno, también. A un profesor no tienes que decirle lo que tiene que enseñar, sino mostrarle de lo que son capaces sus alumnos. Además, tiene que haber intercambios entre profesores. Ahora mismo, si hay un gran profesor en una escuela, nadie lo sabe. En Finlandia, mucha gente quiere ser profesor, y no por el salario, sino por otra cosa.

P. ¿Qué cosa?

R. Porque se trabaja en un ambiente en el que aprendes, en el que te desarrollas. Se les dice: queremos los mejores alumnos. Tú decides. Tú investigas, conoce a otros profesores, comparte experiencias, habla con ellos, discute. Así se consigue respeto a los profesores. Y en España hay muy buenos profesores y muy buenas escuelas. La cuestión es conseguir que todas sean tan buenas como ésas. Y la diferencia no reside en escuelas privadas o públicas, sino en la motivación de unos y otros: profesores y alumnos.

P. ¿Cómo se motiva a los alumnos?

R. Los estudiantes se desentienden de un conocimiento que no tiene que ver con su vida. Las escuelas, hace 100 años, constituían el espacio más moderno al que un joven podía ir: tenían libros, el más moderno utensilio de conocimiento. Ahora, la escuela está muy por detrás de la sociedad.

P. ¿Es una cuestión tecnológica?

R. La tecnología es una parte, pero no es la herramienta mágica. La clave está en personalizar, en individualizar. Los estudiantes de hoy quieren aprender, no que les hablen. Y dando más autonomía y responsabilidad a los profesores.

P. ¿Está usted de acuerdo con que la educación obligatoria se extienda hasta los 18 años?

R. Estoy de acuerdo. Los estudiantes deberían estar en la escuela hasta esa edad.

Mi duda es que creo que eso no se debe conseguir con leyes, sino con la motivación.

La escuela no es atractiva, por eso los chicos la quieren dejar.

Está bien: dejemos que se vayan. No, es al revés: tenemos que conseguir que se queden porque la encuentran atractiva. Tenemos chicos del siglo XXI, con profesores del siglo XX en escuelas del siglo XIX.

P. En el último informe Pisa España retrocedió en lectura. ¿Le preocupa eso?

R. No es alarmante. Son más determinantes las cosas de las que hablábamos antes: la motivación de los profesores, el atractivo mismo de la escuela.

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