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El siglo de las mujeres

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Hay muchas que estudian, se preparan, buscan y encuentran trabajo digno y deciden cada momento de sus vidas, saben gozar de su libertad.


Este primer decenio del siglo XXI me deja perpleja. Las voces más duras se han expresado con contundencia. Por una parte, la reacción clerical no deja dudas: las mujeres deben seguir en el lugar por ellos decidido. La sumisión es la consigna, y 18 estados las condenan a un silencio mortal.

Otra parte, la del narcotráfico, ni las nombra. Pero eso sí, las recluta como trofeo a su muy arriesgada vida, pues su única forma de entender el mundo es la violencia, misma que ejerce contra ellas de muy cruel manera. A las mujeres de los narcos las imagino cual “bellas marionetas”, obedeciendo solo órdenes de quienes tienen dinero —a fin de ser redimidas en un mundo en el que muchas, por más que se esfuercen, jamás las liberará de seguir siendo pobres—. Para ellas, la violencia parece ser su sino, pues tanto en una circunstancia como en otra, lo que reciben es la brutalidad de su insignificancia, por lo que el maltrato es su cotidianeidad. Con los narcos se engañan, creyendo que el glamour de viajes, joyas y ropa cara, son sinonimo de felicidad.

Los medios de comunicación delinean otras circunstancias: las de las amas de casa clase media. Jugando siempre a la casita, felices de comprar cebollas en oferta, en el mejor de los supermercados; practicando yoga, guiadas por expertos desde la televisión; llevando, en grandes y estorbosas camionetas. a los niños a cuanta actividad se inventa, para entretenerlos. Limpiando, barriendo y sacudiendo con tecnología de punta, encerradas en el balbuceo infantil, pasando la década en silencio, hasta que, al cumplir las cuatro, el fiel marido prefiere cambiar de afanadora. La salud mental les dictamina algún trastorno muy de moda, y hasta las hace sentir muy mal por no entender que esos cambios son “normales”. Que por favor, nadie les arrebate la felicidad de comprar ¡cebollas en oferta!

Hay otras muchas mujeres que estudian, se preparan, buscan y encuentran trabajo digno y deciden cada momento de sus vidas, saben gozar de su libertad y pueden ser, además, madres y esposas amorosas.

Y hay algunas más, que procuran espacios para la felicidad, al intentar que desde la igualdad, las mujeres mexicanas puedan encontrar su libertad, su propia voz. Ellas persiguen derechos para todas y todos, deseando una vida sin violencia, en el que este tránsito por el planeta pueda ser de alegría compartida, sin renunciar al pensar por cuenta propia.

Gracias a ellas, las niñas tienen educación y salud. Por ellas, la sexualidad femenina ha salido a la luz y dejado los prejuicios fuera de la escena. Por ellas, las mexicanas tienen derecho a votar y ser votadas, y por ellas, la democracia en México puede llegar a ser digna de ese nombre. Sin mujeres, la democracia es imposible.

Por un siglo de feminismo en México, reconozco y agradezco la inteligencia, el valor y la generosidad de las seguidoras del camino de Sor Juana, desde las inolvidables Rosario Castellanos, Griselda Álvarez, Cecilia, Graciela, Margarita, Marta, Marcela, María Elena, Teresa y tantas otras

*Licenciada en Pedagogia, especialista en estudios de género.

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