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Cerdà, leyenda urbana

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La figura de Ildefons Cerdà se ha construido a menudo a partir de ciertos estereotipos: desde el del utópico que ve como la burguesía voraz destrozaba su proyecto arcádico, al del visionario aislado enfrentado a una ciudad entera. Unos con más fundamento que otros, estos estereotipos son los que en parte trata de desarmar la tercera y última gran exposición que Barcelona dedica al creador del Eixample en el 150 aniversario del proyecto: «Cerdà y Barcelona, primera metrópolis. 1853-1897», la contribución del Museo de Historia de la Ciudad (Muhcb) al Año Cerdà.


Si las exposiciones de las Drassanes y del CCCB (última semana) se han centrado más en el proyecto y desarrollo del Eixample, la propuesta del Muhcb indaga sobre todo en el contexto histórico y social que hace posible el plan, cuando una ciudad moldeada por el régimen liberal, que apenas comienza su andadura como urbe industrial, abraza con convicción la idea de que su futuro depende de su capacidad de emprende un cambio de escala, de convertirse en «gran ciudad», según apuntaba ayer la comisaria de la muestra, Marina López.
Ciudad en aceleración
Es la misma ciudad en aceleración que impulsa las modificaciones legislativas que permitirán, por primera vez, que la administración sea agente activo de la transformación urbana; el contexto de la modesta reforma interior que en 1852 consigue la apertura de la calle Princesa es el mismo que luego permitirá, ya sin el cinturón asfixiante de las murallas, el gran salto adelante del «Eixample ilimitado». Es ahí, por ejemplo, donde se reivindica la figura decisiva del alcalde Santiago Luis Dupuy.
En esta línea, uno de los mitos que trata de desmontar la muestra es la del Cerdà «outsider», el mito del ingeniero lanzado en paracaídas por el Gobierno para imponer un proyecto rechazado por una ciudad que prefería el dibujo de Rovira i Trias. Ahí, se recuerda, sí hubo un claro enfrentamiento, aunque casi más de orden administrativo, competencial, que de «modelo de ciudad», como se dice ahora. «Si nos fijamos sólo en 1859, cuando Cerdà pierde el concurso convocado por el Ayuntamiento, sí que podemos hablar de enfrentamiento», reconocía ayer durante la presentación la comisaria, «pero al final se produce una convergencia de hecho». A la vez que el Ayuntamiento presenta recurso contra la orden del Gobierno, los propietarios extra murallas abrazan con convicción el proyecto. Con el proyecto encarrilado, el Eixample es imparable.
Otra de las falsas creencias que se desmontan en la muestra es la de un Cerdà avasallado por la codicia de los propietarios. Sin dejar de ser cierto lo segundo, emerge un Cerdà pragmático, al que se debe que en el trazado de las antiguas murallas no se crease un anillo de paseos arbolados, un «bulevar a la parisienne». Con un Cerdà en su apogeo, el ingeniero parcela y vende los terrenos a particulares. Cuando el Ayuntamiento quiere dar marcha atrás, ya es demasiado tarde y no hay recursos para pagar las expropiaciones. Este desenlace, que priva a la ciudad de un cinturón verde, llevaría luego a Cerdà a compensar con un primer diseño de plaza Cataluña, no prevista en su plano. En definitiva, una muestra para profundizar, y deshacer malentendidos, sobre Cerdà.

ÀLEX GUBERN | BARCELONA

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