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Cara a cara con Emilio Varela

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­Taciturno, malhumorado, esquivo, introvertido, oscuro, solitario... Así parecía ser. Pero así no era Emilio Varela (1887-1951). La prueba está en la exposición que le dedica la sala de la Lonja de Alicante en la que se pone de manifiesto que el artista alicantino tuvo una trayectoria luminosa, optimista, brillante, experimental... hasta que llegó la Guerra Civil. Esas múltiples caras, en las que parece que el espectador se enfrenta a una colectiva, son las que Emilio Varela. Pintor universal muestra a través de 238 obras.

Un paseo por esta exposición supone un recorrido por la propia vida del artista, considerado como uno de los grandes creadores del siglo pasado. Por un lado, porque el 80 por ciento de las obras se exhiben por primera vez, algo que abre un horizonte inimaginable sobre su producción artística, y por otro, porque cada cuadro habla sobre un momento de su vida, de su entorno, de sus inquietudes, de sus amistades. Seguir sus paisajes supone conocer sus viajes; dejarse guiar por sus propietarios anuncia su historia vital, y contemplar las diferentes técnicas pictóricas destapa su espíritu investigador y su capacidad de adaptación a cada época.

A todo eso, se añade una particularidad que deja fuera de toda duda su gran creatividad. La exposición recoge 41 autorretratos, de los 120 que se han localizado en esta interminable búsqueda de obras. La mayoría se encontraba en manos de particulares y también de la familia. Y es que el propio artista tenía en su casa una maleta con más de 50 autorretratos. La catalogación de este conjunto convierte a Emilio Varela en uno de los artistas que más obras de estas características ha realizado, si no el que más. Con sombrero, sin sombrero; taciturno, sonriente; realista, impresionista. ¿Vanidad? ¿Narcisismo? Nada más lejos de la realidad. Más bien, afán por experimentar sobre el rostro humano en el suyo propio.

De esta manera Varela se presenta a sí mismo con esas 41 pequeñas piezas. Una más de las previstas, finalmente, ya que uno de ellos se descubrió en el reverso de un cuadro procedente de los fondos del BBVA. En principio se seleccionó porque ofrecía una visión distinta del Castillo de Santa Bárbara y al revisarlo se vio que tenía pintado detrás un autorretrato, que al final se eligió por su calidad.

Tras los autorretratos, el paisaje. Y a sus obras acompañan escritos procedentes de anotaciones que Varela tomaba de revistas o libros, como Nietzsche, Gauguin y, por supuesto, Gabriel Miró, con párrafos que parecen dedicados a la obra de Varela. O quizás al revés.

Y es que la eclosión intelectual de los años previos a la Guerra Civil en Alicante reunió a algunas de las grandes figuras que ha dado esta provincia. La historia se remonta a 1915, cuando conoce el Valle de Guadalest y a partir de entonces comienzan las reuniones en la Masía del Molí, venta que alquilaba por temporadas Óscar Esplá. Allí accedían, eso sí, en burro, también Eduardo Irles, Juan Vidal, Gabriel Miró, Germán Bernácer.... y recibían la visita de Rafael Alberti, Jorge Guillén, Pedro Salinas. Eran, como se llamaban entre ellos, «amigos hermanos».

Por eso, sus familias guardaban muchas de las piezas. También en casa de algunos médicos de Alicante, algo que deja ver el carácter hipocondriaco de Varela. A algunos les daba obra como pago a la asistencia recibida. A otros, simplemente como regalo. Incluso una de ellas estaba en manos de su psiquiatra, Pablo de la Vega.

Soporte en cartón
Una relación que nos descubre otra curiosidad. Sus obras están realizadas en su mayoría en cartón. Y hay una producción importante que mantiene unos formatos fijos, 50 x 55. O la mitad. O una cuarta parte de esa medida. El motivo: el alicantino utilizaba las cajas en las que llegaban las placas para hacer radiografías desde Alemania, que los médicos le guardaban.

En este camino, se encuentran también dos cuadros dedicados a otros tantos periodistas: a Álvaro Botella, director de El Luchador, y a Emilio Costa, director de El Diario de Alicante, que se han recuperado y se exhiben juntos. O los dedicados a Clemencia y Gabriel Miró. O el único cuadro del que se sabe la fecha exacta porque con él ganó, en 1923, la Manifestación de Arte Valenciano que se hizo en el Retiro de Madrid. De hecho, Varela presentó cuatro obras a este certamen y todos los compró el Estado, motivo por el cual uno de ellos ha llegado a Alicante desde el Museo Reina Sofía.

La exposición incluye una reproducción del antiguo Ateneo de Alicante, en la calle San Fernando, que funcionó entre 1923 y 1937, como un espacio donde se realizaban conciertos, exposiciones, conferencias. Así, en la Lonja se puede pisar el mismo suelo, ver las mismas mesas y contemplar una gran fotografía en la que aparece Varela con el presidente de esta entidad, José Guardiola Ortiz, a la que acompañan en diferentes paneles otras imágenes del legado documental del pintor y del Archivo Municipal.

Y entre ellas, una muy especial. Cuatro amigas de Varela (Fina Millet, Lolita Marín, Ignacia Pastor y Carmen Raggio), retratadas en cuatro cuadros pintados en 1935 que se exhibieron en esa fecha y no se han vuelto a ver juntos hasta ahora, ya que vuelven a colgar juntos en la misma disposición de antaño. El artista realizó estos retratos a sus amigas, y también amigas entre ellas, para poder estar cerca de Lolita Marín, hija de un médico y profesora en una escuela en Vistahermosa, de la que estaba enamorado sin ser correspondido. De ellas, solo vive Carmen Raggio, con 94 años, que recuerda cómo Varela le hizo ponerse un chal porque le parecía «muy descocada». También dice que él era «muy feo» y que siempre hablaba de Picasso.

Tras la zona de retratos, la muestra se centra en la parte dedicada a bodegones e interiores. Ahí se han rescatado dos obras cubistas, dos rara avis, ya que solo se tenía constancia de una pieza de este estilo que está en propiedad de la Diputación.

El cierre lo ponen las obras sobre los alrededores de la ciudad. Y acaba su vida pintando árboles. Árboles con troncos retorcidos, en tensión, como reflejo de la soledad. En cierto modo, de nuevo, como si fueran autorretratos.

C. MARTÍNEZ

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