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Giotto, bajo otra luz (ultravioleta)

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Nada que ver con la difuminada opacidad y palidez actual. Cuando se enciende la lámpara de rayos ultravioleta, los murales que pintó Giotto en la capilla Peruzzi de la Basílica de la Santa Cruz de Florencia, considerados por sus contemporáneos la obra maestra del artista de Vespignano (1266-1337), revelan su verdadera esencia: una luz densa y definida, colores vivos y suntuosos, ricas decoraciones de las ropas, volúmenes de apariencia tridimensional, perspectivas espléndidas, posturas realistas, exquisitos detalles arquitectónicos y rostros expresivos.

El pintor reconocido por Dante en el Purgatorio como el discípulo que oscureció la fama del maestro Cimabue usó en esa obra, según explicaron ayer los expertos en Florencia, una técnica en seco, a la témpera, para intentar superar los límites del fresco. La solución no resistió el paso del tiempo, ni los continuos embates de la naturaleza y del hombre: entre otros, dos infiltraciones del agua del río Arno, varios retoques renacentistas al estilo del Ghirlandaio en el siglo XVI, y una brutal capa de pintura blanca que se colocó encima en 1714 y solo se levantó un siglo después, cuando Antonio Marini restauró la capilla con un criterio demasiado intervencionista, corregido en el siglo XX en un momento en que el conjunto estaba ya en un estado lamentable.

Los murales, encargados por el banquero Peruzzi al Giotto y situados en la capilla adyacente al altar mayor, cuentan, o contaban, las historias de San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Su fuerza quedó desvaída, incompleta, desaparecida. Las pruebas científicas, realizadas con una novedosa técnica de rayos UVA desarrollada en Italia y financiada por la Fundación Getty de Los Ángeles en colaboración con el Opificio delle Pietre Dure, han logrado explicar ahora por qué la obra de este genio, que se consideraba sólo un mero artesano, inspiró tanto a Miguel Ángel y anticipó el esplendor del Renacimiento.

Los especialistas afirman que el hallazgo obligará a los historiadores del arte a rehacer los estudios sobre la madurez de Giotto, y a revisar incluso la cronología de la capilla Peruzzi. La duda ahora estriba en saber si se podrá o no restaurar la obra y recuperar del todo su grandeza original.

La máquina proyectora de rayos ha realizado un diagnóstico no invasivo que es sólo un primer paso, han explicado los responsables de la iniciativa. El experimento ha permitido "capturar" la materia orgánica usada por el maestro para ligar los colores (témpera al huevo, caseína y aceite) y revelar "el imponente naturalismo y los detalles que dieron fama del original". Pero se calcula que el equipo de 34 personas, que trabajan tanto en la capilla Peruzzi como en la Bardi, pintada al fresco y por tanto no "visible" con la máquina, deberán pasar subidos en el andamio todavía dos años y medio.

Primero harán una exhaustiva recogida de fotografías y vídeos que se podrán consultar de forma virtual. Luego, nadie sabe qué pasará. De momento, faltan 200.000 euros para completar los materiales científicos y divulgativos y convertir la joya, recuperada ahora fugazmente para animar a las instituciones a implicarse, en patrimonio de todos.

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