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Las energías renovables crearán 2,8 millones de empleos en Europa

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La energía, por elemento invisible e intangible que es, suele relegarse a un segundo plano en nuestras preocupaciones cotidianas. Durante años se ha hecho un uso irresponsable de ella, sin preocuparnos siquiera por su origen. Sólo cuando ha faltado, cuando la casa se queda a oscuras, cuando no hay para calentarse o cocinar, sólo entonces se valora cuán dependientes somos de ella. En unos pocos años, muchas cosas han cambiado.
Ahora vemos a David Villa y al resto de la selección española de fútbol aconsejando que apaguemos la luz y los campos se han llenado de quijotescos aerogeneradores. Las fuentes convencionales se codean con las energías limpias y lejos del «que inventen ellos» nuestras empresas son bandera en el campo de las renovables. El Gobierno respalda decididamente las fuentes no contaminantes y la UE también encabeza la lucha contra el cambio climático con su 20/20/20, es decir, que se emita un 20 por ciento menos de CO2 que en 1990, se consuma un 20 por ciento menos de energía y se genere el 20 por ciento con fuentes renovables.
En este contexto, y con la crisis de telón de fondo, surgen críticas a la apuesta de nuestro país por las energías limpias. Se ha planteado la inversión en renovables como una inversión estéril, como un negocio ruinoso. Pero resultaría incongruente no defender a un sector que crea riqueza, innova y da trabajo y, sobre todo, porque ha llegado la hora de que el progreso no sea siempre a costa de la naturaleza. Los defensores de lo contrario argumentan en grandes líneas que cada megavatio producido por los fósiles cuesta 38 euros, frente a los 63 de la eólica (se ha hablado de 83, dato erróneo) y 460 de la solar. Cargan contra unas ayudas «desorbitadas» y de negocios con tintes especulativos. Pueden tener razón. Las nuevas energías algún día deben dejar la ubre del Estado, pero existen muchas razones para no menospreciar un sector puntero, que aporta uno de los pocos argumentos que podemos enarbolar como país para que las superpotencias sean las que miren hacia España y no al revés. Podemos exportar tecnología en renovables, en lugar de importar petróleo. Los grandes líderes mundiales se interesan por la transición de España de las fósiles a las nuevas fuentes. Hay multinacionales muy importantes con intención de invertir, también una enorme oportunidad de crear puestos de trabajo, 2,8 millones de empleos en Europa, según el sector. Eso por no hablar de que no cumplir con el Protocolo de Kioto y el compromiso europeo nos deja a la altura del betún.
Y respecto al precio de la energía, a fin de cuentas el dinero es lo que subyace tras casi todas las polémicas y disputas, esos 38 euros que cuesta la energía obtenida con combustibles fósiles serían sin duda más si las renovables no tiraran el precio hacia abajo. Son 38 euros que se van a esos países exportadores de petróleo, es decir, no se reinvierten en nuestro país. Y conviene no olvidar que esa cantidad de dinero no incluye los costes medioambientales que conlleva quemar otros combustibles fósiles. Por estas y otras razones, la apuesta de España por la energía limpia es una ventana abierta a un futuro mejor para la economía, el país, el empleo y el planeta.

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