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«La sobreinformación es la forma más moderna de estar desinformado»Manuel Vicent

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Manuel Vicent Escritor y periodista
Vicent reivindica el periodismo «testigo de la historia» frente al negocio que convierte la información en mercancía y espectáculo
«Recuerdo aquella noche de 1968 en que entré por primera vez en un periódico, el diario 'Madrid', a ver a un amigo. Un redactor jefe que se cruzó conmigo por casualidad en un pasillo me pidió que le mandara cualquier cosa, por ejemplo un artículo. En la redacción las máquinas de escribir sonaban como ametralladoras frente a un horizonte hipotético de libertad contra la dictadura. En el sótano zumbaba la rotativa como un telar. Escribí deprisa mi primer artículo. Se publicó al día siguiente y ese mismo día tuve llamadas de lectores que se manifestaban a favor y en contra de mi opinión. Desde el primer momento tuve la sensación de que había entrado en contacto con un elemento vivo, excitante, maleable, convulso...»

Con Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936), escritor y periodista abundantemente premiado en ambas facetas, columnista de 'El País' y autor de novelas como 'Tranvía a la Malvarrosa', se puede dejar que la grabadora reproduzca sus palabras íntegramente; todo comentario ajeno parecerá una interrupción, pero este diario no le tiene en plantilla por el momento. No obstante, uno de sus brillantes artículos, vestido ayer de lección inaugural del seminario 'Los periodistas, maestros del español', se presta a la cita extensa para una mejor reflexión en común.
Y es que ciertamente Vicent es uno de esos raros maestros capaz de aleccionar con el ejemplo -que no mediante doctrinas huecas- sobre el uso del lenguaje: «Hablar castellano es una determinada forma de respirar, y escribir castellano es también una forma de desangrarse», afirmó en San Millán de la Cogolla ante un auditorio presidido por la Princesa de Asturias.
Minutos antes, en la calle, al preguntarle la prensa si está justificado que los medios de comunicación vulgaricen el lenguaje para llegar a más gente -uno de los asuntos que se debaten en el presente encuentro-, recordó que fue precisamente en el monasterio emilianense de Suso donde «nació la lengua vulgar». «No sé lo que quiere decir 'vulgarización' -agregó-. Yo sé que un idioma es un organismo vivo que se está alimentando de todo lo que encuentra alrededor. Las lenguas crecen a raíz de las sensaciones vitales». «No hay palabra vulgar -abundó ya en su discurso oficial- si nace del genio del idioma como una nueva semilla de un árbol muy bien arraigado».
En esa condición sobre el necesario origen racional de las palabras y en su uso sujeto a lo que él llama «el imperio del verbo» sitúa Vicent la labor lingüística de los periodistas mil años después de Suso: «En la actualidad está germinando a nuestro alrededor un lenguaje nuevo, una forma virtual de comunicación -argumentó en referencia a las nuevas tecnologías-. Pero esta realidad virtual de comunicación que parece navegar libremente por el espacio electrónico seguirá sometida al imperio del verbo, que es la estructura más profunda del pensamiento, si en el futuro no se rinden los propietarios de las palabras y los testigos de la historia, que hoy todavía reconocemos bajo el nombre de escritores y periodistas».
«En el centro de la batalla»
Sobre su otra labor, la estrictamente periodística, también advirtió Vicent a sus colegas: «La curiosidad por saber qué pasa a nuestro alrededor puede que esté inscrita en la conciencia humana desde el inicio de la historia (...) Esta curiosidad, esta necesidad de estar informado se ha convertido en uno de los derechos humanos más perentorio y, dado que la información es poder, en uno de los derechos humanos más vulnerado. El periodismo está hoy en el centro de esta batalla».
«Hoy -añadió- la noticia se ha convertido en una mercancía más, que se vende con un determinado envase, se consume, se gasta, se tira a la basura o se manipula para convertirla en un instrumento de poder o se sobrecarga de fantasía para hacerla volar como la alfombra mágica. La sobreinformación es la forma más moderna de estar desinformado. La información constituye hoy una forma de comunicación y la comunicación ha terminado siendo un espectáculo y el espectáculo se ha convertido en un negocio y, en su fase más perversa, en un negocio degradado al servicio de las bajas pasiones del público que engordan la cuenta de resultados».
Todo eso y más enseñó ayer el maestro Manuel Vicent, además de recordar cómo el oficio de contar la actualidad le inoculó su veneno a través del tableteo de las Underwood en aquella redacción del 'Madrid', que terminaría siendo clausurado por el franquismo. Entonces, ahora y también en el futuro, concluyó, «la necesidad de estar informado será un derecho fundamental siempre amenazado por el que habrá que luchar todos los días hasta el final para sentirse vivo».

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