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Estar unas horas desconectado: ¿es necesario o contraproducente?

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El portátil, el correo electrónico y la conexión inalámbrica a internet son tres elementos clave para que el trabajo ya no sea patrimonio de una oficina. Se puede responder desde el transporte público o desde el hogar y se puede hacer a cualquier hora.


“Estar conectado todo el día es como decir a los demás que uno está muy ocupado, que es muy activo”, afirma Manolo Armayones, profesor de la UOC. Y eso haría que se perdonaran esas interrupciones en las relaciones cara a cara para prestar atención al teléfono. “Pero si no contestas de forma inmediata, por ejemplo, un correo o un mensaje, la persona que lo manda también puede interpretar ese silencio como una falta de atención, al saber que la otra persona dispone de un teléfono moderno que le avisa de inmediato cuando entra el mensaje y con el que puede responder en cuestión de segundos”, indica la psicóloga Eulàlia Hernández. La duda surge una vez escuchadas estas dos reflexiones, pues parece que tan mal educado sería el que corta una conversación o una comida para dedicar toda su atención al teléfono, como el que ignora el mensaje que acaba de entrar.

Estos dos psicólogos ven todas las posibilidades del mundo en las nuevas tecnologías, pero alertan de que llegará el día en que habrá que poner orden y fijar unos protocolos para no estar conectados las 24 horas del día y pendientes de esos aparatos. No se hace un uso excesivo, por ejemplo, con el teléfono fijo de casa. Hay unos horarios en los que se considera inapropiado realizar una llamada por esa vía. Con el móvil, sin embargo, parece no haber límites en el horario para mandar mensajes o sobre cuándo hay que hacer uso del aparato.

Armayones alerta de que unos aparatos, en principio, pensados para conciliar vida laboral con familiar corren el riesgo de convertirse en “herramientas que cada día nos esclavizan más”. Y recuerda una propuesta que prosperó entre los políticos de Ottawa para poner urbanidad y orden al uso de esas nuevas tecnologías. Acordaron que entre las siete de la tarde y las siete de la mañana no se mandarían mensajes por los teléfonos móviles, salvo casos de extrema urgencia. El objetivo: descansar durante unas horas de la cada vez más creciente dependencia de las nuevas tecnologías.

José Daniel Barquero, director de Eserp, advierte de estos peligros pero también habla de cambio generacional y de un antes y un después. “Si tú no lo haces, otros estarán dispuestos a hacerlo”, dice. Y recuerda que en Japón muchos trabajadores renuncian a las vacaciones o en EE.UU. se consolida una cultura del trabajo que se basa en la productividad: “Basta con ver qué pasa aquí con los comercios regentados por chinos o pakistaníes dispuestos a trabajar a todas horas. A veces, o te adaptas o te adaptan”.

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