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El Museo de Napoleón reabre sus puertas en La Habana

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LA HABANA.- Estos fondos, auténticos tesoros patrimoniales que vieron la luz como museo el 1 de diciembre de 1961, están instalados desde entonces en una antigua casona de estilo ecléctico que sobresale en una céntrica zona de la capital cubana.

La imponente infraestructura del centro ofrece, tres años después del inicio de las obras rehabilitadotas, una reluciente imagen en sus paredes, suelos, vitrales y las vidrieras que guardan algunas de las piezas de la millonaria colección, ahora con una redistribución de su diseño original.


La ceremonia que marcó el renacimiento del museo, tuvo como invitada especial a la princesa Napoleón, Alix de Foresta, viuda de Luis Marie Bonaparte, descendiente del rey Jerome, hermano menor del Gran Corso, como llamaban al emperador.

Ella donó un conjunto de piezas que son parte de una vajilla de la familia imperial, con el propósito de manifestar el testimonio de su estima por esta obra que calificó de “excepcional” y “su amistad con la isla de Cuba tan orgullosa de su historia”.

La princesa también animó a los admiradores de Napoleón en Europa a agregar la ciudad de La Habana en sus periplos turísticos por las islas mediterráneas de Córcega y de Elba, tras las huellas de la importante figura de la historia contemporánea, a pesar de que Bonaparte nunca pisó Cuba.

También recordó el origen de buena parte de la colección, fruto de la “pasión amorosa” del desaparecido millonario venezolano, Julio Lobo Olavarría, magnate de la industria azucarera cubana y gran admirador de Napoleón, que se trasladó a Estados Unidos tras el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro en 1959.

Objetos únicos

Entre los objetos únicos que ahora se muestran por primera vez en La Habana figuran la mascarilla mortuoria original de Napoleón I y un reloj de bolsillo, ambos traídos a Cuba por el médico personal del emperador hasta su muerte en 1821, el doctor Francesco Antommarchi, quien se radicó en la ciudad oriental de Santiago de Cuba.

El reloj de oro que marcó las últimas horas de Napoleón fue recibido en 1959 como regalo de bodas por el actual presidente de Cuba, Raúl Castro, quien lo entregó en depósito a los fondos del museo, según ha revelado el historiador de La Habana, Eusebio Leal.

Entre otras piezas que pueden despertar la curiosidad de los estudiosos, coleccionistas y visitantes figuran una lámpara que perteneció a la residencia que ocuparon Napoleón y su esposa, Josefina, una polvera y una cajita para el colorete, ambas de plata, que usó Hortensia, hija de la emperatriz, y la llamada “mesa de los mariscales”.

Un catalejo y la casaca que vistió Napoleón I cuando fue primer Cónsul de la república entre 1799 y 1804, fusiles, sable con empuñaduras de oro y nácar, cañones con piedras preciosas incrustadas como el coral, cascos, corazas de los distintos cuerpos de los ejércitos napoleónicos y utilizados en la revolución haitiana figuran en la muestra.

Restauración del recinto

Un equipo de conservadores integrado por arquitectos, pintores, carpinteros ebanistas, tapiceros, yeseros y otros especialistas del gabinete de Restauración y Pintura de Caballete de la Oficina del Historiador de La Habana, Eusebio Leal, se encargaron los últimos tres años de revitalizar brillo, tintes e imagen a la colección y el edificio.

Eusebio Leal ha defendido el aporte de este lugar al estudio, el conocimiento, y su relevancia como depósito de altos valores artísticos.

“No se trata de un monumento al principio de la conquista, ni un culto al militarismo; es una contribución al estudio de un hecho de relevancia universal que concierne a múltiples pueblos”, resaltó Leal recientemente.

El mobiliario de maderas preciosas y estilo imperio, las lámparas de cristal de bacarat, las cerámicas y porcelanas Sévres y parisinas, pinturas al óleo, objetos de plata y bronce, libros y el armamento que acumulaban el deterioro de años recibieron los retoques.

Pinturas que marcan la vida, así como las grandes y gloriosas epopeyas militares de Napoleón, realizados por los artistas franceses Louis Tocqué, Jean-Marc Nattier, Nicolás de Largillière y Hubert Robert, entre otros, se exhiben en este atípico centro.

Uno de los óleos de gran formato reproduce una estampa de Bonaparte en la que parece estar mirando al visitante con su pose característica: la mano entre su chaqueta y el vientre.

En otro cuadro se le ve rodeado de su séquito mientras planeaba la ceremonia de su propia coronación y el momento dramático de su muerte lo resume un cuadro que cuelga en la única recámara de la vivienda.

También hay retratos familiares, de sus hermanas Carolina, Paulina y Elisa y de la emperatriz Josefina Tascher de La Pagerie, quien llevó el apellido Bonaparte hasta que el caudillo se separó de ella en 1809.

Sin modificar las obras, los restauradores del recinto tuvieron que eliminar algunos bastidores dañados y maderas maltratadas, y en algunos casos retirar las huellas de materiales o procedimientos inadecuados.

En los amplios salones de la institución cuelgan cuadros al óleo de gran formato, grabados y esculturas inspiradas en Napoleón I y su trayectoria desde su comienzo como recluta hasta su fallida campaña en Rusia.

Sobre la arquitectura

Una primera mirada del visitante conduce obligatoriamente a la arquitectura de la edificación que fue el domicilio del político cubano-italiano Orestes Ferrara, quien la construyó a finales de los años veinte del pasado siglo.

La directora del museo, la historiadora de arte Gema Pérez, explica que en este museo resalta su arquitectura, además de representar un momento “lo más veraz posible de una época para aportarle realismo”.

Las primeras piezas de la exposición recuerdan hechos y personajes de la revolución francesa que comenzó con la auto proclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

Ese es el prólogo del recorrido histórico-cultural que propone esta singular instalación que atesora cerca de ocho mil piezas entre óleos, figuras de mármol, uniformes, militares, armas, esculturas, y porcelanas francesas de hace dos siglos.

De acuerdo con la especialista, el grueso del conjunto lo reunió el coleccionista privado, Julio Lobo, quien a los 17 años se aficionó cuando recibió como obsequio de un familiar allegado un manuscrito original de Bonaparte.

El color verde que prima en los tapices de los muebles, cortinas y paredes del comedor, era el preferido del Emperador de las grandes conquistas europeas que fue derrotado en la batalla de Waterloo (Bélgica).

Y entre los mayores retos de las obras restauradoras citó la biblioteca especializada que ocupa casi la totalidad de la cuarta planta del edificio, con casi cien metros cuadrados de superficie de madera, en la que fue necesario tratar especialmente los recubrimientos.

En sus estanterías de maderas cubanas como son el cedro y la caoba se guardan unos cuatro mil textos en inglés, francés y español que abordan los históricos episodios de la revolución francesa y la época del imperio encabezado por Napoleón. (EFE Reportajes)

cultura@eluniversal.com.mx

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