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El "Síndrome del emperador", más común entre los chicos

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Al contrario de lo que se piensa comúnmente, los padres no son los principales culpables del comportamiento rebelde, autoritario y exigente que presentan algunos hijos. La causa está mas allá, y radica en una personalidad más difícil de educar que la del resto de niños, la cual exige un sobreesfuerzo por parte de sus progenitores.


Chicos demasiado caprichosos, incluso tiranos con sus progenitores. Esta es una característica que aparece con más frecuencia entre los niños, aseguran algunos especialistas que ponen en tela de juicio que este tipo de comportamiento se relacione con la educación negligente.
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Un reciente estudio difundido por el Centro Reina Sofía, de España, indica que esta conducta llamada "síndrome del emperador", se detecta cada vez más entre los chicos.

Los expertos indican que la afección puede frenarse si se localizan y eliminan a tiempo sus síntomas durante el crecimiento. Así lo argumenta el profesor y experto en el tratamiento de la personalidad violenta Vicente Garrido Genovés en su libro "Los hijos tiranos"

CAUSAS GENÉTICAS Y SOCIALES.

El "síndrome del emperador" viene fijado en la configuración de los genes. Así, los afectados tienen una estructura cerebral que dificulta las relaciones afectivas y el desarrollo de la conciencia.

Esto se refleja en la utilización de las demás personas como objetos, para satisfacer necesidades impulsivas e inmediatas, sin importar las consecuencias. Son niños que nacen con más dificultades para aprender y sus padres necesitan hacer un esfuerzo mayor en su educación.

Asimismo, el autor indica que nuestra sociedad, con el consumismo exacerbado, fomenta rasgos que caracterizan a las personas con baja o nula conciencia, como la inmediatez, la impulsividad y la falta de culpa, lo que potencia la aparición de ese síndrome.

LOS SIGNOS QUE DELATAN A "UN EMPERADOR"

Para detectar a tiempo esta afección, hay que analizar el comportamiento afectivo. Si el pequeño apenas da muestras de apego, es necesario plantearse inmediatamente la posibilidad de que desarrolle este problema.

Otros indicadores son la violencia verbal injustificada, la desobediencia constante, las mentiras reiteradas, la agresión hacia objetos y personas, o la capacidad de manipulación. Son rasgos que no siempre suponen una señal de la existencia del trastorno, pero que están presentes en los afectados.

El niño, que cuando se manifestan los primeros síntomas suele ser muy pequeño, aún no tiene totalmente desarrollada la conciencia del bien y del mal, de ahí que cuando monta una pataleta por un capricho no satisfecho, hay padres que no son capaces de reconocer que esa actitud pueda ser un claro indicador de un tipo de transtorno más grave y buscan otras justificaciones fuera de la mente infantil.

MEDIDAS A TOMAR

Antes de echar la culpa a los padres, es necesario entender que están agotados y precisan ser fuertemente animados en sus tareas educativas, a través de programas complementarios a la educación paterna, mediante servicios de salud especializados.

Para prevenir el síndrome del emperador, la primera medida es darle al niño todo el afecto que requiera, sin escatimar ni una pizca.

Una vez que el pequeño es realmente "el rey de la casa", pero no en regalos sino en amor, Garrido propone estructurar su educación en varios pilares.

Ante todo hay que estar alerta para que no se nos pasen por alto los primeros síntomas de este trastorno. Una vez que se sabe reconocer los síntomas el consejo más importante sería no dejar nunca la autoridad en manos del niño, esta es una atribución exclusiva de sus padres, quienes deben establecer límites claros de comportamiento.

Garrido hace especial hincapié en que los niños que corren el riesgo de convertirse en "emperadores" deben estar en contacto con actitudes altruistas para que no se crean el centro del universo; enseñar al pequeño con claridad que toda acción, buena o mala, tiene sus consecuencia, reforzando los comportamientos positivos y, por último, dejar al pequeño que se equivoque y fracase para aumentar su tolerancia frente a la frustración.

Además es labor de los padres enseñar al niño a reconocer sus reacciones espontáneas, mitigando las negativas pero potenciando aquellas solidarias o que le llevan a comprometerse frente a los actos injustos que afectan a los demás, lo que el autor califica de "coraje moral".

Como explica Garrido, el crecimiento moral es la conquista de los impulsos egocéntricos, para abrirse al mundo y a las necesidades de otros.

En definitiva, los hijos deberían tener como modelo a seguir el altruismo, que define no sólo a las personas que se entregan a los demás de manera desinteresada, sino que son capaces de ver con certeza qué es lo correcto, tienen unos claros principios morales y su espíritu es positivo, lo que les ayuda a saber enfrentar los problemas sin desesperarse, sostiene el especialista.

Con una educación adecuada ante este síndrome, en la que los padres cuenten con el apoyo de profesionales -que no les atribuyan toda la culpa- y, sobre todo, con mucho amor, se puede prevenir que un niño se convierta en un "emperador" y de ahí en un adulto tiránico, que quizás pueda llegar a gozar de éxito y dinero pero que carecerá de un proyecto vital, lo que para Garrido es fundamental para desarrollarse como un ser humano pleno y con conciencia.

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