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El libro que revela cómo pensaba un Neandertal

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No se casaban, pero sí se enamoraban; eran empáticos; cuidaban a los enfermos de la comunidad y pensaban en la muerte. Esos son sólo algunos de los rasgos que una nueva reconstrucción antropológica ha arrojado sobre esta extinta especie.


PIENSE en un Neandertal. Piénselo tal y como le han enseñado las películas, los dibujos animados e incluso la historia oficial. En dos segundos aparecerá una figura típica y distinguible en su mente, equiparable emocionalmente con la de una pareja de la que no se tienen buenos recuerdos o la de un jefe tirano. Bruto, violento, incapaz de sentimientos más elaborados que el dolor físico, rudimentario y despreocupado de las aflicciones de los demás. Así se nos dijo que era cualquier individuo de esta especie de homínido desaparecida hace decenas de miles de años. Es por eso que el nuevo libro Cómo pensar como un neandertal resulta provocador incluso desde la primera línea, cuando dice: "Los neandertales eran personas prehistóricas que evolucionaron en Europa y que florecieron hace 200 mil a 30 mil años". Sí, personas, con todo lo que eso implica.

Es la expresión que prefieren usar los investigadores de la Universidad de Colorado, Thoms Wynn (antropólogo) y Frederich L. Collidge (sicólogo), después de hacer una exhaustiva revisión de lo que la antropología sabe, hasta ahora, de esta especie. Muy lejos de la bestialidad que se le ha atribuido, principalmente debido a su dieta casi estrictamente carnívora, la ciencia ahora sabe que su vida social y emocional era altamente desarrollada, y que en muchos aspectos no diferían mucho de nosotros, los humanos.

El tema recién comienza a salir a la luz. Los neandertales evolucionaron en Europa, provenientes de un homínido conocido como Homo heildelbergensis. Los seres humanos también descendemos de esa especie, pero de la porción que habitó Africa. La evidencia genética y fósil indica que ambos grupos se separaron por cerca de medio millón de años, lo suficiente para que se crearan diferencias, pero quizás no tanto como para que se convirtieran en especies completamente distintas.

Un fósil clave

Shanidar 1 no lo imaginó antes de morir (sí, podía imaginar), pero con los siglos se convertiría en uno de los neandertales más famosos de la historia. Fue precisamente este bien preservado fósil, encontrado en Kurdistán y que data de hace unos 50 mil años, el que vino a resolver una serie de dudas sobre las costumbres de esta especie. La primera y más obvia, que la vida que le tocó vivir era dura, muy dura.

Antes de los cromagnones, considerados hasta ahora los primeros hombres modernos, los neandertales se distribuyeron por Europa y el Medio Oriente, lo que habla de una de sus primeras dificultades: lidiar con el frío. Su dieta rica en carne los ayudaba, porque podían llegar a consumir cerca de 5.500 calorías diarias. Sin embargo, para conseguir alimentarse como necesitaban, los neandertales se diferenciaron del resto de las especies prehistóricas y fueron la única que se interesó por la caza de grandes bestias, como mamuts o rinocerontes, los que capturaban a costa de grandes dificultades. El cuerpo de Shanidar 1 así lo demuestra.

Al momento de su hallazgo, su brazo derecho parecía haber estado inutilizado no por días, sino por varios años antes de su muerte. Tenía signos de haber perdido el antebrazo completo mucho antes de su deceso, ya que no se encontraron restos de estos huesos en los alrededores. La bien cuidada amputación, por encima del codo, daba a entender no sólo que había sido realizada a propósito, sino que había tenido el tiempo necesario para cicatrizar. Un trauma semejante afectaba su pie derecho y su pierna: tenía roto uno de los huesos del arco del pie y esta fractura había llevado a que su tobillo se degenerara producto de la artrosis, ya que con seguridad tuvo que cambiar su forma de caminar debido a las heridas. A eso se sumaba una fractura facial que lo habría desfigurado parcialmente.

En ese estado, el hecho de que sobreviviera durante largos años significaba sólo una cosa: alguien había cuidado de él; alguien incluso había masticado su comida, preferentemente carne, para que él, sin dientes, pudiera tragarla.

Esto, según los especialistas, da cuenta del carácter estoico de los neandertales, que debieron acostumbrarse a soportar mucho dolor, derivado de su vida cotidiana, y aun así seguir con sus actividades. Pero más importante aún, que eran empáticos y cuidaban de los enfermos o heridos de la comunidad hasta que se recuperaran, a pesar de que no ganaran absolutamente nada con proteger a un individuo que, durante meses, no contribuiría con la alimentación de los demás.

No sólo de pan...

El matrimonio es, desde sus primeros registros rudimentarios, en el tiempo de los Homo sapiens, un acuerdo entre dos personas que cumplen con labores diferentes y que buscan complementarlas. Uno cuida el hogar, el otro caza; uno se hace cargo de los hijos y el otro de proteger las cosechas. Pero los neandertales no se casaban, porque no lo necesitaban, ellos no tenían una clara división de tareas. Hombres y mujeres salían a cazar animales, a pesar de que la evidencia fósil indica que las mujeres debieron haber realizado una parte más cuidadosa de la caza, porque terminaban con menos heridas que los hombres.

Pero todo indica que sí se enamoraban, algo que explica su forma de vida, basada en grupos pequeños, muchas veces compuestos por pocos adultos y varios niños, parecidos a una "familia", y el hecho de que los adultos se cuidaran entre sí.

Los hombres y las mujeres tienen fines evolutivos diferentes: para ellas, lo lógico es encontrar a un hombre que se haga cargo de sus hijos. Para ellos, encontrar a una mujer fértil con la que tener descendencia y luego pasar a otra. En este escenario, nada razonable haría que una mujer creyera que un hombre permanecería junto a ella. Nada convencería tampoco a un hombre de que sacrificar su libertad valdría la pena. Nada, excepto el amor, dicen los investigadores.

La ventaja los extinguió

Dos falsos testimonios se han levantado sobre los neandertales. El primero es que enterraban a sus muertos. La verdad, dicen los investigadores, es que sólo aprovechaban grietas o hundimientos de la tierra para dejarlos ahí. ¿Insensibles? Nada de eso. Que no los enterraran sólo indica que no creían en deidades o un tránsito mágico entre la vida y la muerte, pero el mero hecho de que los escondieran sí muestra, al igual que en otras especies más recientes estudiadas, que lamentaban sus muertes, y que era el dolor lo que trataban de evitar al sacarlos de los lugares donde pudieran verlos. Incluso especies menos evolucionadas sienten esto: las hembras chimpancé experimentan una emoción que la ciencia reconoce como angustia cuando pierden a un hijo y los chimpancés adultos parecen lamentar la pérdida de compañía.

El segundo, que no soñaban. De hecho, se había establecido que una de las grandes diferencias entre los neandertales y los Homo sapiens radicaba en esta capacidad, ya que se supone que gracias a ésta, los últimos desarrollaron el pensamiento creativo, muy distinto del rígido y repetitivo que caracterizaba a los neandertales. Pero no era falta de sueños. El problema era que al carecer de lenguaje complejo o de una memoria de corto plazo adecuada, no podían relacionar los eventos de los sueños con los de la realidad, por lo que no podían aprovecharlos para inventar soluciones nuevas a sus problemas.

Pero sí soñaban. Ya que los neandertales y los Homo sapiens compartieron un ancestro hace medio millón de años, su ciclo de sueño debe haber sido muy parecido al nuestro, con porcentajes similares de sueño de onda lenta y etapa REM, que es donde se producen los sueños. En todo caso, esto no debe haber sido nada de placentero, ya que sus sueños deben haber estado llenos de persecuciones, ataques, caídas de los árboles y oportunidades para ser devorados por animales. Así lo comprueban los estudios realizados en otras especies más recientes. Una investigación de los años 30, realizada con los Yir Yoront, un grupo de cazadores-recolectores nativos australianos, concluyó que los adultos de esa tribu tenían más sueños con animales y con agresión física que los norteamericanos estudiados.

Pero si los neandertales contaban con todas estas ventajas comparativas frente a otros grupos, ¿por qué se extinguieron? Hasta ahora se creía que habrían desaparecido frente a la inteligencia superior de los Homo sapiens, de quienes descienden los seres humanos, pero una nueva investigación de las universidades de Arizona y Colorado asegura precisamente lo contrario: que eran tan parecidos, que pasaron a formar parte de sus filas. "Es probable que los Homo sapiens les vieran como posibles compañeros sexuales", dice el investigador y coautor del estudio, Julien Riel-Salvatore. "Como consecuencia, en cierto plazo, se extinguió su población, fueron absorbidos". O sea, fue su propio nivel de evolución el que les jugó en contra.

por Jennifer Abate C. / Ilustración: Rafael Edwards

http://diario.latercera.com/

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