Ultimas noticias:




Mi amigo el volcán El volcán chileno

|

Hace algunos años, la ceniza de un volcán chileno en el Sur dejó una capa de cenizas muy perceptible en toda la Mesopotamia. La semana que pasó otra erupción semejante alarmó a Bariloche y a toda la Patagonia, obligó a suspender vuelos comerciales por escasa visibilidad y posibilidad de daño a las turbinas de los aviones pero pasó casi inadvertida en Entre Ríos, porque los vientos llevaron las cenizas al Uruguay y al mar.

El volcán chileno Puyehue desató su furia contenida.


Las erupciones volcánicas son naturales en la tierra y en casi todo el sistema solar, al menos en los planetas llamados “rocosos” y en algunos satélites de los gigantes gaseosos. En Marte, el monte Olimpo es el volcán más grande del sistema solar, inactivo desde hace millones de años. Es una mole 600 kilómetros de base y 27 kilómetros de altura, más del triple del monte Everest. Venus es el paraíso de los volcanes en el sistema solar, tiene unos 500.000, aunque no activos. La Luna está cubierta de inmensos campos de basalto.

Hace unos 2.000 millones de años, estaba 20 veces más cerca de la Tierra que ahora y era sede de una intensa actividad volcánica.

No había entonces hombres en la Tierra para contemplarla, pero habrá sido un gran espectáculo ver en primera fila una Luna de ese tamaño y en ella los fuegos artificiales de los volcanes en noches que por entonces duraban en nuestro planeta mucho menos que ahora.

En Marte, el monte Olimpo es el volcán más grande del sistema solar, inactivo desde hace millones de años.

Hay volcanes también en satélites de Júpiter y Neptuno: en particular, en Lo y Tritón. La sonda Voyager 1 permitió fotografiar en marzo de 1979 una erupción en Lo, mientras que la Voyager 2 descubrió en agosto de 1989, sobre Tritón, rastros de criovulcanismo y géiseres. Se conocen también críovolcanes en Encélado, satélite de Saturno.

Cuando un volcán se despierta
El lago Toba, en Indonesia está en el sur de Sumatra, una región entre las más volcánicas de la tierra. Tiene 100 kilómetros de largo y 30 kilómetros de ancho. Está rodeado de rocas de origen volcánico y fue la caldera gigantesca de un volcán.

Hay restos de las cenizas que arrojó su enorme estallido hace 70.000 años a tres mil kilómetros de distancia, en la India. Por entonces, esa región era habitada, y hay restos de actividad humana por debajo y por encima de la capa de cenizas.

La humanidad de entonces sobrevivió a una larga noche de cenizas, que forman una capa de hasta nueve metros, lo que significa que por alguna razón estaba mejor preparada que nosotros para resistir un evento de dimensiones enormes, 100 veces mayor que la explosión del Krakatoa en el siglo XIX.

La fumata de un volcán islandés.

La profundidad máxima registrada del lago Toba es de 550 metros, pero según otros datos podría ser de 800 metros en algunos puntos.

El lago Toba es el resultado de una explosión supervolcánica, la mayor desde hace dos millones de años, pero de ninguna manera la mayor de todas las conocidas por los paleontólogos.

La explosión esparció en la atmósfera 2.800 kilómetros cúbicos de material sólido como rocas y cenizas y pudo durar dos semanas.

La explosión afectó severamente la vida de Indonesia, y bien pudo producir la extinción masiva en todo el planeta. Algunos estudiosos, que se basan en el análisis del ADN mitocondrial que se trasmite de madres a hijos, estiman que la especie humana quedó reducida a unos pocos miles de individuos en todo el mundo, 10.000 o incluso 1000 parejas capaces de reproducirse. La humanidad era entonces una especie en peligro de extinción. En esas condiciones hubiera bastado una peste virósica para exterminarla y hacer que hoy no estuviéramos acá.

El humo del volcán del parque Yellowstone da señales de alerta.

La explosión produjo un prolongado invierno, con bajas de las temperaturas medias de hasta 12 grados en las zonas templadas, que duró seis o siete años. En 1817, la explosión del monte Tambora, también en Indonesia, aunque fue mucho menor que la del Toba provocó un famoso año “sin verano” en Europa, con una secuela de hambre y miseria porque no hubo cosecha ni alimentos. Por poner un ejemplo que ya se ha vivido, en la erupción del Tambora en 1815, la nube de cenizas de la explosión se expandió a más de 600 kilómetros de distancia, y la nube generada en 24 horas cubrió el sol durante dos días enteros.

A pesar de haber ocurrido en Indonesia, la explosión del Tambora formó en Francia una capa de cenizas de un centímetro. El ruido se escuchó a 5.000 km de distancia del volcán. Los piroclastos (piedra derretida) y las nubes de ceniza mataron a 12.000 personas, y en las islas vecinas murieron otras 49.000 por hambre, pues las nubes de ceniza destruyeron las cosechas.

El Toba produjo indirectamente la expansión de la raza humana a partir del Africa, y la repoblación del mundo con ese origen que se inició entonces y no ha terminado todavía.

Todos los humanos actuales, a partir de teorías generadas por la evidencia de la catástrofe del Toba, provienen de un mismo tronco formado por una población muy pequeña, que habría vivido en una época que concuerda con el evento de Toba.

Cuando el clima se normalizó, los humanos se expandieron a partir de África, primero al Oriente Medio, y luego a Indochina y Australia.

En 1815, la explosión del volcán Tambora liberó 160 kilómetros cúbicos de sólidos y provocó un año sin verano. Es con la del Krakatoa la erupción más conocida de los últimos siglos, pero lejos de las más potentes.

La Garita juega fuerte
La explosión volcánica mayor que se conoce hasta ahora es la de la caldera de La Garita, hace 27 millones de años expulsó 5.000 kilómetros cúbicos de material y cambió el clima de la Tierra.

El monte Fuji, en Japón.

El supervolcán que produjo este estallido monumental no era un monte cónico como los conocidos, sino una estructura plana de proporciones gigantescas que resulta prácticamente indetectable. Antes de entrar en erupción, la presión va aumentando en la cámara de magma hasta que el techo acaba por ceder y se rompe, permitiendo que la lava salga impulsada a gran velocidad hasta alcanzar la superficie, momento en el que se desintegra y explota con gran violencia.

Al salir con gran violencia millones y millones de metros cúbicos de magma incandescente, el suelo sobre el que se encuentra el supervolcán se hunde formando un enorme cráter que recibe el nombre de caldera. A menudo, estas estructuras son tan grandes que sólo se pueden observar desde el espacio ya que se puede caminar sobre ellas sin advertir qué significa el suelo que pisamos.

La caldera de La Garita, en las montañas Rocallosas, Estados Unidos, tiene un tamaño colosal. Mide 75 kilómetros de largo por 35 kilómetros de ancho.

El estallido no se puede comparar con nada conocido hoy, con ninguna explosión nuclear ni otro evento como terremotos o erupciones volcánicas conocidas.

La fuerza de La Garita fue como la de 1.000 bombas de Hiroshima por segundo (y duró semanas) y la nube de ceniza volcánica que se originó se elevó hasta los 40 ó 50 kilómetros. Todo rastro de vida en un radio de 100 kilómetros quedó destruido por completo.

En pocos días la masa de cenizas expulsada por La Garita se esparció por todo el mundo de modo que cambió el clima de la Tierra y provocó extinciones masivas.

Los sedimentos en forma de toba volcánica que se depositaron alcanzaron un volumen de 5.000 kilómetros cúbicos.

Un evento de esta naturaleza bien podría repetirse, por ejemplo en Yellowstone, que es la caldera de un gran volcán, que guarda memoria de lo que fue con sus géiseres que hacen el encanto de los turistas, y que estalla regularmente a períodos de unos centenares de miles de años.

Hay supervolcanes en Indonesia, Nueva Zelanda, Sudamérica, Escocia y Estados Unidos, la mayoría están extinguidos. La última erupción de este tipo fue la del lago Toba.
En Yellowstone hay un supervolcán activo en cuyo interior está aumentando la presión constantemente y que ya estuvo activo en dos ocasiones: 2,2 millones de años y 600.000 años.

Una explosión de este tipo arrojaría al aire azufre que se trasformaría en contacto con el aire y el agua de la atmósfera en ácido sulfúrico. En la estratosfera, ya libre de nubes o lluvia que los pudieran expulsar, se mantendrían allí durante años y años, creando un velo que redireccionaría la luz del Sol lejos de la Tierra y causaría un descenso notable de las temperaturas. Algo de alguna manera similar a lo que pasa con la atmosfera de Venus, que contiene ácido sulfúrico y tiene capacidad para reflejar el 70 por ciento de la luz incidente del sol.

Una explosión en Yellowstone como la que algún día se producirá haría caer la temperatura en las latitudes altas de Europa y Norteamérica en alrededor de 12 grados y hasta 15 en los trópicos. Los monzones del suroeste asiático desaparecerían y con ellos las lluvias y las cosechas.

Una catástrofe de 250 millones de años
Hace unos 250 millones de años, en la transición del Paleozoico al Mesozoico, tuvo lugar un desastre en que desaparecieron en unos pocos miles de años el 85 por ciento de las especies marinas, entre ellas los trilobites, y el 70 por ciento de los vertebrados terrestres y hasta los insectos se extinguieron casi por completo.

Una teoría atribuye el daño a la caída de un asteroide y otra a un supervolcán que estalló en Siberia, basados en que enormes extensiones de plataformas basálticas datan de esta época.

Por las grietas de la corteza terrestre, junto a la lava, se habrían escapado gases magmáticos que habrían afectado a la composición química de la atmósfera.

Compuestos de azufre y de carbono, combinados con el vapor de agua atmosférico, pudieron provocar lluvias de ácido sulfúrico y carbónico que envenenasen la vegetación marina y continental. Además, las erupciones volcánicas pudieron provocar cambios térmicos violentos difíciles de soportar. Al principio el clima se enfriaría bruscamente debido a la oscuridad provocada por el polvo y por las nubes sulfatadas, producto del anhídrido sulfuroso volcánico.

El dióxido de azufre se oxida a anhídrido sulfúrico y forma gotitas de ácido sulfúrico (H2SO4) que amarillean y oscurecen el cielo, haciendo sombra y enfriando la superficie.

Luego la atmósfera se aclararía y se registraría un calentamiento brusco, debido al efecto invernadero causado por la alta cantidad de anhídrido carbónico arrojado la erupción.

Como sea, se produjo entonces una extinción masiva que afectó a más del 90 por ciento de los seres vivos .

Después de esta extinción pasaron tres o cuatro millones de años de gran inestabilidad biológica, como atestiguan anomalías que afectaron al isótopo pesado del carbono, el carbono 13.

Vulcanismo
El vulcanismo, de él hablamos en sus momentos más ruidosos, fogosos y brillantes, consiste en la salida desde el interior de la Tierra hacia el exterior de rocas fundidas o magma, acompañada de emisión a la atmósfera de gases. El estudio de estos fenómenos y de las estructuras, depósitos y formas que crea es el objeto de la vulcanología.

El magma y los gases rompen las zonas más débiles de la corteza externa de la Tierra o litosfera para llegar a la superficie. Estas debilidades se encuentran sobre todo a lo largo de los límites entre placas tectónicas, que es donde se concentra la mayor parte del vulcanismo.

Cuando el magma y los gases alcanzan la superficie a través de las chimeneas o fisuras de la corteza, forman estructuras geológicas llamadas volcanes, de los que hay varios tipos. La imagen clásica del volcán, ejemplificada por el monte Fuji Yama de Japón o por el monte Mayon de Filipinas, o el Chimborazo en Ecuador, es una estructura cónica con un orificio (cráter) por el que emiten (si está activo) cenizas, vapor, gases, roca fundida y fragmentos sólidos, con frecuencia de manera explosiva. Pero en realidad, esta clase de volcanes, aunque no son infrecuentes, supone menos del uno por ciento de toda la actividad volcánica terrestre.

Un volcán es una fisura en la corteza terrestre sobre la que se acumula un cono de materia volcánica. En la cima del cono hay una chimenea cóncava llamada cráter. El cono se forma por la deposición de materia fundida y sólida que fluye o es expelida a través de la chimenea desde el interior de la Tierra. El estudio de los volcanes y de los fenómenos volcánicos se llama vulcanología.

Algunas cuencas enormes, parecidas a cráteres, llamadas calderas y situadas en la cumbre de volcanes extintos o inactivos desde hace mucho tiempo, son ocupadas por lagos profundos, como el lago del Cráter, en Óregon , o por llanuras planas, como el amplio valle Caldera en el norte de Nuevo México, ambos en Estados Unidos.

Ciertas calderas son resultado de explosiones cataclísmicas que destruyen el volcán en erupción; las islas volcánicas de Santorín, en Grecia (que algunos relacionan con los raros fenómenos que narra la Biblia cuando el cruce del Mar Rojo), y de Krakatoa, en Indonesia.

Muchos volcanes nacen bajo el agua, en el fondo marino. El Etna y el Vesubio empezaron siendo volcanes submarinos, como los conos amplios de las islas Hawai y de otras muchas islas volcánicas del océano Pacífico.
www.aimdigital.com.ar/

0 comentarios:

Publicar un comentario

Las opiniones escritas por los lectores de este blog serán de su entera responsabilidad. No se admitiran insultos ni ofensas, ni publicidad o enlaces a otros blogs, de lo contrario se podrán eliminar sin previo aviso.

 

©2009 El buscador de noticias | Template Blue by TNBPolítica de Privacidad