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Un libro sigue los cambios en devoción y simbología del Santo Niño de Atocha

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La devoción por el Santo Niño de Atocha, desde sus orígenes en España hasta convertirse en símbolo de la inmigración mexicana en EE.UU., es el centro de un estudio del historiador Juan Javier Pescador publicado por la Universidad de Nuevo México.

En "Crossing Borders with the Santo Niño de Atocha", Pescador, de origen mexicano, investiga las transformaciones sufridas tanto en la simbología como en la veneración del Santo Niño, que en América se desgajó de la de su madre, la Virgen de Atocha, antigua patrona de Madrid y protectora de la familia real española.

"Cuando era niño, mis padres solían llevar a la familia al Santuario del Señor de los Plateros, sitiado en medio del desierto a las afueras de Fresnillo, en Zacatecas (México)", donde se veneraba al también llamado "El Tejanito", "El Morenito", y "El Santo Niñito", según recuerda Pescador.

El historiador recuerda que su madre le pedía que curara a su hermano enfermo de sida, que protegiera a su padre, conductor de autobuses, que los embarazos en la familia llegaran a buen término, y por muchas otras preocupaciones personales y familiares.

Años más tarde, Pescador se sorprendió al descubrir que el mismo Niño de Atocha que veneraba su familia era tema de numerosas investigaciones académicas y obras de arte popular y que su imagen se hallaba en librerías de la Nueva Era y herbolarios, así como en propaganda del movimiento pro-vida.

Así surgió la idea de investigar las diversas transformaciones tanto en la imagen del Santo Niño como en su veneración.

El estudio reseña como la devoción por la Virgen de Atocha, de origen medieval se afianza en el siglo XVI, convertida en Protectora de la Familia Real y de la monarquía española, y cruza el océano durante la colonización de América.

Según explica Pescador, durante la primera década del siglo XVII, se le encomienda a Fray Juan de Escajedo expandir la veneración de la Virgen de Atocha en las nuevas tierras.

Un siglo más tarde, en 1704, un terrateniente español construye un santuario cerca de Fresnillo, Zacatecas, donde se sitúa una pequeña imagen de la Virgen de Atocha y el Santo Niño.

Al poco tiempo, el Santo Niño se convierte en la figura principal de devoción, en lugar de su madre.

Según Pescador, en 1848 se difundió una novena con ilustraciones que dejaban a un lado los símbolos de la monarquía española y destacaban del Niño su condición de viajero.

Su imagen y devoción recorrieron entonces el Camino Real de Tierra Adentro, desde Zacatecas hasta Santa Fe de Nuevo México (EE.UU.), instalándose en los hogares a lo largo del azaroso camino.

Por su historia peregrina, el Santo Niño se convierte en protector de los viajeros, los desvalidos, los soldados lejos de sus hogares y los que cruzan fronteras.

Según Pescador, la imagen del Santo Niño se ha consolidado en las últimas décadas como símbolo de los inmigrantes mexicanos en EE.UU. y no solo en la zona de la frontera.

La devoción al Santo Niño, según el autor, se consolida porque sus seguidores le piden protección ante los peligros y cambios drásticos que implican sus nuevas vidas y, al mismo tiempo, representa su lealtad hacia la cultura mexicana y su hogar ancestral.

Pescador incorpora a su estudio recuerdos familiares, entrevistas, oraciones, fotos y dibujos asociados a la tradición devota.

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