Su obra lo coloca en la actualidad como el más sólido escultor de nuestra plástica.
POR IRMA DE LUJÁN
Luis Díaz ha creado su obra para Guatemala. Artista en el sentido clásico de la palabra, ha realizado una obra con la que podemos considerarlo un poeta visual. En su evolución, ha realizado numerosos modelos para experimentar los posibles niveles interactivos del significante (forma) y el significado (contenido). Ha hecho, de esta manera, que coexistan categorías de diferentes signos lingüísticos, extraídos del campo de su gráfica o de su pintura. Díaz ha logrado ampliar el campo semántico de la poesía escultórica. El mejor ejemplo lo encontramos en su extraordinaria obra José León, en donde resuelve la fenología del ideograma, logrando que la dura tragedia del contenido se convierta en pura belleza. Sus esculturas podrían ser una ecuación de la línea que resuelve en el espacio, basándose en la pureza y el rigor de la forma, como en la escultura Cubo. En esta escultura, donde la luz pareciera que nace de las superficies y los espacios vacíos, los cuales en esta obra también son estructuras, el artista lleva las formas y el movimiento más allá del puro formalismo.
Larga y tenaz ha ido la formación de Luis Díaz, formación que se refleja en la sobriedad de su escultura, la cual recuerda las palpitaciones del hombre primitivo, pero el que conquistó la luna. Díaz, con tesón, ha trabajado alrededor de una búsqueda o una praxis conceptual en donde analiza el origen de su escultura. Una fenomenología que funde la metáfora conceptual del símbolo y sus complejas dimensiones. Áurea de conciencia, este es el origen de su escultura. La fuerza de su iconografía parece una revelación del hombre, de la memoria genética que llevamos adentro como la sangre o la muerte.
Díaz es de los pocos escultores abstractos en Guatemala. Por su compleja obra ha tenido que luchar en medio de una casi total incomprensión, pero su calidad ha logrado imponerse. La escultura Cubo es un ejemplo en donde muestra el rigor formal de las resoluciones plásticas que lo definen. Cubo es el logro de crear la simultaneidad del movimiento, obra en sí formada por tres segmentos de un cubo, los cuales pueden cambiar de posición según el criterio analógico que la estudia. Esta obra es una tentativa positiva de lo que hoy se denomina en escultura la cuarta dimensión o una simultaneidad visual. La obra de Díaz ha mantenido una raíz interior donde arde el gesto y la peripecia humana. Sus esculturas en madera mantienen la expectación del desgarro, la incisión del vacío, que es también volumen complementario, y la serenidad, en cierto modo, de una plástica muy meditada en la consumación de las proposiciones definitorias, en homenaje a las formas primigenias e incluso de protesta, que se enciende en la materia.
Luis Díaz es un escultor de buena ley, con hondura y profundas raíces vitales, cuya andadura merece una prolongada atención. En toda su obra brota su impronta y la ambición de su pulso, para que el volumen y tacto de sus esculturas respondan a su idea de integridad expresiva. Citando a Piet Mondrian, Díaz trata de “proporcionarnos unas vías de estructuración a la conciencia individual”. Luis Díaz se presentará siempre como un enigma interpretante e interpretable. Mantiene el interés creciente por las nuevas visiones del arte y de las posibilidades de la estética actual.
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El escultor Luis Díaz
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