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El oro de Yamashita

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En la ciudad de Manila todavía se conservan restos del antiguo pasado español. Entre ellos, los del Fuerte Santiago, un precioso edificio colonial levantado en el siglo XVI, que fue testigo de innumerables acontecimientos históricos. Allí estuvo cautivo el héroe nacional, José Rizal, antes de su “romántico” fusilamiento, y durante la Segunda Guerra Mundial sus mazmorras acogieron también a prisioneros de guerra norteamericanos, cuyo destino fue igualmente trágico.

Pero hubo algo más en el Fuerte Santiago. O, mejor dicho, bajo el Fuerte Santiago. Lo que era la antigua ciudadela está horadada por una intrincada red de túneles subterráneos, construidos durante la época colonial española. De ello tuvieron conocimiento los japoneses al invadir el archipiélago en 1941, y su descubrimiento daría pie a una de las leyendas más sugerentes de la actual Filipinas. Según esa misma leyenda, parte de la inmensa fortuna del dictador Ferdinand Marcos procedía de un supuesto tesoro que los japoneses habían enterrado allí a principios de los años 40.

¿Supuesto? Tal suposición tiene bastantes visos de ser cierta, fundamentalmente, porque hay documentos que así lo atestiguan. A finales del siglo XIX y principios del XX, el Japón “Meiji” empieza su expansión por el Pacífico. Guerras chino-japonesas, ruso-japonesa y el dominio asfixiante de Corea -cuyo pueblo aún hoy guarda un gran resentimiento hacia sus antiguos dominadores- hicieron que el país del Sol Naciente amasase una enorme cantidad de oro, piedras preciosas y obras de arte. Tras el ataque a Pearl Harbor y las consecuencias que de ello derivaron, los nipones se dieron cuenta de que debían poner a salvo todo lo que habían expoliado, y eligieron Luzón como “isla del tesoro”. Además, ingenieros japoneses excavaron galerías subterráneas en otras tantas islas, ocultando allí cofres y cofres inventariados como tales, pero sin detallar su contenido. Los operarios que llevaron a cabo estos trabajos fueron posteriormente ejecutados, para que nadie pudiera revelar jamás su ubicación. Al frente de todo ello estaba uno de los príncipes de la casa imperial, secundado fielmente por el general Yamashita, hombre fuerte del Imperio en Filipinas. Ambos formaban parte de una organización secreta denominada “Lirio Dorado”, encargada de gestionar semejante botín.

A partir de la capitulación de Japón en 1945, la pista se pierde. La CIA capturó al chófer de Yamashita quien, antes de morir tras una semana entera de torturas, acabaría por revelar la ubicación exacta de alguno de los escondites. Otros los encontraría la gente de Marcos, y hasta se ha dicho que la “yakuza” -la célebre mafia japonesa-, habría dado con el paradero de alguno de estos lugares. Se ignora la cantidad de oro que Japón escondió en Filipinas, pero las fuentes más optimistas hablan de cientos de miles de millones de dólares. Así como suena, cientos de miles de millones de dólares. Y, que se sepa, aún no ha aparecido nada, al menos oficialmente… ¿Se apuntan a un viajecito a Filipinas?

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