Después de ocho años de investigación y 14 libros publicados, el sicólogo estadounidense Robert Epstein elaboró una teoría que remece la forma en que vemos el amor en Occidente. Sus criterios y ejercicios, según él, enamoran a seis de cada 10 parejas. Incluso si son desconocidos.
A John Cusack le perdonamos todo. Menos "Señales de amor". Le perdonamos que en Say anything le dedicara a Ione Skye una de las canciones más cursis de Peter Gabriel, In your eyes, porque era un adolescente inexperto. En "Alta fidelidad" lo entendimos cuando trata de recuperar a la mujer que ama hablándole de su ropa interior vieja y deslavada; porque es Cusack y sabemos que lo dice como un cumplido. Pero no le perdonamos "Señales de amor".
Verlo en la tienda Bloomingdale's enamorándose de una tipa que -oh, sorpresa- también quiere comprar el último par de guantes disponible, es incómodo. Que se separen esperando que el destino los reecuentre y que se vuelvan a topar cuando ambos están por casarse, es demasiado predecible. Y que todo termine en Bloomingdale's comprando guantes para celebrar el aniversario, es dolorosamente cliché.
En "Serñales de amor", Cusack es el príncipe azul que Hollywood y Disney venden porque saben que funciona. Y molesta, principalmente, porque evidencia la idea que tenemos del amor en Occidente: el hombre perfecto que aparece gracias al destino, una mujer esperándolo y la felicidad eterna. Sólo por el hecho de haber encontrado a "esa" persona.
A Robert Epstein ese concepto le molesta tanto como "Señales de amor" a los fanáticos de "Alta Fidelidad". Porque es irracional, irreal y basado sólo en mitos. Para el sicólogo estadounidense, doctorado en Harvard, profesor de la U. de California en San Diego, autor de 14 libros sobre sicología y editor adjunto de la revista Scientific American Mind, los occidentales perdemos el tiempo -y nos divorciamos más- por culpa de los clichés amorosos con los que nos criaron. Por eso lleva ocho años investigando una tesis que remece la forma en que vemos el amor en Occidente: como un sentimiento que simplemente "llega" y que se apodera de nosotros y nos impide controlarlo.
La teoría de Epstein suena mucho más conveniente: uno puede aprender a enamorarse de quien quiera y, acá lo más interesante, hacer que la otra persona se enamore de uno también. Sólo hay que olvidarse de la utopía de la media naranja y, como en Oriente, enfocarse en aclarar desde un principio lo que buscamos y lo que tenemos para ofrecer. Si esos aspectos coinciden, es posible que el amor se produzca. Sólo es cosa de tiempo.
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