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Arturo Montoto, monje de las artes plásticas

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Tuvo 16 años de estudios de su larga carrera, casi como los monjes, suele repetir con fino sentido del humor. Al final se quedó con las frutas y los objetos con aires sugerentes, la literatura y su obsesión por los títulos.

Arturo Montoto, cubano, de la occidental provincia de Pinar del Río, hijo de zapatero, se inscribe tal vez en la desobediencia armoniosa de las artes plásticas. No para marcar simples rupturas, sino con la divisa de trascender dentro de sí mismo.


No se trata de egoísmos ni tampoco de caprichos de la pintura o la escultura de este hombre inquieto, agudo y transparente en sus conversaciones. Apasionado, impaciente y amante furibundo de hacer chistes, como buen cubano que gusta reír a sus anchas.

Ya es una figura de alto reconocimiento internacional y su nombre se pasea entre los artistas más notables de Cuba en estos momentos. Pero no sabemos si llegará al pedestal que merece, porque de cada generación de pintores en el mundo, solo una decena alcanza la posteridad, como reflexionaba en reciente diálogo con Prensa Latina el director de Museos de Rouen, Laurent Salomé.

Para Montoto, esta idea no plantea un problema. En su recorrido por Francia en la primavera de 2010 retornó una vez más al Louvre, visitó Giverny, el paraíso de Claude Monet, y expuso Acqua en la galería Intemporel de Laurence Choko.

Estaba muy cerca del Centro de Arte Moderno George Pompidou y no pudo resistirse a darse una vuelta por allí. "Sorprende en ocasiones cierta tendencia a proyectar el arte a partir de obras sin sentido, minimizando sus valores", comentó.

Se pueden intentar ángulos, imágenes, posturas, reflejos o sensaciones de la forma más original posible, pero sin masacrar los principios estéticos, sin pretender convertir al arte en rehén de supuestos modelos posmodernistas, precisó.

Con su muestra personal de 30 acuarelas, las frutas en el centro de sus trazos, Montoto habló en París con la vehemencia y conocimientos que le permiten su impresionante hoja de estudios especializados, incluido el Master de Fine Arts en Pintura Mural de Moscú.

"Propuse una exposición comercial, de formato pequeño, dividida en tres momentos. Hay acuarelas que responden más a esa pintura mía de una fruta en un ambiente de ciudad, de muros rotos, que retrata algún rincón de la ciudad", recordó.

Está la marca de las luces y las sombras; luego esa misma fruta en sus proporciones pero fuera de contexto y finalmente fragmentos de la fruta magnificados, protagónicos, añadió. Con una obra igualmente reconocida en la escultura, Montoto recordó que comenzó a pintar ambientes de ciudades, abiertos, escenográficos, oscuros, inspirados en la estética metafísica italiana. "Descubrí más adelante que necesitaba un foco de contrastes, en el sentido del color, de la luz; y por medio de la propia textura del cuadro requería de algo terso, tierno. Fue cuando supe que lo más apropiado era la fruta", precisó.

Con numerosas exposiciones internacionales, sus obras se difunden entre otros países en Italia, España, Estados Unidos, Argentina, Costa Rica, Colombia, Brasil, Bolivia, México, Rusia, Suiza, Panamá, Perú y Chile, Francia y con mucho apego en su Cuba natal.

"Pensé en las frutas tropicales, una obra para llegar al público cubano. Mangos, papayas, aguacates vegetales, naranjas, mandarinas, sandías (o melón) generalmente abiertas, con las superficies y entrañas de ellas", relató.

-Son ambientes cargados de nostalgias, no decorativistas, sino muy expresionistas. Me interesa lo que no tenga colores limpios, quería provocar esa nostalgia al espectador, el paso del hombre, dar contrastes entre ese pasado, la huella del hombre, y algo fresco, la actualidad.

-Prefiero el lenguaje más elíptico. Alguien pasó recién, la naranja cortada el hombre está al lado, afuera, como escondido detrás del marco. Las frutas no aparecen edulcoradas, ni bellas ni perfectas, sino como son, es el verismo que luego empecé a combinarlo con objetos de la cotidianidad.

-No es un simbolismo puro, y si lo hay, está con el hombre, Se lo dejo al espectador, que haga las lecturas que quiera.

A fuerza del ideal en el poder de síntesis, hablamos de la Mona Lisa, del Louvre, Monet, el impresionismo Jackson Pollock y Richard Serra.

En su resumen, Montoto opinó que la obra magistral de Leonardo Da Vinci está más apegada a su historia, enigmas y bastante sensacionalismo. Tiene otras pinturas mejores, realmenteextraordinarias y menos publicitadas, acotó.

Regresar al Louvre siempre será el paseo imprescindible de París, y de Monet reconoció que no es amante del impresionismo y gusta en realidad mucho de la trayectoria en el final de su carrera del padre de este género.

"Monet tenía cataratas y demoró en operarse. Cuando recuperó la vista se preguntaba si era él quien había hecho muchos de sus cuadros. Al consagrarse a Los nenúfares, para mi logró el grado superior", anotó.

De Pollock rememoró un poco su existencia, de "pintor escogido" por Estados Unidos para confrontarlo con la superioridad europea en las artes plásticas y presentar al mundo a un supuesto descubrimiento del genio del siglo XX.

Se admite en las biografías de Pollock que recibió ayuda de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a través del Congress for Cultural Freedom. De todos modos fue exponente del denominado expresionismo abstracto y logró fama internacional.

Para completar un retrato intimista, Montoto volvió sobre la máxima de que siempre hay algo en la impronta personal, de talento que impulsa al artista. Desde los nueve años ya se interesaba por las artes plásticas y de Pinar del Río saltó a La Habana.

Siguió en Moscú y al retornar a Cuba fue en busca de su camino. Los italianos, los Países Bajos, en los años 1450 a 1460, las investigaciones ópticas, los espejos, las lupas, que ayudaron a construir la obra de muchos.

De la cámara oscura a esa traducción óptica de la pintura y las inclinaciones hacia el barroco español e italiano. Con todos estos elementos e ideas, comenzó a apasionarse por ambientes oscuros, aunque ya su tema en esa estética se agotó.

-Mi gusto es la pintura abstracta, más que la figuración. Soy bastante temperamental. Sigo con los objetos, ahora labranzas, rastrillos, palas, azadones y los límites con los jardines y huertos, sin darles la espalda a las frutas. Como en El jardín de Epicuro con el cual intenté transmitir el goce de los sentidos, esteticista alrededor de ese mundo griego. También hay un poco de ironía en mi obra, que no es necesariamente de un expresionismo explosivo.
Escrito por Fausto Triana (Prensa Latina) *Corresponsal en París

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