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La locura de viajar a Marte

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Seis hombres metidos durante 520 días en un reducido espacio para estudiar cómo responde el cuerpo y, sobre todo, la mente en un futuro viaje al Planeta Rojo.

Marte está un poco más cerca. El jueves comenzó en el Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú un experimento único en la historia aeroespacial, que someterá a seis hombres a las mismas condiciones que deberían afrontar en caso de un viaje al Planeta Rojo. Los participantes en el proyecto Mars500 pasarán 520 días en un módulo aislado con las características que tendría una nave que realizase hoy el viaje de ida y vuelta a Marte. El experimento, impulsado por la Agencia Espacial Europea y por su homóloga rusa, servirá para estudiar el comportamiento físico y psicológico del ser humano durante el año y medio que tardaría la conquista del cuarto planeta del Sistema Solar. Cada astronauta cobrará 70.000 euros.


Uno de los seis elegidos para formar la tripulación del Mars500 es el italo-colombiano Diego Urbina. Pocas horas antes de su experiencia marciana, cuenta por teléfono desde Moscú cómo afronta el desafío. «Lo más peligroso será combatir la monotonía. Hay que atacarla, cambiando de actividad frecuentemente. No se debe dejar que la rutina se lo lleve a uno. El momento más difícil será sin duda el fin de semana, cuando sepamos que todos nuestros amigos están saliendo y nosotros sigamos allí dentro», explica en los intervalos que le dejan las pruebas físicas previas a su reclusión. «Debo soplar en un tubito cada poco. Los datos de ahora los compararán con los que dé cuando salga. Es uno de los 90 experimentos que vamos a llevar a cabo durante la misión».

Los 520 días del proyecto Mars500 se dividen en tres fases: 250 de viaje de ida a Marte, 30 de operaciones en la superficie marciana y 240 de viaje de retorno a la Tierra. Cuando la nave simule su llegada al Planeta Rojo, Urbina será uno de los tres astronautas que descenderá a la superficie, mientras que el resto del equipo se quedará en la nave, orbitando. Para darle un realismo total al experimento, los responsables del proyecto han recreado dentro de las instalaciones del Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú una zona con las mismas características de Marte.

«Será el momento más difícil. Para simular la situación real de una aproximación al planeta, nos pondremos durante tres días unos pantalones que aprietan mucho, subiendo la sangre a la cabeza. También deberemos dormir durante tres noches con la cabeza hacia abajo, con unos 12 grados de inclinación. Cuando aterricemos en Marte dejaremos de dormir en estas camas y nos quitaremos esos pantalones. Entonces sentiremos un gran mareo, será muy difícil trabajar en esas condiciones porque deberemos llevar el traje espacial, con el que es bastante más difícil moverse, simulando una salida de la ingravidez», explica.

A los 250 días de reclusión y a las molestias por el cambio de la gravedad sumarán otra dificultad: la restricción de espacio. «Conviviremos los tres dentro del “lander”, que es la nave que aterrizará sobre Marte y que sólo tiene 20 metros cuadrados. Deberemos vivir y dormir juntos». El módulo que simula la nave espacial que haría el viaje entre la Tierra y el cuarto planeta del Sistema Solar tampoco cuenta con excesivas comodidades. Tiene 550 metros cuadrados, contando los almacenes donde se guarda la comida, ropa y material para los experimentos. Los seis miembros de la tripulación (tres rusos, un chino, un francés y Urbina) convivirán en una sala estrecha y larga, de 3,6 por 20 metros. Tendrán luego sus dormitorios individuales: zulos de sólo tres metros cuadrados dotados de una cama y una pequeña mesa.

Sobrevivir, pero juntos
«Tener una habitación individual de sólo tres metros cuadrados es un factor traumático. Estas personas están sometidas a un confinamiento muy difícil. Lo superarán porque es voluntario, tiene una duración limitada y saben que su sacrificio tiene una trascendencia para el conocimiento universal, que beneficiará a la humanidad. Este planteamiento hace que se sientan como héroes anticipados, lo que invita a pensar que no sufrirán fenómenos psicopatológicos de ninguna clase. El talante heroico que surgirá en ellos, sin embargo, exige lugares grandes, abiertos. Los dormitorios tan pequeños y lo angosto del espacio pueden provocarles algunos brotes de claustrofobia», opina Francisco Alonso Fernández, catedrático emérito de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid.

Tendrán una conexión a internet muy mermada, que sólo les permite enviar correos electrónicos y mensajes de audio a sus amigos y familiares. La respuesta tardará hasta 20 minutos en llegar, simulando el retraso que le supondría a un archivo recorrer los más de 102 millones de kilómetros que separan Marte de la Tierra en el momento de mayor distancia entre ambos planetas. «Seguro que echamos de menos una conversación normal por teléfono con un familiar o un amigo», reconoce Urbina.

El psiquiatra advierte de que, desde el principio, surgirá una «psicología de grupo» entre los participantes en el proyecto Mars500. «Hay lazos de simpatía, antipatía, jerarquías, definición de líder y de culpable». Para evitar que surjan roces que puedan derivar en un fracaso de la misión, llevan desde febrero trabajando con el objetivo de que los seis aventureros hagan equipo. «Hemos hecho el entrenamiento de los astronautas. Tuvimos que aterrizar en paracaídas en lugares inhóspitos, con poca comida y un metro de nieve. Aquello nos unió, hizo que nos llevásemos muy bien. Sobrevivir es una tarea que hay que hacer juntos», afirma el italo-colombiano.

20 kilos de equipaje
Para él serán tal vez más fáciles los 520 días de aislamiento ya que, a diferencia de sus compañeros, no tiene pareja. «Será más complicado para ellos». Cuando se le pregunta que a quién elegiría como acompañante en la misión, este licenciado en Ingeniería Electrónica y titulado con un máster en Estudios Espaciales, se echa a reír. «A Shakira o a Angelina Jolie... A alguien que fuese simpático», dice entre carcajadas. Más serio, reconoce que nunca se imaginó que podría participar en un proyecto así. «Espero que me abra las puertas para viajar de verdad al espacio y no sólo a través de una simulación».

Los seis tripulantes de la nave Mars500 se verán sometidos a experimentos hasta en su alimentación. Durante el viaje comerán raciones que se hacen en unos minutos en el microondas o añadiéndoles agua caliente. «Debemos tomar sólo la cantidad que se nos indica, ni más ni menos, para que el experimento tenga éxito. Los alimentos, además, tienen poquísima sal». Sólo en contadas ocasiones podrán darse un homenaje engullendo las verduras que cultivan en el minúsculo invernadero con que cuenta el módulo. Más que sustento, el cultivo del huertecillo les proporcionará una actividad relajante y placentera para sus ocho horas de tiempo libre.

Durante las últimas semanas antes de empezar la cuenta atrás en los 520 días del proyecto Mars500 los participantes han pensado mucho qué llevarían consigo en la misión: la limitación de 20 kilogramos de equipaje por persona suponía una seria restricción. «Es como cuando piensas, ¿qué me llevaría a una isla desierta? He dedicado mucho tiempo a ello. Al final he optado por el ordenador, discos duros con fotos y vídeos de los amigos y familiares, un eBook, algunos libros en papel, juegos… También llevo varios regalitos de mis seres queridos, pero no puedo abrirlos hasta que llegue mi cumpleaños o Navidad», cuenta Urbina.
Muy consciente de que ha sido él quien ha elegido las dificultades que afrontará durante el próximo año y medio, este joven con pasaporte de Colombia (donde vivió hasta los 19 años) y de Italia (donde estudió en la universidad), dedica su esfuerzo a «los colombianos secuestrados, quienes a diferencia de mí se encuentran privados de su libertad de forma no voluntaria».

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