Desde hace 20 años, aunque la tradición de la elaboración de relojes monumentales tiene ya un siglo en Zacatlán, el Museo de la Relojería “Alberto Olvera Hernández” abrió sus puertas para explicar paso a paso la magia de la exactitud de medir el tiempo. Sin embargo, la casona de la calle Nigromante 3, a tan sólo dos calles del zócalo local, es también el taller y las oficinas de los Relojes “Centenario”, marca de prestigio ha trascendido fronteras al elaborar piezas para varias ciudades de Estados Unidos, Argentina, Guatemala, Belice, Puerto Rico y México.
En honor del empresario y fabricante don Alberto Olvera, el espacio exhibe una serie de réplicas y originales de objetos medidores del tiempo que dan cuenta de la historia y la evolución del reloj en la humanidad.
Entre las piezas mencionadas destacan dispositivos utilizados 2000 años antes de nuestra era, relojes de fuego, péndulo, velas graduada, que datan del año 1200, solares, de aceite y numerosos testimonios de la relojería contemporánea.
El principal objetivo del museo es que todas las personas que visitan la empresa, adquieran un conocimiento general. Para ello, podremos encontrar desde mecanismos complejos (mecánico, electrónico y mecatrónico) hasta los más sencillos, como un reloj de sol o agua (clepsidra).
Además, se cuenta con una serie de engranes forjados originales de Europa, principalmente ingleses. Un llamativo reloj universal, relojes de torre, de arenas, reguladores y escape de ruedas.
Dentro del museo también se recreó el taller original de don Alberto, donde se exhiben sus herramientas, una silla que él inventó para laborar mejor, su overol, camisas y su sombrero.
Todo empezó un día de 1909 cuando Alberto Olvera, de apenas 17 años, se percató de que el reloj “de chimenea” de la finca Coyotepec, propiedad de su padre, se había descompuesto. Al tratar de repararlo, lo desarmó y sucumbió, ante la magia de esa pequeña máquina, fascinación que lo acompañaría el resto de su vida.
Alberto Olvera decidió entonces construir él mismo su primer reloj “monumental” que presidiera las actividades laborales y sociales de los trabajadores de la finca paterna, ubicada en el barrio de Eloxochitlán, en Zacatlán.
Para llevar a cabo su objetivo, contaba únicamente con un torno de madera, una fragua, un yunque y algunas herramientas rudimentarias del taller de carpintería de su padre. Con sus propias manos construyó una máquina para calar madera, fabricó crisoles de barro y elaboró algunas limas. Puso manos a la obra y tres años después, en agosto de 1912, tuvo lugar la inauguración de su primer reloj, en la finca Coyotepec.
El segundo reloj lo elaboró en 1918. Esta vez sólo tardó un año en concluirlo e instalarlo en la vecina población de Chignahuapan. No obstante, continuó trabajando en Coyotepec hasta el año 1929, cuando decidió instalarse en Zacatlán.
Así nació Relojes “Centenario”, nombre adoptado en 1921, fecha del primer centenario de la Consumación de la Independencia de México. Actualmente trabajan en él los hijos y los nietos de Alberto Olvera, además de medio centenar de empleados y obreros.
Símbolo de cultura y progreso
Para José Luis Olvera Charolet, actual gerente de Relojes “Centenario”, construir un reloj público es un compromiso, no sólo con quien lo encarga o lo paga, sino con toda la comunidad, pues es precisamente ese reloj el que rige las actividades de una población. Es símbolo de cultura y progreso.
“La inauguración de un reloj monumental es esperado con gran júbilo, y desde el momento en que hace su arribo es considerado por los lugareños como algo suyo. Ya sea en la iglesia, el Palacio Municipal o el monumento construido ex profeso para albergarlo”.
“El reloj tiene mucho que ver con las tradiciones y el arraigo de los mexicanos a su terruño. Se ha dado el caso de que algún trabajador mexicano residente de Estados Unidos pague la totalidad del costo del reloj de su pueblo natal”.
Relojes “Centenario” es la primera fábrica de relojes monumentales de Latinoamérica. Cada año, entre 70 y 80 de ellos son colocados en poblaciones de México, desde Baja California hasta Quintana Roo, y el extranjero. Hasta el momento, la familia Olvera ha instalado más de mil 500 piezas.
Entre sus relojes más importantes está el floral del Parque Hundido, en la ciudad de México, uno de los más grandes del mundo, que ocupa una superficie de 78 metros cuadrados y tiene una carátula de 10 metros de diámetro. Destaca por su monumentalidad el de la basílica de Nuestra Señora del Roble, en Monterrey, con sus cuatro carátulas de cuatro metros de diámetro cada una.
Sin duda, uno de los consentidos de la familia Olvera es el reloj floral de Zacatlán, convertido ahora en símbolo de la ciudad, donado a la población, en 1986. Este reloj, único en el mundo con dos carátulas opuestas de cinco metros cada una, accionadas por un mecanismo central, marca las horas con nueve melodías diferentes, según la época del año. A las 6 y a las 10 de la mañana, a las 2 de la tarde y las 9 de la noche, horario decidido para no interferir con el tañido de las campanas de la iglesia.
Todo buen reloj monumental que se precie de serlo debe tener su carillón: conjunto de campanas que producen determinado sonido o melodía para señalar lapsos de tiempo.
“Cuando la ciudad de Torreón adquirió dos relojes, uno floral para el Museo Regional de la Laguna y otro para el cual se construyó un monumento especial, el entonces presidente municipal pidió que el segundo tocara La Filomena cada hora. En Tuxtla Gutiérrez hay un reloj floral de tres carátulas que interpreta el vals Tuxtla y Las Chiapanecas. Apenas el año pasado, el presidente municipal de Santa Bárbara, viejo poblado minero de Chihuahua, encargó uno que tocara Amor Perdido”.
Además de fabricar e instalar los relojes que produce, “Centenario” repara relojes franceses, alemanes e ingleses de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Porfirio Díaz sugirió que se colocara uno en cada población.
–¿Es negocio construir relojes?
–Tenemos varias décadas haciéndolo. En este negocio, la posventa es muy importante. Al vender un reloj adquirimos un compromiso que no concluye el día de la inauguración. Cuando es necesario, los técnicos viajan al interior del país o al extranjero para reparar o sencillamente para dar mantenimiento al reloj.
Los precios son oscilantes, desde 50 mil pesos, dependiendo de su estructura, tamaño y carillón.
El taller y museo está abierto de lunes a viernes, de 10 a 17 horas; y los sábados y domingos de 10 a 15 horas. La entrada es gratuita.
YADIRA LLAVEN
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Cumple un siglo la tradición de los relojes monumetales “Centenario” en Zacatlán
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1 Comentário:
Como sabrán, en México se conmemorarán en este año dos fechas de suma importancia. El inicio de la lucha por independencia cumplirá 200 años el 16 de septiembre de 2010, y el inicio de la denominada revolución mexicana cumplirá 100 años el 20 de noviembre de este año también. Es por eso que ya entrando en el tema, les presento 4 melodías que acompañaron a aquella sociedad mexicana, en particlar el vals mexicano, uno de los géneros musicales más apreciados por Don Porfirio Díaz. ¿Me acompañan? ¡Vámonos al porfiriato!
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