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La Iglesia Mayor de Motril cumple 500 años y reivindica su restauración integral

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El pueblo, a veces, es ingrato con la historia. Los motrileños, en general, puede que no sean conscientes de que su monumento más importante, la iglesia mayor parroquial de la Encarnación, lo es tanto por sus vicisitudes a lo largo de diferentes épocas como por el hecho de que en España queden en pie tan pocos templos-fortaleza, como éste, que adquiere un notable valor en los tiempos actuales.

Sin embargo, quinientos años y el desgaste que sobre sus viejos muros han ido produciendo acontecimientos acaecidos en todo ese amplísimo periodo histórico, han ido dejando demasiada huella; tanta que son muchas las voces que se alzan para que se plantee de una vez la restauración total e integral de un monumento que está aún por descubrir.
La propia Curia o las administraciones local y autonómica son plenamente conscientes de que, tal y como se encuentra la Iglesia Mayor, no celebrará otro aniversario como el que está a punto de alcanzar. Grietas -algunas de ellas enormes-, zonas exteriores muy dañadas, problemas con la evacuación de aguas, humedades, muros y revestimientos muy deteriorados o el propio y lamentable aspecto de la torre-campanario dan fe de que el tiempo está actuando deprisa y que el conjunto no aguantará siempre sin quejarse. Una ciudad que perdió en el siglo XX casi la totalidad de su patrimonio histórico y artístico tiene ahora, en jaque, el principal bastión de su legado.
El 8 de noviembre de 1510, hace casi cinco siglos, comenzaron en Motril las obras de la iglesia de nuestra señora de la Encarnación, cuando tras la conquista de la villa por los ejércitos de los Reyes Católicos se vio la necesidad de dotar a la población de un templo abierto al culto cristiano.
El templo habría de comenzar a alzarse sobre un promontorio en el que hubo que derribar numerosas casas moriscas, aprovechando parte de la 'mezquita de la Roca'. Así lo recoge, en sus numerosos estudios sobre el pasado y presente del templo, el historiador Manuel Domínguez García, a la postre uno de los principales estudiosos de este enclave motrileño y a quien se deben no pocos descubrimientos e hitos sobre el mismo.
Era un refugio
Pero no solamente religioso, el edificio daba respuesta a una necesidad acuciante durante decenios: La defensa. «En efecto -comenta Domínguez- además de templo tenía función de fortaleza, como último refugio de los vecinos de Motril ante los ataques de turcos y berberiscos», explica. Así, con todo, no es fácil imaginar los veranos de una población que tenía que acudir a esconderse y defenderse de los piratas. Numerosos elementos defensivos, aún visibles en el templo, rememoran la época más trágica y vigorosa de la sociedad civil del Motril, que incluso dotó de muralla y un pequeño foso al edificio, de los pocos de todo el país con esta dualidad.
Sucesivos estilos se fueron solapando y adaptando a través de los siglos. El templo aguantó cambios de concepción, terremotos (el de 1804 derribó su originaria torre y se alzó después el actual campanario) y así hasta llegar al siglo XX.
«El transcurso de este siglo -indica Manuel Domínguez- significará el fin del esplendor artístico y la casi total destrucción de la antigua configuración estructural de la Iglesia». Baste recordar que desde julio del 36 a febrero del 37 el edificio se convierte en dependencia militar y el 21 de enero de 1938, estallaron las municiones colocadas bajo la capilla de la virgen de los Dolores, provocando la devastación del templo y no pocas desgracias personales. «Afortunadamente las obras de restauración efectuadas por 'regiones devastadas' y especialmente el arquitecto José Robles restauraron el crucero con gran visión y respetando casi totalmente el proyecto del arquitecto autor original, Ambrosio de Vico». Pero, con el paso de las décadas, esa actuación precisa de ser completada y ahora, en este importante cumpleaños de la iglesia se ha reabierto el debate.
«Las efemérides están para recordar, y evidentemente esos 500 años de historia no pueden quedar en el olvido», advierte el historiador motrileño Domingo Antonio López Fernández quien, respecto a una pretendida rehabilitación integral del monumento, considera que «evidentemente lo requiere, pero se han desaprovechado oportunidades históricas como la de rescatar de la postración en que se encuentra la Torre de la Vela, el vestigio más antiguo del pasado en cuanto a la defensa militar de la plaza».
López Fernández aboga, además, por la celebración de actos conmemorativos de los cinco siglos de historia de la Encarnación, como 'primera piedra' para la verdadera recuperación del edificio para la ciudad, algo para lo que ya hay contactos y que «debería culminarse con la apertura de un museo parroquial donde puedan quedar expuestos objetos sagrados de gran valor artístico».
Una enorme grieta
El párroco Daniel García Miranda, quien ya apostara por la reforma interior acometida en 2004, advierte que el exterior del templo debe estar en el punto de mira de una actuación conservadora mucho más importante que implique la limpieza de las fachadas y la consolidación de todo el conjunto «la cubierta fue protegida, en los años 80, con una capa de zinc; pero detectamos también una enorme grieta». Habría que solventar también, de manera urgente, el problema de la evacuación de aguas y el no menos peliagudo problema que miles de palomas están ocasionando desde hace años. Si lo que se pretende es que estos 500 años sean parte de la historia de Motril, «es deber y sensibilidad de todos, ajenos a cuestiones religiosas y siempre afines a las culturales, que la Iglesia Mayor sufra una intervención acorde a las necesidades que presenta y se preserve así su fábrica para los siglos venideros», relata el joven historiador David Rodríguez Jiménez Muriel, defensor a ultranza de la singularidad del monumento y para quien el edificio de la parroquia de la Encarnación es con mucha diferencia, la más meritoria pieza patrimonial de la ciudad «y la que encierra mayores históricos de la ciudad, tanto por sus pretensiones artísticas, dimensionales como hechos relevantes a los que ha estado vinculada».
Subrayada tal importancia, intra-muros el edificio atesora en su interior un valioso patrimonio artístico «que habría que poner en realce y darlo a conocer a todo aquel que se acerque al mismo con inquietudes artísticas», comenta Domingo López Fernández al señalar las obras de imagineros de posguerra como Domingo Sánchez Mesa, Martínez Olalla o Antonio Illanes.
Decididamente, todos los consultados coinciden en que las administraciones públicas deben ser conscientes de la trascendencia de este lugar, más allá de un componente religioso, al igual que la propia Curia Metropolitana.
Según Rodríguez Muriel, los espacios urbanos que rodean al edificio están actuando lesivamente sobre este, además de necesitarse una sustitución de los materiales que en su momento se emplearon en la restitución de las cubiertas.
«No estamos solos ante la obra más pretendida de Motril, sino ante su verdadero archivo histórico tangible, y ello no puede pasar desapercibido», mucho menos aún durante la celebración de sus cinco siglos de historia, ni paras las instituciones ni por la población motrileña.

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