UN VANGUARDISTA EN EL ARTE DE LA VIDA

Salvador Soria, un incansable artista, ha visto detenido su ímpetu para siempre. Obtuvo su formación en Valencia y, posteriormente, en París. Su exilio concluyó en 1953, momento en el que vuelve a la Comunidad Valenciana para luchar junto a artistas como Doro Balaguer, Monjalés, Alfaro, Sebastián Castellanos por la introducción de los presupuestos de la modernidad a través del Grupo Parpalló.

Es uno de los artistas valencianos con mayor proyección nacional e internacional.
Su dilatada trayectoria ha dejado como recuerdo su obra, presente en las mejores colecciones públicas y privadas. Su inmensa humanidad, su humor y curiosidad, ha dejado una huella imborrable en todos los que tuvimos la inmensa fortuna de conocerlo.


Hace poco más de un año, el IVAM le dedicó una retrospectiva preparada con inmenso cariño y profesionalidad por su hija, Martine Soria, y en este proceso tuve momentos entrañables de encuentro con Salvador en su casa y a pie de obra. Él me relató con pasión su vida como un camino artístico basado en su interés por «obras vivas y polivalentes, que tengan posibilidad de cambio» Así ha sido él, un artista vivo que cantaba, soñaba y creaba obras en continua evolución.
Siempre es doloroso tener que escribir sobre un amigo cuando ya se ha ido, cuando ya no disfrutarás de su inquieta mirada y de sus sonrisas inteligentes. Sin embargo, Soria ya buscó la forma de atenuar la pena, dejarnos sus obras como eterna presencia que nos hablan de él y de nosotros.
Por eso, Salvador, la despedida de hoy es tan sólo a medias, ya que seguirás viviendo en mi memoria y en todas esas piezas que son una parte de ti que nos obliga a escuchar en silencio tus palabras.