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Riviera Maya, un viaje para los sentidos

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Después de ver rostros que no se cansan de sonreírte, de entregarte a manos expertas que te saludan, curan y desenredan los nudos de la espalda en los spas o de probar la especialidad de la casa en cualquiera de los excelentes restaurantes que hay aquí, eso de "sentirse en casa" se antoja demasiado aburrido y sin gracia.

Bastaría con abrir la ventana -de piso a techo- de la habitación para maravillarse con la playa de arena color talco por un lado, y los manglares por otro. Pero no.

Los anfitriones de la zona se han encargado de crear espacios (unos más tradicionales, otros más contemporáneos) para hacer del destino un pequeño paraíso, dicho esto sin asomo de exageración. Tomar una ducha se convierte en un ritual y el desayuno, en una rica degustación, igual o mejor que lo que te puedes imaginar.


"Que entre todo lo bueno, que salga todo lo malo... miel en el corazón", pronuncia Silvia mientras agita una varita de incienso alrededor de la cama de masaje y me explica con una sonrisa que es costumbre pronunciar una bendición dirigida a los dioses del mundo maya como ofrenda. Y es que para los masajistas de la Riviera las terapias se entienden más como un regalo que como un trabajo. Silvia se frota las manos con esencia, las coloca encima de mi rostro, sin tocarlo, y me pide que cierre los ojos, que respire profundo... una, dos, tres veces y así comienza el viaje.

Con una voz melódica y tenue me habla de cada sustancia que me unta, el elemento principal entre todo lo que me pone es la miel que produce una abeja zángana (mucho más oscura y dulce que la comercial). Empieza con la cara, que exfolia y limpia.

Para la siguiente etapa me pide que me coloque boca abajo y repite el procedimiento: chorros de miel sobre el cuerpo, desde la zona congestionada de la espalda hasta la punta de los pies. Para finalizar, me envuelve en una toalla caliente. El Chac Chac es el masaje más especial del Spa WillowStream, del hotel Fairmont Mayakoba, una suerte de homenaje que hace los honores a Chac Mool, el dios maya de la lluvia. Lo que marca la diferencia con otro tipo de masajes es que durante la terapia del Chac Chac se usa agua.

Dura 90 minutos, en los que todos los elementos de la habitación (incluida la masajista) parecen estar sincronizados. Traté de poner resistencia a quedarme dormida pero no tuve éxito.

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