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Cuando leer «Financial Times» es peligroso para la economía

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A su vuelta del viaje a Sao Paulo para promover la inversión, el presidente valenciano, Francisco Camps, todavía debe estar preguntándose por qué «Financial Times» ha publicado precisamente ahora un artículo tan devastador sobre la Comunitat Valenciana. No es el único. El diario financiero más influyente del capitalismo puede generar pánico, pero también dudas.

Victorià Jiménez
londres/corresponsal
No fue sólo en los despachos de la Generalitat Valenciana donde causó sorpresa el artículo Downturn casts pull over former Spanish hotspot (La recesión cubre con su manto a la que ha sido la región española más caliente). Los datos sobre la deuda de la Comunitat, junto a las cifras de desempleo del medio millón de personas, ya eran conocidos cuando el periódico británico imprimió su reportaje en la edición del día 3 de marzo.
Fuentes de la delegación de Financial Times en Madrid han reconocido a Levante-EMV que la coincidencia del artículo con el viaje de negocios del presidente Francisco Camps a Brasil es la razón por la que «hay gente que se ha enfadado bastante. Aunque lo cierto es que, con la crisis, todo el mundo se ha vuelto muy sensible a las críticas sobre la economía». De hecho, pocas semanas antes, el objetivo de las críticas fue el Gobierno español y la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, viajó a Londres, acompañada del secretario de Estado José Manuel Camps, para reunirse con los máximos directivos del diario y cambiar así su percepción sobre la economía nacional.
Con más de 12 millones de lectores a través de sus operaciones en papel y en Internet, Financial Times, o más familiarmente FT, ha conseguido incluso desafiar en su propio territorio al neoyorquino Wall Street Journal. FT, el primer periódico de color salmón, ha cumplido 216 años en 2010 cubriendo la actualidad de los mercados financieros y de negocios bajo el lema de su fundador, James Sheridan, de convertirse en «el amigo del financiero honesto y respetable». En Europa, sin embargo, varios gobiernos comienzan a desconfiar de esa amistad.

Relaciones bajo sospecha
«Le aseguro que los periódicos financieros británicos no mantienen otra relación con la City que no sea la estrictamente profesional». Margie Lindsay ocupa una posición inmejorable, desde la que se puede contemplar sin restricciones los contactos entre el barrio de las finanzas ?la City de Londres?, y las cabeceras de la prensa económica con mayor impacto internacional.
Lindsay trabajó en FT de reportera en Europa Central y del Este en la década de los noventa. Hoy es directora de Hedge Funds Review, la revista de los inversores y gestores de fondos de Capital de Riesgo, así que sabe cómo se vive a ambos lados de la zanja. Y quizá sea ese el problema: «No entiendo a qué se refieren cuando se habla de la "estrecha amistad" entre periodistas y financieros», dice Lindsay. «Le aseguro que los reporteros reflejan el carácter de los mercados, pero también los hechos. Y los hechos indican que la situación financiera de muchas regiones en la eurozona es deficiente».
«Es comprensible que algunas administraciones de la eurorregión deseen atribuir la actual crisis financiera a las acciones de gente que trabaja lejos del Viejo Continente, en la sombra, que crean volatilidad en las bolsas y sacan provecho de las tribulaciones de los demás», dice Stephen Brown, profesor de la universidad norteamericana de Yale que ha estudiado en profundidad la posible responsabilidad de la prensa económica de Nueva York y Londres, en combinación con los fondos de capital riesgo, en la crisis asiática de 1997. Brown es contundente: «No hay ninguna evidencia. Cuando la prensa financiera publica la verdad, ¿se le debe culpar por los problemas que ocasiona?».

Profecías cumplidas
Veryan Allen es parte de la gente que encuentra beneficio en la pérdida de otros: por un lado, escribe en hedgefund.blogspot, una de las lecturas sobre el sector de los fondos de capital riesgo que los periodistas especializados visitan; pero además, es asesor y gestor financiero de inversiones especulativas. «Conspiración y connivencia son explicaciones populares; lo cierto es que cuando las ventas o compras de un valor oscilan tanto como en el caso de los bonos soberanos sudeuropeos, la razón es que los inversores tienden a copiar el comportamiento de lo que se percibe como la mayoría», indica Allen, quien opina que por ello algunas profecías de los mercados acaban cumpliéndose.
Allen, que también diseña carteras de inversión y supervisa otros gestores de fondos, añade: «Puede que haya algunas fuentes de información que ofrezcan noticias negativas sobre ciertas regiones para influir en las bolsas. Pero es de esperar que los periodistas de finanzas con experiencia no caerán en la trampa».
A finales de febrero, los diarios financieros, y entre ellos FT, acuñaron una expresión que ya era célebre en la City: PIGS (cerdos en inglés), acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y España. Entonces, ocurrió algo extraño. Las acciones de Banco Santander, que es la mayor entidad financiera privada de Europa y cuyos beneficios casi llegaron a los 9.000 millones de euros, siete décimas superior a los de 2008, perdió 8,5 puntos de valor en las bolsas. Sus acciones se vieron contaminadas por los rumores que apuntaban a que la inestabilidad de las cuentas públicas griegas se extendería a todos los países del Mediterráneo occidental. Y a España, claro. A los capitalistas británicos, el resbalón le dejó en el rostro una sonrisa agria: tras la compra de tres cajas de ahorros británicas, Santander es el segundo valor bancario con mayor peso en las carteras de los inversores del Reino Unido.
La directora del Máster en Periodismo de la universidad de Sheffield, Marie Kinsey, prepara estos días un libro de estudios sobre la información financiera. Esta profesora recuerda que «fue Gillian Tett [hoy subdirectora de FT] quien ha sido reconocida como la periodista que hizo saltar las alarmas de la crisis del crédito en 2006». Pero reconoce que «desafortunadamente, no existe una formación oficial en finanzas, economía y la City para los periodistas de negocios. Todos los reporteros especializados corren el riesgo de "pasarse al otro lado"...»

Generación Alphaville
En 2006, FT desveló ante una audiencia global el arma mortífera para sus competidores: se trata de la división de blogs Alphaville.
En sus filas se hallan los periodistas y los reporteros con los mejores contactos y el conocimiento más profundo del mundo de las finanzas que se pueda imaginar y, sin duda, uno de los motivos por los que Wall Street Journal ha retrocedido en su expansión por el planeta del capital para enfrentarse a un enemigo doméstico mucho menos ágil, como es The New York Times. Alphaville posee una maquinaria brillante, ajustada al milímetro a las necesidades de sus lectores, siguiendo al detalle las maniobras dentro y fuera de las bolsas. Sus autores son veloces, extremamente educados en su campo y escriben con un estilo adictivo. No es extraño así que recibieran el galardón a la mejor página de Internet en 2009, el Premio Webby.
Damian Tambini, profesor de London School of Economics, dirige el proyecto Polis, un observatorio del periodismo financiero cuyo informe, ya en 2008, señalaba que «los códigos de conducta de las redacciones financieras tienden a fijarse en los conflictos particulares de intereses, pero olvidan aspectos más amplios como las consecuencias de dar eco a la información que proviene del propio negocio y su resultado en los movimientos de los mercados». El documento hace especial hincapié en las últimas tecnologías: «los nuevos servicios de noticias sobre finanzas en Internet representan un reto diferente, porque nadie sabe a ciencia cierta cómo aplicar las normas profesionales y éticas».
Levante-EMV ha preguntado al respecto a Paul Murphy, el director de Alphaville. Murphy ha trabajado con anterioridad en The Daily Telegraph y The Guardian. «Soy un perro viejo del periodismo británico —dice Murphy— y te digo que no hay sustancia alguna en esa idea de que la prensa británica financiera está más o menos en liga con los fondos de capital riesgo o los bancos para poner la zancadilla a la economía española. Es más, sólo un pequeño porcentaje de los periodistas que trabajan en Londres conocen a un gestor de fondos de capital riesgo. Y viceversa».
Con todo, probablemente la excepción sea el propio equipo de Alphaville: «Gente como Sam Jones conocen a muchos, claro. Yo mismo, conozco a unos cuantos». Y si no lo hicieran, no serían los primeros de la clase.

Choque de periodistas
Pero es curioso que Murphy haya mencionado a Sam Jones. Curtido en el frente de guerra de Alphaville, en la actualidad Jones es corresponsal de asuntos relacionados con fondos de capital riesgo para FT en papel. Poco antes de que la delegación valenciana hiciera de tripas corazón en Brasil, Jones tuvo su encontronazo con Wolfgang Münchau, varias décadas mayor que Jones y uno de los articulistas clásicos del periódico, cuya opinión merece siempre de tres a cinco columnas en página editorial impar, para que los lectores no deban esforzarse en buscarlo.
Münchau escribió simplemente que no podía entender «porqué todavía permitimos la compra-venta de protección de bonos sin ni siquiera haberlos comprado antes... debería ser una media inmediata, especialmente en la eurorregión, que está siendo víctima del ataque de los especuladores». Más aún, comparó la actividad —que ejercen muchos fondos de capital riesgo— con «el robo a un banco», y abogó en favor de su prohibición.
Jones volvió entonces a Alphaville de repente para ahogar allí al argumento «injusto y equivocado» de su colega con un torrente de gráficos y datos de productos derivativos en los que demostraba que los fondos de especulación movían un volumen de negocio insuficiente para afectar el encarecimiento del crédito en el caso de Grecia.

Choque de culturas
El desafío ha sido más que una anécdota. Münchau no ha respondido, pero el choque de culturas dentro de FT es ahora evidente. Münchau se ha alineado con la Comisión Europea y con buena parte de la opinión pública, que exige la introducción de una regulación más estricta. Jones es el rostro del nuevo periodismo financiero, marca Alphaville: ha sido en Alphaville donde se han publicado los artículos sobre la mala calidad de datos del Instituto de Crédito Oficial español, semanas atrás.
De forma anónima, un periodista con amplia experiencia en las agencias de noticias financieras internacionales piensa que no es un problema de periodistas: «Hablar de las dificultades económicas de España y Grecia, o la región valenciana, es una obviedad tan grande que resulta insultante negarlo». La prensa, dice, «ha de reflejar las opiniones de la City también para contrastarlas con las del Gobierno. Las protestas de las administraciones españolas son otro ejemplo de una democracia pobre y demasiado joven».

Juntos, ¿y revueltos?
FT amplió Alphaville en noviembre de 2008 con la Long Room, un espacio reservado a miembros de la comunidad financiera que hacen circular sus propias informaciones y que comparten con los periodistas de Alphaville. John Ridding, jefe ejecutivo de FT, lo describió así en septiembre: «Tenemos una audiencia muy bien informada que de verdad sabe lo que se cuece en los mercados y que crean un contenido muy excitante. El potencial de incorporar ese conocimiento es real [...] Los mercados financieros son cada vez más complicados y es muy valioso contar con lectores que son profesionales en el área y que nos proveen con información».

Orgullosos de su independencia
El profesor Tambini, a preguntas de Levante-EMV, afirma que en sus más de 50 entrevistas con periodistas financieros en Londres, «la mayoría ve con orgullo su independencia de aquellos sobre los que informa, cualquiera que sea el país al que pertenecen». Sin embargo, en su investigación de 2008, establece que mientras en Estados Unidos «el procedimiento de declaración de conflicto de intereses es rígido, en el Reino Unido es más informal».
Entre 1990 y 2000, el gasto en relaciones públicas de la industria financiera británica creció de 37 millones de libras a 250. Pero con puertas giratorias con la prensa como Alphaville, puede que ya no les sea tan necesario. De cualquier forma, cuidado: Alphaville suele salir vencedor de sus enfrentamientos; y es que los hechos son muy tozudos.

Un diagnóstico antiguo y reconocido por el Consell
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La andanada del Financial Times contra el modelo económico del PP en la Comunitat Valenciana no debió sorprender al Consell. El Programa de Desarrollo Rural de la Comunitat Valenciana (2007-2013), un documento de la Conselleria de Agricultura presentado ante la Comisión Europea, ya hablaba, en febrero de 2008, de que la distancia en renta por habitante de los contribuyentes de la Comunitat Valenciana con respecto a la media española lejos de reducirse en la etapa de bonanza «se amplió» en algo más de dos décimas. Y lo justificaba en que el crecimiento económico valenciano «ha sido más lento que la media nacional» en el período analizado.
Curiosamente, el período analizado por el informe de la conselleria (1995-2004) comprende los años en que coincidieron en la presidencia del Consell y del Gobierno central Eduardo Zaplana y José Mª Aznar, justo en los años en que se bautizó la Comunitat Valenciana como la tierra de las oportunidades y la prosperidad.
En el citado documento, aprobado por la Comisión Europea, se subraya que la convergencia económica de los valencianos en relación al resto de España es «algo decepcionante». Si la media estatal es igual a 100, la Comunitat Valenciana se encontraba en el año 1995 —último año del socialista Joan Lerma— en el 95,28% y desde entonces no ha hecho más que distanciarse de esa media. En el año 2004, la autonomía valenciana había descendido al 92,84% del PIB español, según se indica en el estudio del Consell.
Este «retroceso en términos relativos» de los niveles de vida valencianos «se ha acentuado», según el documento, desde el año 2000. En ese ejercicio, el nivel medio del PIB per cápita valenciano representaba el 81,87% de la media de la UE de los 15, mientras que en año 2006 había retrocedido hasta el 79,61% de la media de la U-15. No obstante, la ampliación de la UE, que supuesta la entrada de Estados como Rumanía o Bulgaria, motivó que la media del PIB per cápita de los valencianos ascendiera al 86,2%.
El programa de desarrollo rural de la Comunitat Valenciana supone una inversión de 486 millones de euros, de los cuales 162 provendrán de las arcas comunitarias. En este caso, 260 millones (52 de la UE) serán para la modernización de explotaciones agrarias y la aportación de valor añadido a los productos agrícolas; 163 millones (86 de la UE) para acciones agroambientales, recuperar el potencial de los bosques e introducir medidas preventivas. El plan incluye 61 millones (22 de la UE) para las iniciativas Leader en las que participa el sector privado, mientras que 49 millones (18 de la UE) serán para la renovación y desarrollo de los pueblos y servicios básicos en la economía y la población rural.

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