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Disculpen, fui un idiota”

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Un mal sabor. Es lo que dice Alan García que le ha dejado la milagrosa recuperación de su indultado estrella, José Enrique Crousillat (el único indultado “por razones humanitarias” en lo que va de este gobierno). “Uno empieza a sentir que ha sido un poco burlado, porque una persona que está en la última situación de salud no está en la playa ni en Asia ni en el restaurante Costanera 700”. ¿Un poco burlado, dijo? ¿Se puede creer aquello? ¿Que Alan García –el autor de la frase “en política no hay que ser ingenuos”– fue sorprendido?

Difícil de creer. Muy difícil. Lo que García no debe haber calibrado a cabalidad, quizás, fue el morro y la conchudez superlativa de Crousillat, quien, apenas fue beneficiado por el Gobierno, salió a la calle por sus propios medios, altanero, con mirada arrogante, como si fuese el chulo del barrio. Y, luego, se dedicó a exhibirse en gimnasios, supermercados, tiendas, restaurantes, y así. Como para que nos enteremos todos. Pero no solo ello. Avezado en la desfachatez, se embarcó en la confección de un ariete con forma de demanda judicial, con la pretensión de reingresar a América TV.

Así, mientras Crousillat actuaba de la mano de su abogado en los pasillos oscuros de la justicia peruana, el ministro de Justicia, Aurelio Pastor, ficha clave en la Operación Indulto y de tórpida habilidad para los tejemanejes, chapa el micro desde la explanada de Palacio de Gobierno, al lado del primer ministro, que parece avalarlo, y dispara: El Gobierno aprista cree que la versión de Crousillat, que sostiene que hubo un chanchullo en la transferencia de Canal Cuatro, tiene visos de realidad. Más todavía. Propone una inmediata investigación por parte del Congreso y del Ministerio Público. Vaya. Ni Hannibal y sus muchachos (Mario Baracus y el Loco Murdock, de Los Magníficos) eran tan sincronizados. Ya antes, Aurelio Pastor había soltado la falsedad de que el indulto era irreversible, cosa que no era cierta. Lo que yo no tenía registrado en la memoria era el incidente de enero de este año –que recuerdan Paola Ugaz y Jacqueline Fowks, del equipo de IDL-Reporteros–, entre Alan García y la periodista Jéssica Chahud, de América TV, a quien el jefe de Estado, molesto por el trato de la emisora, le dijo: “Su canal está en problemas judiciales”. ¿Cómo interpretar esa advertencia? ¿Como un ladrido gratuito que, por esas cosas de la vida, coincidió fortuitamente con la posterior arremetida judicial de Crousillat contra América TV? ¿O todo estaba engranado? ¿Sabía algo García de lo tramado por Crousillat? ¿Acaso ha sido partícipe de esta estratagema que, como hemos visto en este diario, ha pasado por la tergiversación de informes médicos para liberar como sea al corrupto ex capitoste de la tele?

Dicho sea de paso, las declaraciones del cardiólogo Félix Revilla Manchego, quien formó parte del grupo de médicos que examinó a Crousillat, son sumamente esclarecedoras y han dejado al Gobierno con el culo al aire. El informe que redactaron habría sido utilizado convenientemente a favor de Crousillat. Dicho documento, según Revilla, señala que “el paciente se encuentra clínicamente estable”, y en ninguna parte se sugiere que está en condición moribunda o agónica, o en inminente riesgo de muerte. Y, encima, nadie les dijo a los galenos que la junta médica para la que fueron convocados iba a ser utilizada en un trámite de indulto.

Así las cosas, si Alan García quiere curarse en salud y librarse de la picazón de la conciencia, pues tiene que hacer dos jugadas. Primero, anular el indulto otorgado a Crousillat y regresarlo a la cárcel, de donde nunca debió salir. Y, acto seguido, expulsar del gabinete a Aurelio Pastor, ese verdugo de la lógica, cuya actuación en este caso se presta a demasiadas suspicacias. Puede hacerlo al revés, si quiere. Pero tiene que hacerlo, sí o sí. Disculpen la franqueza, pero aquí no caben medias tintas, ni apuntes moderados, ni equidistancias cabronas. Crousillat tiene que volver tras de rejas y Pastor debe irse a su casa. Punto. Y Alan García, qué quieren que les diga, Alan García tiene que escribir mil veces: “Disculpen, fui un idiota”. Aunque suene más falso que Judas. Digo.

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