Los trabajos en la muralla romana de León ya han logrado extraer alrededor de sesenta lápidas, la mayoría de ellas funerarias. La importancia de las estelas, que se encuentran en un almacén y están siendo limpiadas con un chorro de agua y arena, reside en el hecho de que se trata de uno de los conjuntos más variados de cuantos se han descubierto en España. Así, hay que destacar que si bien no se han hallado lápidas monumentales o votivas, la importancia radica en su heterogeneidad. Las hay de soporte grande, de fuste, con las letras de su leyenda en cursiva o en letra capital, con lo que una vez estudiadas, el lapidario de León se convertirá en uno de los más importantes del mundo.
Una colección única. Además, hay que tener en cuenta que desde el siglo XIX nadie ha tenido la oportunidad de estudiar un conjunto epigráfico tan bueno como éste. El encargado de llevar a cabo la investigación es Jorge Sánchez Lafuente, pero el historiador rechaza adelantar los resultados de sus estudios puesto que el Ayuntamiento le ha conminado a firmar una cláusula de confidencialidad.
En cualquier caso, previamente a los análisis epigráficos, el equipo que se encarga de los trabajos se encuentra en estos momentos limpiando la parte posterior de las estelas para quitar los restos de mampostería y suciedad que ha dejado en ellas su «encarcelamiento» en la muralla. Lo que sí se sabe es que la procedencia temporal de la mayoría de ellas está comprendida entre los siglos II y III. Con posterioridad se las preparará para las tareas de documentación y se someterán al escaneado con el fin de realizar un modelo virtual de cada una para conocer su «verdadera geometría».
Finalmente, un ordenador las unirá para configurar el elemento primitivo. Tras este proceso se trasladarán al Museo de Arqueología para su tratado, catalogación y documentación y finalmente, se ubicarán en el Museo de León.
Los expertos consultados destacan que nunca se ha descubierto en España un grupo tan abundante de lápidas y aseguran que la tónica arqueológica lleva a desvelar una al lustro. Y es que no hay que olvidar que la mayoría de las piezas que componen el lapidario de León fueron halladas en los años sesenta cuando se abrió la muralla para acometer el ensanche. Fue un trabajo difícil puesto que hubo que extraerlas de la piedra después de varios siglos, ya que las lápidas habían sido utilizadas como elemento constructivo. Uno de los que más esfuerzo dedicó a la recuperación de las lápidas fue el padre Fidel Fita Columer, un jesuita catalán al que se debe el rescate y la actual existencia de este tesoro patrimonial.
Una de las características de la colección es la posibilidad de descubrir la distancia existente entre los finados de la época dependiendo del tipo de lápida. En este sentido, habría que fijarse en el nombre y la edad del difunto, su filiación familiar, su procedencia territorial, sus cargos o condición pública, el nombre de la persona que encargó hacer la inscripción, y finalmente, la fórmula funeraria.
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