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Tras las huellas del delito

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«Los laboratorios forenses no existen para una actuación rápida, sino para una respuesta plenamente fiable». La máxima, de un tal «doctor Kaplang», resume la filosofía de trabajo de quienes la escribieron en uno de los rincones más desconocidos del cuartel de la Policía Nacional en Buenavista: la unidad de Policía científica. En este lugar trabajan de forma minuciosa y con paciencia infinita veinte experimentados agentes policiales cuyo trabajo no consiste en detener a la gente, sino en presentar pruebas irrefutables para que «los malos» acaben en prisión. Los policías científicos asturianos son como los «CSI» de la tele, pero de verdad. Una comparación que -de mano ya lo advierten- no les gusta nada: la serie americana les revuelve el estómago casi tanto como sus protagonistas, Gil Grissom y Horatio Caine. Porque la realidad es más cruda, compañeros.

Los casi cuatrocientos metros que ocupa la planta destinada en Buenavista a la Policía científica poco tienen que ver con el resto del cuartel, lo mismo que el trabajo que realizan sus agentes. Así, las viejas paredes del edificio contrastan con la zona destinada a la unidad científica, cuyas instalaciones, mucho más modernas, se inauguraron en 2003. Si en el patio del cuartel los agentes van y vienen vestidos de uniforme azul, en los laboratorios policiales lo que impera es la bata blanca.

Pero el trabajo de la unidad de Policía científica no empieza aquí. En realidad, el cuartel de Buenavista es el final de todo el proceso. Antes de analizar las pruebas hay que ir a recogerlas al escenario del delito. La inspección ocular es la primera parte del trabajo de los agentes de la científica, que actúa en casi todos los tipos de delito imaginables, con sangre y sin ella: agresiones, robos, una gran catástrofe, una explosión, un incendio... «Esta es la parte más importante del trabajo. De nada te sirve tener unos laboratorios y un equipo impresionantes para analizar las pruebas si te las dejas en el escenario», explica uno de los agentes policiales, que redunda en que un buen policía científico tiene que tener «olfato e intuición». El escenario del delito se analiza siguiendo estas premisas, descartando lo que no sirve y dando prioridad a lo que sí. Sus carritos de trabajo están dotados de los últimos ingenios para recoger huellas o posibles restos de ADN, e instrumental para investigar incendios, una de las especialidades de la unidad de Policía científica asturiana gracias al trabajo del inspector jefe de la brigada de Policía científica en la región, Isaac Carrera Carbajo, un hacha en estas lides.

De vuelta en la unidad, los agentes se reparten el trabajo en función de departamentos, aunque, dependiendo de la urgencia, todos acaban haciendo un poco de todo. En el área de documentoscopia se estudian todos los documentos que han sido imputados de falsedad, como billetes o pasaportes. También se encargan de la grafoscopia, que no hay que confundir con la grafología, y que permite, por ejemplo, cuestionar la autenticidad de una firma, e identificar a su autor. Al área de documentoscopia también llegan los artículos falsificados, que ocupan una buena parte del volumen de trabajo. Documentoscopia e informática son áreas exclusivas de la unidad de Policía científica de Oviedo, que dan cobertura a toda Asturias a nivel de actuaciones policiales.

Los departamentos de dactiloscopia y lofoscopia se ocupan de las huellas. Es más amplia la segunda disciplina, donde también entra el análisis, por ejemplo, de una huella palmar. En este departamento la herramienta estrella es el SAID (Sistema Automático de Identificación Dactilar), que delata a los delincuentes que suelen enmascarar su identidad con nombres falsos. Otro aviso a navegantes: no funciona como el de la tele. «Es una herramienta de trabajo, pero, al final, quien determina la coincidencia de la huella es el perito», explica un agente policial. El SAID, que almacena y analiza las huellas dactilares, a la hora de establecer correspondencias ofrece, por ejemplo, treinta candidatos posibles. Será el perito el qué determine cuál de todos es el válido.

Lo que la brigada científica ya no usa es el taller de revelado de fotos. La era digital manda y agiliza las tareas. Lo que sí sigue haciendo esta Policía es reseñar a los detenidos, ahora con cámaras digitales.

El departamento asturiano también cuenta con un área de balística donde se realiza la parte operativa del proceso de identificación. Para la comparación de balas se necesita un gran microscopio que sólo tienen en la sede central de Madrid, así que las balas se envían allí. En Asturias tampoco se analizan los vestigios biológicos y químicos.

A la hora de responder, los agentes no dudan. Lo más gratificante de su trabajo es que sus averiguaciones sean determinantes y sirvan para resolver un caso. En la Policía científica se trabaja bien y, además, está de moda. Por eso, el acceso, hoy día, está casi blindado.

Oviedo, Marta PÉREZ

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