…En el agua de sus ojos/ se bañaba el verde claro/ gateaba a su corta edad
con el potito embarrado/ con la pelota de trapo..”
Miraba el cambio de mando cuando comenzaron las réplicas. Ligero nerviosismo en los presentes y preocupación en los televidentes. Se agregó la noticia de una evacuación por Tsunami, en una extensa franja de nuestro terremoteado país.
A la preocupación por mis padres y hermanos, que viven en Curicó y Talca, esta vez se agregó la incertidumbre por la suerte de un niño de 9 años, tierno, pícaro, agudo como puede ser un niño criado en una caleta de pescadores.
Víctor Díaz llegó a muchos corazones y entre ellos al mío. Un equipo de 3TV de la Tercera.com lo entrevistó y el pequeño Víctor con una seguridad y fluidez que ya se quisieran varios, como un alcalde chico, comenzó a narrar en cámara las desgracias que había padecido.
Cuenta lo que fue el tsunami en las costas de Iloca e interroga a los entrevistadores “¿Cómo cree que tuve que subir el cerro cuando anunciaron el Tsunami? -pregunta- y el mismo responde “a pie pelado y en calzoncillos”...luego señala que necesitan que les lleven colchonetas y “zafradas” de ahí que fue bautizado como “el zafrada” y existan blog dedicados a él, reportajes y redes que apoyan y promueven la solidaridad para el pequeño Víctor y su familia.
El “Zafrada” parece un viejo chico pero con toda la ternura de un niño, su ingenuidad pícara nos guía por las destruidas calles de Iloca hasta lo que queda de su Escuela de nombre “René León Echaiz” un fallecido abogado y escritor emblemático de la ciudad de Luis Cruz Martínez, héroe patrio, cuyo monumento levantado en la añosa avenida Alameda de las Delicias, guía o guiaba el temple guerrero de los niños y jóvenes curicanos.
La historia del pequeño “Zafrada” –como cientos de historias de niños y niñas que existen en nuestro largo territorio nacional- conmueve, remece y nos interpela a responder si lo que estamos haciendo para ayudar a la reconstrucción es suficiente.
La primera vez que vi el mar fue en Iloca, cuyas costas y playas son el balneario por excelencia de los curicanos. Sentí el ruido profundo de las olas golpeando las rocas. Un mar que nada tiene de pacífico con fuerte olor a yodo y algas. Una extensa playa de arena ploma besada por espuma blanca.
No he olvidado jamás esa primera visión del mar. Parte de mi infancia la pasé en esas playas. Y la adolescencia también. Al igual que Zafrada conocí a una hermosa niña y me enamoré de su piel, de su carita y de su “hablamiento”...pero era muy chico!
En La Pesca, Iloca, Duao, Lipímavida, Boyeruca vive gente trabajadora, esforzada que comparten la pesca artesanal con labores agrícolas.
El mejor pescado frito lo comí en La Pesca y el mar de aguas heladas lo llevo en el recuerdo así como las maravillosas puestas de sol, que había que mirarlas desde lo alto de los cerros cercanos. En Iloca las noches son heladas y las mañanas brumosas.
A veces se levanta viento con arena. En Iloca lo mejor no es el paisaje. Es su gente, curtida por el sol, el viento y la bruma marina. Gente sencilla pero de sabiduría profunda.
El Zafrada, con su carita bronceada y un hermoso “hablamiento” nos describe, con asertividad, como puede cambiar la vida en cosa de minutos.
Este terremoto, como una maldición anunciada en las escrituras, demolió casas, sepultó sueños y se llevó preciosas vidas. También hizo desaparecer la memoria que se sostiene en la evidencia física. Demos gracias a Dios que existen niños como Víctor Díaz, con cariño hoy el Zafrada, que nos recuerdan, con esa primera mirada, la más ingenua, la más sana, que nuestro paso por este mundo es breve y debemos vivirlo con intensidad y generosidad.
Rodrigo De Los Reyes Recabarren
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