Guardar el huevo que puso la gallina el Viernes Santo, como defensa ante alguna catástrofe; no sentarse en la mesa cuando los convidados sumaban trece; salir de casa con el pie izquierdo o santigüarse cada vez que el pan se caía al suelo, son algunas de las supersticiones que regían la vida de los valencianos medievales.
Inducidos por la cábala judaica, las creencias musulmanas y las tradiciones paganas de tiempos ancestrales, pululaban por el Reino de Valencia toda clase de hechiceros, adivinadores, médiums, ahuyentadores de plagas, etcétera, a menudo perseguidos por la represión inquisitorial católica. Incluso hombres ilustres como el rey de la Corona de Aragón Juan I (1351-1395), el médico Arnau de Vilanova o el poeta Luis Centelles fueron grandes alquimistas.
De todas estas tradiciones da cuenta Rafael Solaz en su último libro, «La Valencia del Más Allá», que acaba de publicar Carena editores. El conocido bibliófilo condensa a lo largo de más de 200 páginas los casos curiosos y sobrenaturales de la Valencia mágica, extraídos de los libros de exorcismos y espiritualidad, obras religiosas y vidas de santos que ha ido coleccionando a lo largo de los años.
Costumbres supersticiosas
Muchos de los viajeros dejaron constancia en sus crónicas de las costumbres más supersticiosas de la capital del Turia. A principios del siglo XIX el literato alemán Augusto Fischer dedicó un extenso capítulo a este asunto. Le llamaba poderosamente la atención que casi todos los ciudadanos se valían de varios amuletos, las «nóminas», y de manecillas protectoras contra el mal de ojo que llevaban colgadas en su vestimenta o bolsas con oraciones elaboradas por los santeros.
Cuando un niño nacía se ponía en funcionamiento un complejo ritual. Se tenía que dejar al bebé en la oscuridad, temiendo que éste fuera secuestrado por algún ser maligno durante sus primeras horas de vida. Era una protección que seguía con la propia vestimenta y los sonajeros y lazos que preservaban de los malos espíritus.
A los duendes de las casas, conocidos como «donyets», se les atribuía la autoría de ruidos del Más Allá y otras manifestaciones misteriosas que «se sentían» a menudo en las viviendas.
La cabalística valenciana
El libro nos adentra además en el seguimiento de la cabalística en Valencia, ciencia misteriosa y cifrada, basada en el estudio de los textos sagrados hebreos, que fue difundida por la población judía que existía en la ciudad desde antes del siglo VIII en las inmediaciones de la actual calle del Mar.
Con el tiempo, la cabalística fue cayendo en desuso, para volver a ponerse de moda a mediados del siglo XIX, cuando el impresor y librero Ildefonso Mompié editó una obra curiosa que incluía diversos métodos loto-astrológico-algebraicos para acertar la lotería, en los que podían advertirse grabados y signos de origen hebreo.
Solaz culmina su ensayo con una llamada de atención sobre la nueva ola de esoterismo que ha llegado a la ciudad de la mano de los nuevos ciudadanos inmigrantes. Un hecho observable por ejemplo en los lacitos de colores que portan algunos niños sudamericanos como protección frente a las fuerzas malignas.
M. MOREIRA
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