Un día el ermitaño Valmiki preguntó al gran rishi[1][2] Narada si él podía nombrar un solo hombre que viviera en la bondad, la virtud, el coraje y la benevolencia. Entonces Narada le relató toda la historia que ahora se llama el Ramayana, dado que un hombre tal como del que Valmiki quería saber era el gran Rama. Valmiki retomó a su choza del bosque. Al atravesar los bosques él vio un hombre-pájaro y una mujer-pájaro cantando y bailando. Pero en ese mismo momento un malvado cazador disparó al hombre-pájaro con una flecha de modo que éste murió, y su compañera lo lamentó larga y amargamente.
Entonces el ermitaño, movido por piedad y enojo, maldijo al cazador y siguió. Pero en su camino sus palabras se le repetían, y encontró que ellas formaban una copla de un nuevo metro: «Llamemos a esto un shloka», dijo. Al poco tiempo de llegar a su choza apareció ante él el brillante Brahma de cuatro caras, el Creador del Mundo. Valmiki lo adoraba; pero el infeliz hombre-pájaro y la recién compuesta shloka invadieron sus pensamientos.
Entonces Brahma se dirigió a él con una sonrisa: «Fue mi deseo el que envió esas palabras que salieron de vuestra boca; el metro será muy famoso en adelante. Debéis componer en él la total historia de Rama; relata, oh sabio, todo lo que es sabido y todo lo que aún no es conocido por vos de Rama y Lakshrnana y la hija de Janaka, y de toda la tribu de los rakshasas. Lo que no es conocido por vos os será revelado, y el poema será verdad de la primera palabra a la última. Además, el Ramayana se divulgará entre los hombres tanto como en los mares y las montañas permanezcan.»
Diciendo esto, Brahma desapareció. Entonces Valmiki, viviendo en una ermita entre sus discípulos, se impuso a sí mismo la tarea de hacer el gran Ramayana, que ofrece a todo quien lo oye justicia y salud y satisfacción de deseos, tanto como rigurosas ataduras.
Él buscó una visión en la historia que había oído de Narada, y además se sentó de acuerdo con el ritual yoga, y se impuso a sí mismo reflexionar sobre ese asunto y no otro. Entonces con sus poderes-yoga contempló a Rama y a Sita, a Lakshmana y a Dasharatha con sus esposas en sus reinos, riendo y conversando, soportando y no soportando, haciendo y deshaciendo como en la vida real, tan claro como uno podría ver una fruta sostenida sobre la palma de una mano. Él percibió no sólo lo que le había pasado, sino lo que pasaría. Luego, después de intensa meditación, cuando toda la historia se encontraba como un dibujo en su cerebro, él comenzó a darle forma en shiokas, de los cuales, cuando estuvo terminado, no hubo menos de veinticuatro mil. Entonces él pensó cómo podría ser publicado en tierras lejanas.
Para esto él eligió a Kusi y Lava, los expertos hijos de Rama y Sita, que vivían en la ermita del bosque, y eran eruditos en los Vedas, en música y en recitación y en todas las artes, y además muy agradables de ver. Valmiki les contó todo el Ramayana hasta que ellos pudieron recitarlo perfectamente desde el principio al fm, de modo que aquellos que los oyeran parecieran estar viendo todo lo que se les contaba pasando frente a sus ojos. Posteriormente los hermanos fueron a la ciudad de Rama, Ayodhya, donde Rama los encontró y los recibió, pensando que ellos eran ermitaños; y allí frente a la corte entera, el Ramayana fue por primera vez recitado en público.
Entonces el ermitaño, movido por piedad y enojo, maldijo al cazador y siguió. Pero en su camino sus palabras se le repetían, y encontró que ellas formaban una copla de un nuevo metro: «Llamemos a esto un shloka», dijo. Al poco tiempo de llegar a su choza apareció ante él el brillante Brahma de cuatro caras, el Creador del Mundo. Valmiki lo adoraba; pero el infeliz hombre-pájaro y la recién compuesta shloka invadieron sus pensamientos.
Entonces Brahma se dirigió a él con una sonrisa: «Fue mi deseo el que envió esas palabras que salieron de vuestra boca; el metro será muy famoso en adelante. Debéis componer en él la total historia de Rama; relata, oh sabio, todo lo que es sabido y todo lo que aún no es conocido por vos de Rama y Lakshrnana y la hija de Janaka, y de toda la tribu de los rakshasas. Lo que no es conocido por vos os será revelado, y el poema será verdad de la primera palabra a la última. Además, el Ramayana se divulgará entre los hombres tanto como en los mares y las montañas permanezcan.»
Diciendo esto, Brahma desapareció. Entonces Valmiki, viviendo en una ermita entre sus discípulos, se impuso a sí mismo la tarea de hacer el gran Ramayana, que ofrece a todo quien lo oye justicia y salud y satisfacción de deseos, tanto como rigurosas ataduras.
Él buscó una visión en la historia que había oído de Narada, y además se sentó de acuerdo con el ritual yoga, y se impuso a sí mismo reflexionar sobre ese asunto y no otro. Entonces con sus poderes-yoga contempló a Rama y a Sita, a Lakshmana y a Dasharatha con sus esposas en sus reinos, riendo y conversando, soportando y no soportando, haciendo y deshaciendo como en la vida real, tan claro como uno podría ver una fruta sostenida sobre la palma de una mano. Él percibió no sólo lo que le había pasado, sino lo que pasaría. Luego, después de intensa meditación, cuando toda la historia se encontraba como un dibujo en su cerebro, él comenzó a darle forma en shiokas, de los cuales, cuando estuvo terminado, no hubo menos de veinticuatro mil. Entonces él pensó cómo podría ser publicado en tierras lejanas.
Para esto él eligió a Kusi y Lava, los expertos hijos de Rama y Sita, que vivían en la ermita del bosque, y eran eruditos en los Vedas, en música y en recitación y en todas las artes, y además muy agradables de ver. Valmiki les contó todo el Ramayana hasta que ellos pudieron recitarlo perfectamente desde el principio al fm, de modo que aquellos que los oyeran parecieran estar viendo todo lo que se les contaba pasando frente a sus ojos. Posteriormente los hermanos fueron a la ciudad de Rama, Ayodhya, donde Rama los encontró y los recibió, pensando que ellos eran ermitaños; y allí frente a la corte entera, el Ramayana fue por primera vez recitado en público.
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