Contar, a 18 años de edad, con una medalla de oro en matemáticas, obtenida en competencia con 523 estudiantes de 98 países, no es poca cosa. George Arzeno lo logró, tras ir avanzando en el medallero por cinco en competiciones regionales, y de seis meses de preparación para la International Math Olympics celebrada en la ciudad de Astaná en Kazajistán en julio. En esta competencia, la más importante de su tipo en el mundo, obtuvo mejor puntuación que 73 concursantes de Iberoamérica.
Para ello, George estuvo durante dos días, por cuatro horas y media cada día, resolviendo problemas de geometría, teoría de números, combinatoria, álgebra y lógica. “No son como los problemas que uno se encuentra en la escuela: aburridos, tediosos. Nunca te has encontrado con éstos antes. Los miras y buscas formas innovadoras de resolverlos. Hay montones de formas de resolver un problema. Cada problema puede tener cinco o soluciones totalmente distintas, todas correctas”, indica el joven recién graduado de cuarto año de la Academia Perpetuo Socorro.
Lo otro fue conocer un poco de Kazajistán, un país semidesértico que formó parte de la Unión Soviética hasta 1991. “Es un país próspero, rico en petróleo y carbón. Tiene muchos recursos naturales y sólo 14 millones de habitantes. Me impresionó que hay mucho orden. Y que se come caballo”, relata. Sí, carne de caballo. La comió sin saberlo. “Me dijeron lo que era, pero en ruso.
Lucía como una albóndiga bien grande. La carne
es dura. Y cae pesada. En Kazajistán también se toma la leche de yegua en vez de vaca”, explica.
Fue cuando tenía como ocho años y estaba en tercer grado. Escuchó a algunas de sus cuatro hermanas hablando de positivos, negativos, variables. Hasta entonces lo que conocía era suma, resta, multiplicación y división. Aquello le sonó casi exótico. “Había letras en la matemática; hasta ese momento pensaba que era sólo números. Les pregunto qué es todo eso y me enseñaron un poco de preálgebra. Primero, que existen números negativos y, luego, que resuelves los problemas haciendo operaciones inversas: en vez de sumar, restas y en vez de multiplicar, divides”.
A George le encantó. Su inquietud se potenció, una vez más de la mano de sus hermanas, asiduas en las competencias intercolegiales. “Me dijeron que la escuela estaba llegando en séptimo u octavo lugar en las intercolegiales y que se necesitaban buenos matemáticos para subir de 'ranking'. Lo vi como mi oportunidad”, dijo.
Para entrar en los equipos internacionales de matemáticas, participó en un examen por Internet que ofrece el Recinto Universitario de Mayagüez, junto a otras 5,000 personas. Son cuatro pruebas en total; superar una le da visa para las otras. En el RUM conoció, tiempo después, al catedrático Luis F. Cáceres, director del programa Olimpiadas Matemáticas en Puerto Rico. Como líder de la delegación isleña que viajó a Kazajistán, su labor es defender las puntuaciones de los estudiantes ante un tribunal internacional de correctores.
George tomó por primera vez las pruebas en séptimo grado y llegó hasta el tercer examen.
Cada año llegaba más lejos. En 2008, estando en grado 11, compitió en las Olimpiadas Iberoamericanas y obtuvo medalla de bronce en Brasil, en un viaje no muy satisfactorio. “Nos tenían olvidados en un instituto. Lo bueno de las competencias es salir y conocer a la gente, ver las ciudades”, afirma.
Pudo tener la experiencia cultural en 2009, cuando participó en la Olimpiada Internacional celebrada en Alemania, donde obtuvo mención de honor. En la Iberoamericana, celebrada en México, cargó con el bronce. Y en el tiempo libre subió junto a otras delegaciones al tercer monolito de piedra más grande del mundo, la peña Bernal.
“El país que más me gustó es Alemania, por la gente. Es más bonito que Kazajistán. En la guagua, en cualquiera de los 'tours', vimos molinos de viento a cada paso, los usan para producir electricidad. En Bremen hay esta estatua de un gallo encima de un gato, encima de un perro, encima de un burro. Se supone que te da suerte. El día antes del examen era increíble ver la fila de estudiantes que se formó para tocar las patitas de los animales” . Y en la fila para ver la escultura alusiva al cuento fantástico “Los músicos de Bremen”, de los Hermanos Grimm, estaba George.
“Yo toqué todas las combinaciones de patas que pude, con ambas manos, por si acaso, no pierdes nada si lo haces. Uno se pone tan nervioso que cree que los talismanes dan suerte”, asegura.
Para relajarse y también por gusto, George corre unas tres millas a diario. “Lo hago siempre. Es tan bueno como comer chocolate”, afirma. El chocolate es uno de los truquitos que usan los competidores. “Sin chocolate uno no puede hacer competencias. Estimula el cerebro; por eso comemos un pedacito antes de estudiar y de ir a competencias”.
Su próximo proyecto comienza en agosto. En MIT, en Boston, cursará estudios en bioingeniería y matemáticas, con miras futuras a doctorarse en matemáticas o ser médico.
NILKA ESTRADA RESTO / Especial para El Nuevo Día
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