Camagüey,- El 11 de mayo de 1873, en los potreros de Jimaguayú, del hoy municipio de Vertientes, cayó en combate Ignacio Agramonte y Loynaz, El Mayor. Cien años después, en la Plaza de San Juan de Dios, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronunció un memorable discurso en el que no solo enalteció su figura patriótica, sino que dejó para los camagüeyanos la no menos heroica tarea de sembrar sus amplias llanuras de escuelas, de fábricas y de hospitales.
Al cumplirse el aniversario 138 del infausto acontecimiento de Jimaguayú y el 38 del discurso de Fidel, es oportuno recordar otro hecho muy simbólico de ese día, que contribuyó a perpetuar la imagen de Agramonte para las actuales y futuras generaciones: la canción El Mayor, compuesta y cantada por primera vez por Silvio Rodríguez en la memorable velada.
En ocasión del 50 cumpleaños del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), Giraldo Mazola Collazo, primer presidente de esa institución en el país, presentó aquí su libro Encuentros con la memoria, en el cual relata pasajes de sus relaciones con distintos personajes de la lucha clandestina, su estancia y pasos fundacionales por el ICAP y su presencia en Camagüey como dirigente del Partido, ocasión esta última en la que participó en la organización del acto conmemorativo por el centenario de la muerte de Agramonte.
Días antes de la presentación de su libro, Mazola se comunicó con Silvio para imponerlo de su relato acerca de la velada y de la tarja develada en la Plaza San Juan de Dios. En su correo electrónico, le reprochó muy delicadamente que en una reciente entrevista con Cubadebate había hablado del origen de muchas de sus canciones sin mencionar la compuesta en homenaje a El Mayor y le dijo que le gustaría tener algún comentario suyo para compartirlo en Camagüey.
A continuación transcribo la respuesta del cantautor, que obtuve en la presentación de la obra de mi amigo Mazola, a quien recuerdo de su época de dirigente del Partido aquí, no solo por las malas noches que nos hizo pasar al colectivo de Adelante, sino también por las enseñanzas que nos dejó.
Aquí Silvio:
Cuando tú me escribiste en 1973 para que hiciera una canción para la conmemoración de la caída en combate de El Mayor, yo llevaba años pensando que le debía esa canción. De los patriotas que estudié en primaria, Agramonte siempre fue uno de los que me atrajo, porque su historia se enseñaba ligada a los aspectos de su vida personal, humanización que hace más atractivo al héroe, porque al ‘bajarlo a tierra’ nos identificamos con él más fácilmente.
Recuerdo que me telefoneaste y te dije que necesitaba refrescar la vida del patriota. Me mandaste los documentos que el Partido estaba usando para preparar el evento que se acercaba. Yo empecé a leérmelos, pero eran demasiado densos para mí. Entonces me sumergí en la Historia de la Guerra de los 10 años, de Ramiro Guerra, y en otros libros.
No era seguro que la canción viera la luz al menos en la celebración oficial, porque una comisión partidista debía aprobarla. Aún así, cuando faltaba una semana para el acto, yo había hecho al menos dos bocetos de canción pero ninguno me convencía. Faltando apenas unos días y pensando que todavía no había dado con lo que deseaba, compuse El Mayor, tal y como se le conoce de principio a fin.
Al día siguiente debíamos grabarlo con el Grupo de Experimentación del ICAIC, donde trabajaba, y la grabación debía volar hasta Camagüey, donde sería examinada. O sea, que el mismo día en que escribí la canción tuve que hacerle el arreglo.
La respuesta se demoró en llegar como dos días. Ya yo estaba pensando que era negativa, cuando de pronto nos dijeron que teníamos que tomar un vuelo para Camagüey, porque íbamos a interpretar la canción en el acto. Aquello sí que fue una total sorpresa, porque yo pensaba que la canción era para usarla de fondo, nunca para cantarla en vivo y mucho menos en el mismísimo acto en que hablaría Fidel.
Por entonces yo estaba más o menos cuestionado oficialmente. Cinco años atrás habían suspendido mi música y mi presencia de la radio y la televisión cubanas y, aunque ese veto ya se había levantado, todavía me seguía cierta fama de tipo conflictivo y, para algunos, apartado de la Revolución. Haydée nos había abierto las puertas de Casa de las Américas, Alfredo las del ICAIC y gracias a eso teníamos un centro de trabajo y de estudios. Ser televisado en un acto oficial en el que el Comandante en Jefe haría el resumen, era lo último que por aquellos tiempos podía pasar por mi cabeza.
Dos o tres días después, en La Habana, un amigo me despertó a ‘periodicazos’. Cuando logré sentarme en la cama, me puso el periódico delante de los ojos: en la tercera página de Granma aparecía una foto mía, junto a mis compañeros músicos, tocando en la Plaza de San Juan de Dios. Al lado de la foto estaba la letra de mi canción a El Mayor. Lo primero que se me ocurrió fue que aquel amigo había impreso un simulacro de Granma para hacerme una broma. Cuando metí la cabeza en agua y logré abrir los ojos, supe que era verdad.
“Gracias, Mazola, por lo que te toca en esta breve historia”.
Armando Boudet Gómez
//www.adelante.cu
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La verdadera historia de la canción El Mayor
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