Un equipo de investigadores de la Universidad de Duke (Durham, Estados Unidos) ha desarrollado un nuevo parche biológico para reparar tejidos cardiacos lesionados en roedores.
Los mecanismos de nuestro organismo para recomponer el corazón sirven de poco cuando el daño es devastador. Por ejemplo, tras un infarto agudo de miocardio. Es entonces cuando este órgano puede necesitar un apoyo externo -que llega de la mano de la medicina- para seguir funcionando correctamente.
Una de las alternativas terapéuticas más punteras es la administración de células madre capaces de reconstruir el tejido deteriorado, que generalmente se inyectan o se introducen mediante cirugía en la zona afectada.
Pero también se está explorando otra posibilidad: 'tejer' con esas células una malla que se comporte como el tejido cardiaco e implantarla en el corazón enfermo.
El parche que acaban de presentar los científicos de la Universidad de Duke en la reunión anual de la Sociedad de Ingeniería Biomédica, celebrada en Pittsburgh (Estados Unidos), representa una nueva promesa en este campo.
El primer paso fue obtener células del músculo cardiaco (cardiomiocitos) a partir de células madre embrionarias de ratón.
Conocedores de la importancia de que el cultivo celular se efectuase en un entorno lo más parecido posible al de los tejidos naturales, los investigadores encapsularon las células en un gel de fibrina (proteína implicada en la coagulación de la sangre), que proporcionó el soporte mecánico necesario para que se formase un entramado tridimensional.
Y aún fue necesario un ingrediente más: fibroblastos, que representan hasta un 60% de las células presentes en el corazón. Sin la ayuda de estos componentes cardiacos, los cariomiocitos formaban una especie de pelota desorganizada de células.
El nuevo tejido cumplía la misión para la que fue creado: era capaz de contraerse y de conducir impulsos eléctricos, dos cualidades esenciales para que el corazón pueda latir y bombear sangre.
Los científicos advierten de que sus resultados son todavía preliminares porque aún quedan muchos cabos por atar antes de que el parche sirva para tratar a personas con problemas cardiacos.
Para empezar, este molde ni siquiera puede ser introducido en los roedores para los que se diseñó, ya que todavía no saben cómo lograrán que se formen vasos sanguíneos que lo irriguen, garantizando su supervivencia.
Un estudio publicado recientemente presentaba una ingeniosa solución a este escollo: realizar el cultivo celular en el organismo de los ratones a los que se les van a implantar, en vez de hacerlo en el laboratorio.
Otro obstáculo que habrá que superar es que los cardiomiocitos humanos crecen mucho más despacio que los de los roedores. "Dado que nuestro corazón necesita nueve meses para completar su desarrollo, debemos encontrar una forma de cultivarlos más deprisa manteniendo las mismas cualidades esenciales de las células originales", explican los autores.
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