José Antonio Flórez es catedrático de Ciencias de la Conducta del Departamento de Medicina de la Universidad de Oviedo y académico de las Reales Academias de Medicina y Cirugía de Galicia y Valladolid. Es autor de más de cien trabajos de investigación. Actualmente, es colaborador del Instituto Coca-Cola de la Felicidad.
-¿Dice usted que tiene las claves para vivir mejor y ser más felices? Es una receta muy buscada en estos días...
-¿Lo dice por el caos aéreo provocado por el volcán?
-Más bien por los recortes anunciados por Zapatero...
-(Jajaja). Esto que estamos haciendo, reírnos, tiene un potencial farmacológico increíble. El sentido del humor es clave y necesario ahora que cada vez hay más gente que piensa que no merece la pena vivir. El pesimismo puede llevarnos a enfermar.
-Es difícil ser optimista en los tiempos que corren.
-Pero hay que intentarlo. Voy a explicarlo de manera sencilla, para que lo entienda la abuela.
-Proceda, por favor.
-Los problemas nos alteran, penetran inconscientemente en nuestra mente, irrumpen en ciertos circuitos cerebrales y desarrollan sentimientos negativos que pueden modificar nuestro estado de felicidad y de salud. Por eso hay que buscar el camino del bienestar.
-Buscarlo y encontrarlo. La economía, vital para el bienestar social, no atraviesa su mejor momento.
-Pero hay que tomarse la vida con humor. Como decía Groucho Marx, la felicidad está en las pequeñas cosas: en un pequeño yate, pequeña mansión… (Ja, ja, ja).
-Y luego está lo de contigo pan y cebolla...
-(Ja, ja, ja...) Qué duda cabe de que una cierta capacidad económica es algo bueno, pero estoy convencido de que, en general, nos sobran cuestiones materiales y nos falta comunicación con uno mismo y con los demás.
-¿Nos complicamos a veces más de lo preciso?
-Creo que sí. Hay quien se desespera porque ha perdido un avión o porque en un gran almacén no encuentra la talla que busca. Quedamos atrapados en auténticas banalidades. He estudiado a personas centenarias y he descubierto en ellas algo común: la sencillez y la modestia, la tranquilidad y, sobre todo, la capacidad de amar la vida. Alguna me dijo que se medicaba con dosis de ilusión y otra, que era feliz viendo volar a una mariposa.
-Pensamientos positivos.
-Sí, es una buena receta. Si nos oye el Gobierno nos lo agradecerá muchísimo porque estaremos contribuyendo a la reducción del gasto farmacéutico. Con ilusión y buen humor se recortarían gastos, al menos en farmacia. Hoy todo se ha medicalizado: un pequeño dolor, un día que no duermo… Todo lo queremos resolver de inmediato y no resolvemos nada.
-Entonces ¿mejorar es cuestión de cambiar de actitud?
-El humor es un hipotensor; cuando dos personas se pelean la tensión se dispara y nos puede matar. Los disgustos, temores... dan vueltas como en una lavadora en nuestro cerebro, hay que tener una actitud optimista.
-¿Antes éramos más optimistas?
-Creo que sí. Pero el optimismo hay que cultivarlo, no se aprende de un día para otro, porque no es un optimismo imbécil, es inteligente. Hay que ser consciente de que la confrontación no sirve para nada a veces y que su coste es alto para la salud. Es cuestión de adaptarse, tener serenidad y sabiduría, pues se sigue aprendiendo a los 80 años, y buena sexualidad.
-Lo último no suele ser lo común en la tercera edad.
-Es muy importante y no debe descuidarse de mayor. Serenidad, sabiduría y sexo. Tres palabras que empiezan con ese, como la serotonina.
-La hormona de la felicidad.
-Sí. Con optimismo se pueden vencer enfermedades, está demostrado científicamente, por ejemplo, en el cáncer de mama. Las pacientes optimistas tienen mayor supervivencia y menos recaídas. El optimismo potencia el sistema inmune y el pesimismo lo deprime y nos hace más vulnerables.
-¿La risoterapia y prácticas similares son efectivas?
-Hay que tener mucho cuidado para no caer en generalidades. Reír es bueno y a todos nos gustar más que llorar. Pero también hay que llorar. Cada actitud puede justificarse según el momento y la persona.
-En el ranking mundial, ¿cómo de felices somos?
-Estamos los últimos en optimismo y los primeros en felicidad. Tenemos tendencia al sentido del humor y esto se confunde con la poca seriedad o la débil personalidad… Es todo lo contrario. Es un disolvente universal, de preocupaciones, estrés...
-¿El estrés impide que hoy se enseñen estos valores ?
-Esta enseñanza se descuida porque no tenemos tiempo. Me llama la atención que estudios pediátricos pongan de manifiesto la presencia de colesterol y alteraciones cardiovasculares en los niños. Esto es tremendamente preocupante. En vez de vivir, tragamos la vida.
María José Guzmán
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