El solomillo al barro de 'Los Templarios'

Un buen solomillo ibérico, una pizca de sal y patatas de la huerta. Pocas veces tan escasos ingredientes dieron forma a un plato considerado por los parroquianos de 'Los Templarios' como la joya de la cocina de este establecimiento. Se trata de la especialidad más demandada de una carta en la que aparecen más de sesenta especialidades. «El secreto está en la elección de las carnes», revela José Muñoz, propietario del establecimiento, que muy amablemente abre las puertas de su cocina para los lectores de HOY.
Una cazuela de barro, un solomillo fresco, procedente de los cerdos alimentados con la bellota de las dehesas de Monesterio, unas pocas rodajas de patatas y una pizca de sal gorda. Se elabora sin aceite. Se cocina en su propia grasa, y en pocos minutos se convierte en una de las mayores delicatesen del ibérico, al unir en el paladar la terneza y la jugosidad de estas carnes, con el aroma y el sabor característico de la dehesa extremeña.
De lo más popular entre los habitantes de la localidad y de la comarca, y todo un desconocido para quienes únicamente conocen las excelencias gastronómicas de Monesterio a través de los bares y restaurantes que jalonan la travesía de la N-630, 'Los Templarios' goza de gran reconocimiento por la variedad y calidad de sus platos, tapas y raciones. En sus fogones se da una preferencia total por los productos autóctonos. Por ejemplo, la esencia del ibérico predomina en todos sus platos y llega a impregnar incluso a la oferta de pescados y mariscos del establecimiento. Para comprobarlo, basta probar el exquisito mero con jamón y gambas.
Un clásico, entre tapas y copas
Concebido en sus orígenes -hace treinta años- como un bar de copas, con el paso del tiempo este negocio familiar se ha reconvertido en cafetería y restaurante, conviviendo en armonía con otros bares de la principal calle peatonal del municipio. El conjunto se presenta como un espacio urbano imprescindible para el ciudadano, un clásico en las largas noches de estío, y espíritu de convivencia a partir del mediodía durante todo el año, entre tapas y copas, propio del extrovertido carácter de las gentes de Monesterio.