No hay "una jornada normal", cotidiana, para el inversor Nicolas Berggruen. Así lo describe él mismo. Un día se puede despertar en Bombay, otro en Lisboa y al siguiente en San Francisco. "Quizá la mitad de mi tiempo la pase en EE UU, principalmente en Nueva York, y el resto, en Europa y Asia, pero también en Sudamérica y África. Viajo muchísimo porque tengo muy variados intereses: negocios, arte y política". Son los tres ejes sobre los que gira su vida, pero si le dan a elegir, no lo duda ni un segundo: se queda con el arte. En las últimas semanas, sus obligaciones también le han llevado a Madrid, donde el fondo del que es consejero delegado, Liberty Acquisition Holding, ultima la inversión de hasta 900 millones de dólares en el capital de Prisa, empresa editora de CincoDías.
Recibe a este periódico en la sede madrileña del grupo Prisa este lunes, casi a última hora de la tarde. Lo hace tras cuatro días de jornadas maratonianas en la capital de España y justo antes de salir hacia el aeropuerto. Estos días los ha aprovechado también para presentarse ante la prensa española. Berggruen (París, 1961) tiene un perfil extremadamente atractivo para los medios: un millonario, soltero, que huye de los focos públicos, hecho a sí mismo, coleccionista de arte e hijo del marchante del pintor Pablo Picasso, y que, como curiosidad, vive en hoteles, ya que decidió deshacerse de sus bienes inmuebles. No le servían de mucho porque con su avión Gulfstream vuela a más de 80 ciudades al año.
"Cultura, negocios y política están relacionados. En mi caso, están interconectados porque estoy interesado en todos ellos. Son áreas en las que tengo curiosidad", reflexiona. "Las prácticas empresariales son realmente cultura", añade sobre su visión de los negocios.
Pero es en el momento de hablar de arte cuando se muestra más distendido. "Siempre estoy interesado en jóvenes artistas, en arte contemporáneo. Reviso bastantes colecciones, pero no suficientes. Me gustaría disponer de más tiempo. El arte es un desafío que hace que veas el mundo de diferentes y nuevas formas".
A pesar de su apretada agenda en Madrid, aún ha sacado tiempo para visitar el Museo del Prado y el Reina Sofía, sobre los que se siente fascinado: "Es bueno ir a veces a ver cosas que han estado aquí durante 500 años, en el caso del Prado, y comprobar que siguen siendo tan provocadoras y emocionantes. Es bueno volver y avanzar entre la historia y el arte contemporáneo. He ido al Reina Sofía a ver el Guernica y los demás maravillosos cuadros. Es uno de los grandes placeres. Debo decir que España guarda muchos de los mayores tesoros del mundo, aquí se han realizado algunas de las mejores obras que el hombre ha creado jamás, incluso si no se ocupan siempre de temas agradables, pero trascienden de estos temas por su humanidad y belleza".
Berggruen muestra así, a través del arte, esa faceta de la que se desconoce gran parte. Un perfil publicado por The Wall Street Journal le describía como un inversor con aspecto más joven de lo que es, que trabaja en sus negocios desde cualquier oficina, ya sea un restaurante o caminando por Central Park, mientras consulta su Blackberry. Hábito, el de mirar el móvil, que repite en alguna ocasión durante la entrevista. Como curiosidad, según el rotativo, Berggruen hace dos comidas al día, en una de las cuales no falta una ración de chocolate. Una vez al año organiza en el Chateau Marmont, en Hollywood, una fiesta que coincide con los Oscar, donde no faltan estrellas de cine, artistas y otros hombres de negocios.
El cosmopolita Berggruen se educó entre Suiza y Francia. Las escasas referencias sobre su vida resaltan que de joven se interesó por la literatura, tal vez inspirado en el ambiente artístico que respiraba en su casa. Cuando llegó el momento de elegir una carrera, se decidió por estudiar negocios en la Universidad de Nueva York. A los tres años de graduarse, en 1984, fundó Berggruen Holdings, la que todavía es la sociedad matriz desde la que realiza sus inversiones. Sus éxitos iniciales, que le convirtieron en millonario, provienen del mundo de las finanzas, los mercados y las adquisiciones inmobiliarias. Desde hace algunos años está más interesado "en empresas de la economía real, en el terreno, como Prisa", reconoce.
La revista Forbes le ha calculado una fortuna personal de 1.600 millones de euros en 2010. La clave del éxito "es una combinación de prioridades y, francamente, algunos sacrificios" asegura. Su trayectoria le permite aportar alguna idea sobre cómo abordar la crisis económica y cómo salir de ella: "Si dedicas años a invertir en áreas erróneas, necesitarás un periodo de ajustes, que tal vez signifique trabajar más duro, cambiar el patrón de las inversiones y ahorrar en ciertas áreas. Es un ajuste que debe realizarse. Realmente no es agradable, pero a la larga probablemente será más saludable".
Inversiones en España
La apuesta por Prisa no es la primera que realiza en Madrid. En 1995 desembarcó en La Casera. "De aquella experiencia aprendí que se puede hacer dinero en España", bromea. "La empresa tenía problemas de gestión y estructuración financiera, pero en cuanto los pudimos solucionar, se convirtió en rentable".
Reconoce que tras el desembarco en el grupo propietario de medios como El País o la Cadena SER, probablemente se le abran nuevas posibilidades: "Ciertamente, al tener un interés en Prisa, habrá más oportunidades para invertir en España, y estaré encantado de conocerlas".
La primera vez que invirtió en medios de comunicación fue en Media Capital, el principal grupo de Portugal. Gracias a esta inversión conoció a los gestores de Prisa, a los que vendió su participación de la empresa lisboeta en 2005 y que a la larga ha servido para sellar la nueva alianza.
En Media Capital mantuvo su presencia durante diez años. "Lo he visto en mi propia vida, en materia de inversión, las cosas que he querido, si eran buenas, había que tratarlas de forma paciente, de forma buena. Y en las que quizá he vendido o comprado muy rápido, a veces me he lamentado", declaraba a la Cadena SER la semana pasada. "Por eso digo que tener esa paciencia a la hora de hacer inversiones, tratar con la gestión, con los empleados, con las propiedades, es lo bueno desde un punto de vista personal, pero también recompensa mucho desde el punto de vista financiero y comercial".
Su previsión la demostró al apostar por la economía real para esquivar la crisis. "Demasiadas inversiones inmobiliarias y financieras", reflexiona sobre las causas de la actual coyuntura. Y se atreve a lanzar un consejo a futuro para los directivos: "Depende de la situación de cada compañía, pero deberían estar seguros de que sus empresas pueden sostener la volatilidad del ciclo económico".
Las reflexiones sobre la crisis le acercan al tercer eje sobre el que gira su vida. "Cada vez me interesa más la política", reconoce. Para canalizar sus reflexiones y fomentar el debate ha creado un think tank, el Instituto Nicolas Berggruen, "centrado en el buen gobierno, porque si consigues mejores gobernantes, tendrás mejores países". Sus artículos sobre la gobernanza han aparecido en los últimos meses en The New York Times, The Herald Tribune y Financial Times.
Sus múltiples intereses y ocupaciones le llevan a concluir la entrevista de forma más rápida de lo previsto. Un avión le espera. Tiene un trepidante horario laboral: "Estoy activo desde que me levanto hasta que me acuesto, así que no lo considero trabajo, sino que me mantengo activo". Y anuncia que a partir de ahora volverá a España con más asiduidad. "Antes venía bastante, pero dejé de hacerlo porque voy a otros muchos lugares. Ahora, con Prisa, pienso que vendré más. Es un placer. Me gusta". "No hablo español, pero debería", cuenta con una sonrisa. "Voy a pasar más tiempo aquí, así que lo aprenderé". Y para probar su interés finaliza la entrevista en castellano: "Hablo francés, alemán e inglés. Con el tiempo espero hablar español".
El objetivo. Una apuesta por marcas fuertes
Berggruen Holdings es un grupo con muy diversos intereses en cualquier lugar del planeta. Tiene oficinas en Nueva York, Estambul, Berlín, Tel Aviv y Bombay, pero las inversiones pueden ir desde una granja en Australia a energías renovables en Turquía. Una de las empresas en las que más a largo plazo ha invertido ha sido en la india Accentia, que ofrece tecnología en el ámbito de la salud. En otras, como la óptica FGX o la española Majorica, ya ha desinvertido.
En 1988, Nicolas Berggruen creó el hedge fund Alfa Investment Management, que seis años después vendería a Safra Bank. En 2006 constituyó el fondo Freedom, al que ha seguido Liberty Acquisitions, fundado junto a Martin Franklin, consejero delegado de Jarden, empresario de tiendas de productos para el hogar. The Wall Street Journal asegura que este nuevo fondo estaba dotado inicialmente con 878 millones de dólares.
Berggruen señala que sus inversiones tienden a ser similares en todos los lugares, con la misma filosofía: "Una marca fuerte en el mercado". "Generalmente son empresas con un buen nivel de ingresos, en industrias que en muchas ocasiones no son populares, porque no pasen por momentos fáciles, o en otras situaciones compañías con un balance desfavorable. Esto describe un poco lo que ocurría con Prisa. España no es muy popular ahora y los medios de comunicación viven también un momento de dificultad", explica.
"Para mí, Prisa es muy interesante por varias razones: España tiene problemas, pero el país no va a desaparecer. Además, las empresas, incluso afrontando este tipo de retos, pueden hacerlo bien, y realmente muy a menudo lo hacen mejor que en países más competitivos. Y, por último, Prisa está dentro de las firmas con una fuerte generación de cash flow, con activos buenos y muy dominantes", asegura. "Los medios tampoco van a desaparecer. Es cuestión de ser capaces de adaptarse a los retos. Mirar a las oportunidades, no sólo a los retos. Los medios están en eso".
Suele invertir con su propio dinero, por eso se siente "implicado y responsable" de las inversiones que realiza. La filosofía que ha trasladado a su holding es la de buscar oportunidades no convencionales y trabajar mano a mano con los equipos de gestión.
El hijo del marchante de Pablo Picasso
Las obras de arte son objetos temporales que al final acabarán en un museo. Es la idea que Nicolas Berggruen tiene de su colección de pinturas. Una filosofía aprendida de su padre, el marchante de Pablo Picasso y uno de los grandes coleccionistas del siglo XX.
Heinz Berggruen era un judío alemán que en los años treinta huyó de la Alemania nazi para instalarse en San Francisco, donde se formó en arte y llegó a ser asistente del director de la pinacoteca local. De vuelta al Viejo Continente conoció al pintor malagueño en París, con el que trabó amistad y comenzó a atesorar decenas de sus pinturas. Lo mismo le ocurrió con Henri Matisse. Al final de sus días poseía además obras de Cézanne, Paul Klee, Braque y Alberto Giacometti. En 1996 decidió venderlas a un precio más bajo que el de mercado a la Fundación Prussian Cultural Heritage, a cambio de que se expusiesen en el nuevo Museo Berggruen, situado frente al Charlottenburg Palace berlinés.
Su hijo ha retomado ese placer por el arte. Es miembro de la dirección del museo fundado por su padre, además del de Los Ángeles County y de la galería Tate de Londres. Sus piezas incluyen a artistas como Andy Warhol, Damien Hirst y Jeff Koons, y probablemente también las ceda a algún museo de la capital alemana.
Pero su atención también viaja hacia la arquitectura. Se ha asociado con diversos arquitectos, como Kazuyo Sejima, Shigeru Ban, David Chipperfield y el premio Pritzker Richard Meier para rehabilitar zonas urbanas con edificios emblemáticos en Nueva Jersey, Bombay o Tel Aviv.
A. Simón / C. Castelló -
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