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Dos formas de hacer política

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En la historia y las profecías de Amós (Am. 7:10-17) encontramos una intervención en los asuntos públicos que no respondía a una ideología o a intereses partidistas. Mas bien respondía a los ideales éticos de justicia y verdad que manaban del mismo Dios.


Aunque su profecía era dirigida al rey y al sistema religioso, quien respondió y reaccionó en su contra fue el sacerdote Amasías, una especie de capellán del rey. Pero, ¿no es eso extraño? Dos hombres que se infiere sirven al mismo Dios adoptan posturas opuestas en relación a la realidad que se vivía.

El sacerdote Amasías, valiéndose de su cercanía al rey, le comunicó el peligro que significaba permitir que Amós siguiera anunciando el castigo inminente de Dios. Pero, como aparentemente el rey no hizo nada en contra del profeta, Amasías tomó la iniciativa ordenando la deportación de Amós.

El modelo no es extraño. Con frecuencia se encuentran personas religiosas acostumbradas a ser las únicas figuras en la escena pública y, por tanto, los únicos voceros autorizados de Dios ante los funcionarios públicos. Aunque el mensaje de Amós expresaba el deseo de Dios por la justicia, Amasías percibió las implicaciones sociales y políticas de sus palabras. A su parecer se estaba alterando la paz social y acusó a Amós del delito de conspiración.

La seducción del poder es grande y hasta las personas más religiosas pueden relegar sus valores a cambio de disfrutar de bienestar temporal. Así, los grandes ideales de verdad y equidad se silencian para prolongar privilegios e intereses personales. La vida humana se valora menos que el comercio de armas, los acuerdos políticos se fraguan desdeñando los principios, se relativizan los valores y se justifican elementos que antes del ejercicio público se hubiesen denunciado.

Si los cristianos de hoy seguirán el modelo de Amasías en su conducta pública, su ingreso a la arena política partidaria sería una prolongación de las prácticas que son bastantes comunes y tradicionales. Su participación no supondría esperanza ninguna sino que, además, se denigraría el buen nombre y el alto aprecio que la población expresa hacia las iglesias.

Por su parte, Amós representa la práctica pública fundamentada en principios éticos que, por ser consecuente, se extiende a la política. Y no porque sea la política su fin ni su principio sino porque si su mensaje es auténtico, no puede dejar de alcanzar esa esfera. Mientras se conserve este acercamiento y no se dobleguen los valores, el cristiano no perderá su norte y podrá caminar por las turbias aguas de la política partidaria viéndose como un llamado y comisionado de Dios. Como uno que tiene una misión que cumplir y es la de utilizar los instrumentos del poder para la promoción de la justicia.

Amasías y Amós representan dos rutas, dos formas de hacer política que han marcado el peregrinaje público de la religión y de los religiosos a lo largo de la historia. Siguiendo la ruta de Amasías los religiosos se convirtieron en instrumentos políticos que legitimaron atropellos y corrupciones de los gobernantes.

Otros, siguiendo la ruta de Amós, se convirtieron en la minoría profética que desacomodaron a los acomodados al defender el derecho y la verdad a pesar de la persecución y las amenazas. Dos rutas ante las cuales se debe optar. La del Dios de la vida plena o la de las fuerzas de la muerte. La de la solidaridad o la del egoísmo puro. Una de ellos somete a Dios a la ideología y la otra proclama la soberanía de Dios; quien sigue sentado en su trono y desde donde ve muy bien.

*Pastor general de la misión cristiana Elim.

Mario Vega*

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